Pacasmayo y Santa Rosa cuyos mágicos y cálidos crepúsculos se convierten en una hermosa aura que baña a su gente, su tierra y su mar.
Famosa por su izquierda larguísima: 3 metros de alto y los dos kilómetros de largo. Un paraíso para los deportes náuticos así es Pacasmayo. Pero nada saca de la mente los espectaculares crespúsculos que se pueden observar desde su añorado malecón.
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La música proviene del mar y es el viento el que se transforma en el pregonero de esta bella melodía que no es otra cosa que el canto de la melancolía. Las tardes se tiñen de cálidos colores que bañan, cual caricia, la playa, la gente y la vida toda. Pacasmayo tiene una gracia peculiar que fácilmente seduce al visitante, y es que en el ambiente flota -ingrávido y transparente- el espíritu del Pakatnamú, una mágica presencia que nos envuelve con sus sortilegios.
De Trujillo a Pacasmayo existe un recorrido de cincuenta y dos kilómetros por la Panamericana rumbo al norte. El camino discurre entre fértiles campos de caña, cultivos de panllevar y centros ceremoniales de culturas pre-incas casi tan antiguos como la brisa del mar que acaricia sus playas.
Pacasmayo fue por muchas décadas uno de los principales puertos del litoral peruano. Cuenta la historia que por el año de 1875 se construyó su extenso muelle junto al balneario de casas con estilo republicano de corte vertical. El hombre se enfrentó al mar clavando entre sus olas uno de los desembarcaderos más largos que se construyeran por aquellos tiempos en las costas del Pacífico. Mil metros de rieles, vigas,hierros e infatigable ímpetu humano dejaron por más de cincuenta años una construcción que se ganó el respeto del mar.
A inicios de la década de 1880, en pleno apogeo de la Guerra del Pacífico, el puerto contó con la ingrata visita de tropas chilenas dispuestas, entre otras cosas, a desaparecer el muelle pacasmaino por orden del jefe invasor, Patricio Lynch. Aquella intención estratégicamente justificada pero no menos prepotente, tuvo una audaz e interesada respuesta por parte de don Benjamín Kauffman, rico hacendado que al ver amenazada su incalculable fortuna e inversión, compró la voluntad del general chileno. Desistió así el jefe invasor de aquel insano intento de destrucción aunque años más tarde el mar -indiferente a todo afán de lucro- cumpliría con el intento de las tropas intrusas. Por el año de 1930, la bravura del océano reaccionó ante el atrevimiento del hombre norteño y aquel aguijón de mil metros fue quebrantado en sus cimientos dejando para la posteridad tan solo quinientos veinte metros de tembleques vigas y sueños que el tiempo nos ha permitido contemplar todavía.
Los territorios brillan porque la naturaleza es generosa con su suelo, con su gente y su destino. Los caprichos del mar se ensañan con el litoral, mientras sus hombres y mujeres tratan de encontrar sentido al pasado y buscan en la fe una razón para el futuro, hurgando en el océano el sustento de cada día.
Así es Pacasmayo, una antigua caleta de pescadores que regala veranos eternos con aires de sosiego. Un balneario situado a 100 kilómetros al norte de la ciudad de Trujillo, en el que Miguel Grau se arrulló con el vaivén de las olas.
El malecón lleva su nombre y es una delicia recorrerlo cuando al atardecer los tornasoles rojizos se proyectan en el inmaculado cielo azul del puerto, acompañado con las preciosas melodías que el mar y el viento usualmente nos regalan.
Caleta Santa Rosa, norte puro
Este destino se encuentra unos kilómetros más al sur. Una vez en la costa, es preciso tomar la carretera asfaltada (no siempre en buen estado de conservación) que lo llevará, a la vista de milenarios caballitos de mar recostados sobre la arena, hacia el punto elegido para este viaje.
Santa Rosa, tierra de pescadores milenarios, nos recibe con la calma de aquellos pueblos en los que el tiempo se mide por las mareas y por las noches de luna. Aquí nadie tiene prisa ni usa reloj. Total, «no por mucho madrugar amanece más temprano», comenta un pescador sin levantar los ojos de la maraña de boyas y redes tendida a sus pies.
Santa Rosa es playa, caleta y astillero. Aquí se construyeron, durante el boom pesquero de los sesenta, embarcaciones de hasta doscientas toneladas. Lo peculiar de este lugar es que carece de muelle, por lo que las chalanas deben ser remolcadas (rodando sobre palos) con la ayuda de un tractor hasta las aguas profundas (antiguamente, el trabajo lo hacían burros). Todo un espectáculo para alguien que está poco acostumbrado a ver tractores sumergidos en las olas.
