El historiador estadounidense David Johnson afirma que las enigmáticas líneas fueron un mapa del sistema hídrico indispensable para la supervivencia de los Nasca. Desde el colibrí hasta los trapecios sirvieron para ubicar las fuentes de agua.
Por : Iván Reyna
Que los puquios tengan relación con las líneas de Nazca no sería nada raro, tal como lo sostiene David Johnson, investigador norteamericano de la National Geographic y la Universidad de Massachusetts. Él ha explorado los recursos hídricos subterráneos utilizando una varilla metálica, cuyo método se llama radiestesia. Y tras estudiar los 29 acueductos del valle de Cantalloc en Nazca (de 2,000 años de antigüedad), reveló una interesante relación entre la hidrología, la geología, la antropología y los geoglifos.
Como se sabe, Nazca es una de las placas continentales más activas de la región, de manera que los frecuentes sismos hacen que el desierto y los Andes se eleven un poquito más, produciendo una ligera separación entre las rocas (fallas geológicas) que permite que el agua drene.
Juan Valdivia, guía de turismo y uno de los estudiosos de Nazca, dice que ese fenómeno fue conocido por la cultura Nazca, y por eso construyeron una red de canales totalmente empedrados, con la finalidad de recoger las aguas que discurren por el subsuelo, en el que se incluyen las filtraciones de los ríos Aja, Tierra Blancas y Nazca. Estima que la obra demandó 20 años y unos 1,500 hombres.
Pero Johnson quería ir más allá de lo que se sabía. Empezó a realizar estudios con tomas satelitales y a señalizar los cursos de aguas subterráneas. Se tomó el tiempo de analizar unas 800 figuras y alrededor de 13 mil líneas. Con mapa en mano se trepó a una colina y divisó los trazos en el desierto, descubrió que dos fallas subterráneas desembocaban en uno de los puquios. Entonces, el investigador se planteaba una nueva hipótesis: Las Líneas de Nazca serían un plano de los acueductos.
Su anuncio causó asombro en una concurrida presentación en la Universidad Nacional de Ingeniería. Hizo un recuento de los trabajos de María Reiche que hablaban del “calendario astronómico más grande del mundo”, de Markus Reindel y los “caminos ceremoniales”, y de Erich von Däniken que alucinaba con “una pista de aterrizaje para naves extraterrestres”. Para el tema de los acueductos, se apoyó en los estudios de Katharina Schreiber y Josué Lancho quienes concluían que fueron construidos en épocas en que el valle soportaba inclementes sequías, aumento de temperaturas y escasez de agua dulce.
Al final pudo -según David Johnson- comprobar que los geoglifos servirían para indicar las épocas de sequía, las bolsas de agua subterráneas, y el lugar donde las corrientes cambiaban de dirección. El asunto era armonizar las evidencias con la cartografía del lugar. Dice el investigador que “desde lo alto es como leer un libro página por página, es ver al colibrí apuntando a un pozo grande como bebiendo agua, la ballena nadando sobre un surco, un árbol brotando de un acuífero, el trapezoide identifica a los pozos de agua y los círculos indicaban la existencia de manantiales”.
Convincente o no, nadie duda que los antiguos nazcas dominaron la ingeniería hidráulica a la perfección. O como dice Johnson “elaboraron toda una cartografía usando los geoglifos, en la que mapearon las fuentes de agua, ubicaron su lugar de residencia y hasta el sitio para enterrar a sus muertos”.
Sobre las interpretaciones que señalan un propósito ritual, el estadounidense comenta “¿para que reza la gente en el desierto? Para pedir agua. ¿Y si te das cuenta que el agua está en los cerros?, ¿a quién le vas a rezar?
Si bien el estudioso advierte de que su teoría no puede aplicarse a todas las Líneas de Nazca, sí corresponde a muchas de ellas. Incluso, plantea, que esta cultura no colapsó por los cambios climáticos, como sostiene la historia oficial, sino por los conflictos en la distribución y administración del agua. De ahí que el agua se reduce en tres palabras -en su opinión- claves para la supervivencia de la población: preservar, conservar, administrar.
Actualmente, los acueductos siguen irrigando varios campos de cultivo. Un sistema que funciona desde hace 2 mil años. Los nazcas creyeron en los astros, en el culto al agua y a la tierra, pero esencialmente, fueron respetuosos de la madre naturaleza. Algo que deberíamos tomar en cuenta antes de que sea demasiado tarde.
Datos:
• En todo el valle de Nazca hay 35 acueductos. Su profundidad máxima alcanza los 12 metros. Su construcción se basa en interceptar la napa freática mediante zanjas y socavones (lo suficiente para permitir su ventilación y mantenimiento).
• En Irán existen acueductos conocidos como ganats. Se tratan de túneles de 2,700 años de antigüedad, de 30 kilómetros de largo y hasta 100 metros de profundidad. Se calcula que por lo menos existen 22 mil ganats, es decir, más de 160 mil kilómetros de canales subterráneos para abastecer a 40 mil habitantes.
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