Los quipus no murieron en la Colonia como suele decirse, prueba de ello son los 267 quipus que alberga la comunidad de Rapaz. Una encantadora localidad a visitar, donde se come bien, y sobre todo alberga un inconmensurable tesoro.
Por Nelly Rojas
A 300 kilómetros al noroeste de Lima, siguiendo la ruta que lleva a Churín y Huancahuasi, se encuentra la Comunidad Campesina San Cristóbal de Rapaz, un acogedor pueblito enclavado en la provincia limeña de Oyón, y que cobró notoriedad mediática a partir de enero del 2004, cuando el antropólogo estadounidense Frank Salomon, de la Universidad de Wisconsin EEUU. inició los estudios de investigación y puesta en valor de los portentosos quipus que se guardan respetuosamente en la Casa de cuentas o Kaha Wayi del pueblo. En ellos se guarda, también, la historia ancestral y contemporánea de la comunidad.
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El proyecto fue promovido por la Fundación Telefónica y respaldado por la Nacional Science Foundation, Fundation Wenner Gren, Fulbright Hayes del Perú y la Fundación Mallqui.
En realidad, la existencia de estos venerables quipus fue descubierta por el arqueólogo peruano Arturo Ruiz Estrada en 1979 y dada a conocer a la comunidad científica nacional en 1981, sin que ello tuviera mayor repercusión. Recién luego que se conocen las conclusiones a que llegan las investigaciones del doctor Frank Salomon, sabemos que no se trata de quipus gigantes, como empezaba a denominarlos la prensa, sino de unos 267 quipus separados, algunos tan grandes que, a primera vista, daban la impresión de ser uno solo.
Los quipus de Rapaz corresponden a los denominados “patrimoniales” o “etnográficos”, pues tuvieron un sustrato histórico prehispánico; estuvieron vigentes en comunidades remotas y/o pastoriles en el periodo Colonial y actualmente han asumido funciones vinculadas a diferentes ceremonias, como las de transmisión de mando en la comunidad de Tupicocha en Huarochirí, sierra de Lima (Salomon, 2004).
Una de las características de estos quipus, según el antropólogo Frank Salomon, es que están elaborados en lana de camélidos, pero también llevan materiales de origen industrial, razón por la cual se considera que se siguieron modificando hasta bien entrado el siglo XIX e incluso hasta el XX. Un interesante detalle que demuestra que el arte de los quipus no murió durante la colonia (siglos XVI al XIX), como generalmente se cree, sino que duró hasta tiempos modernos. En ellos está registrada toda la historia de San Cristóbal de Rapaz, su vida prehispánica y también su vida contemporánea.
Una vuelta hasta San Cristóbal de Rapaz
Para llegar hasta Rapaz hay que subirse en esos buses que llevan a los baños de Churín, seguir de largo y llegar al cómodo albergue comunal de Huancahuasi; allí no solo será bien recibido sino que durante el almuerzo podrá saborear una suculenta trucha recién pescadita, . Cómala nomás, estamos seguros que vas a repetir. Humeantes papas nativas y abundante ají molido con huacatay y queso acompañan este generoso platillo al que nadie puede resistirse.
Luego de calmar los clamores del estómago hay que entregarse a un sueño reparador pues al día siguiente, muy de madrugada, hay que subir a San Cristóbal de Rapáz (4200 msnm.). Al llegar uno se encuentra con un encantador pueblito de gente respetuosa, trabajadora y amable. En su vistosa placita tienen una iglesia de más de 400 años de antigüedad que posee fascinantes murales en los que se cuentan la vida de Cristo y la Virgen María, pero también pasajes buenos y malos de la vida comunal y que fueron declarados como una obra de arte por la prestigiosa institución World Monument Watch.
Entonces hay que desplazarse hacia la “Casa de cuentas” o “Kaha Wayi”. Alli se pueden ver a los majestuosos quipus en pleno. Con mirada acuciosa hay que observar el cuidado con el que se han conservado y los detalles de los nudos indescifrables para nosotros. Junto a esos nudos aparecen objetos pegados a ellos, representaciones en miniatura: una dama con falda larga, un soldado español con uniforme del virreinato tardío y un soldado chileno con pantalón rojo, como se usaba en la Guerra del Pacífico. Aparecen también por allí trozos de nacaradas conchas marinas, y curioso personaje que llama la atención campesino con una bolsita en la que lleva pequeñísimas hojas de coca.
En este recinto, además de albergar a los quipus más largos conocidos hasta ahora, los comuneros realizan mesadas en el mes de enero para determinar si en el año habrá lluvias y buenas cosechas. Entonces ya lo sabe no se vaya de aquí sin disfrutar de la amena conversación con los comuneros, sin entregar una generosa propina para el cuidado de los quipus y sin redactar una bonita dedicatoria al patrimonio que se oculta en esta parte del Perú.
En rumbo:
¿Cómo llegar?: Rapaz se encuentra a 300 Km. de Lima, se llega en 5 horas en camioneta particular. Si se va en transporte público se debe bajar en el puente Tingo, donde hay servicio de combis a Rapaz.
Alojamiento: No hay hoteles, pero sí casas hospedajes que brindan habitaciones y alimentación. En el cercano pueblo de Huancahuasi, además de baños termales, hay diversos alojamientos.
Gastronomía: El plato típico es el “rogro” (potaje a base de carne de oveja con habas y trigo).
Otros atractivos: La iglesia San Cristóbal, declarada Patrimonio Cultural de la Nación. El sitio arqueológico de Rapazmarka y el impresionante Farallón de Pungullo. Rapaz tiene más de 30 lagunas, las más visitadas son Quellaycocha, Chaupicocha, Morococha, Chuncaicocha, Yanacocha, Cochaquillo.
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