Aquí todo gira en torno al pescado. Incluso los meses pasan a segundo plano, siendo términos como «la época de la anchoveta», «la entrada de la cojinova» o «el tiempo del suco», comúnmente usados para definir momentos precisos del calendario santarosino. Cuando aparecen las gaviotas en la playa es porque vienen a pescar cachema. Esperan hasta la noche en que los peces suben a la superficie y brillan con luz fosforescente. Ahí es cuando los agarran. Lo mismo hacen los pescadores.
Una curiosa figura cuadrada se levanta frente al horizonte. Es lo que queda de un barco chileno, que se hundió hace casi un siglo. Los chilenos arrasaron con estas costas, pero nos dejaron su barco, encallado en un banco de arena. Ahora, como si fuera una especie de sortilegio, hay langostas en Santa Rosa. Así es, el viejo barco hundido es hoy la peña que cobija al pescado de Santa Rosa.
En rumbo:
Pacasmayo:
¿Cómo Llegar? El balneario de Pacasmayo se encuentra ubicado en la costa norte del Perú, en la provincia de San Pedro de Lloc, departamento de la Libertad.
De Lima se puede llegar a Pacasmayo vía aérea hasta la ciudad de Trujillo. Desde este punto a Pacasmayo existen unos noventa minutos de recorrido hacia el norte por la carretera Panamericana. Se puede alquilar un auto en Trujillo o viajar en colectivo (que por cierto son muy económicos); el viaje se extiende hasta avizorar la fábrica de Cementos Pacasmayo, punto de referencia para virar a la izquierda y adentrarse primero a la ciudad y posteriormente al balneario. Además se puede viajar por tierra desde Lima; la distancia es de quinientos cincuenta kilómetros y el recorrido demora unas ocho horas.
Clima: El clima es templado y agradable casi todo el año, con una temperatura promedio entre los 20 y 25 °C. Sin embargo, entre los meses de diciembre a marzo este promedio se incrementa y en algunas ocasiones sobrepasa los 30°C durante dichos meses de verano.
Qué llevar: Se recomienda llevar ropa ligera, una gorra y algún protector solar para la piel, indispensable una cámara fotográfica (si usted desea guardar el mejor crepúsculo de estos parajes). Si va en auto, recomendamos llenar el tanque en la ciudad de Trujillo, es importante no olvidar llanta de repuesto y herramientas para el vehículo. Para los amantes del surf: en Pacasmayo revientan buenas olas de regular envergadura.
Alojamientos: Despertar frente al mar es un lujo casi obligado en Pacasmayo. Opta por El Faro Adventure Resort, sus habitaciones miran al mar y al famoso faro. El atardecer se debe disfrutar desde su piscina infinita. Precio: desde US$ 120 por habitación doble.
También está el hotel Pakatnamu, ubicado en pleno malecón Grau. Funciona en una casona antigua con vista privilegiada. Precio: desde S/130 por habitación doble. Incluye desayuno y cochera.
Santa Rosa:
Cómo llegar: Llegar a la caleta de Santa Rosa es muy sencillo. Basta tomar la ruta de Chiclayo a Pimentel y luego el camino asfaltado hacia la izquierda que corre paralelo al océano. De Pimentel a Santa Rosa hay sólo siete kilómetros.
Dónde comer: Imposible no recomendar el restaurante de don Víctor y su esposa (en el centro de la playa). Probamos, entre otras cosas, un delicioso arroz con mariscos y un cebiche mixto de quitarse el sombrero. ¡Todo obtuvo 20 de nota!
Además existen varios restaurantes especializados en platos sobre la base de pescados y mariscos. Todos rústicos pero de muy buena sazón.
Dónde hospedarse: Es posible hospedarse en el hotel de la familia Failoc, ubicado frente a la playa. La ubicación es inmejorable y desde allí se puede disfrutar mucho del panorama.
Excursiones: Es posible contratar los servicios de los pescadores locales para ir de pesca o a bucear. Los meros, chinos y chitas son abundantes. Pimentel esta cerca y es un buen lugar para pasar algunas horas. Cuenta con buenos restaurantes, varios hostales y sobretodo, la mayor concentración de caballitos de totora de la costa peruana.
La caleta de San José, a unos 18 kilómetros al norte, es también una excursión interesante. Pruebe el cebiche de raya seca o chiringuito, no lo defraudará.
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