Dicen que Marcona (Nasca, Ica) es un paraíso por conocer, para comprobar esa afirmación un equipo de Rumbos del Perú viajó hacia ese destino. En su ruta, realizó variadas paradas y excursiones en las que, de alguna manerea, había que ir o estar arriba, siempre arriba.
Por Rolly Valdivia
Arriba, siempre arriba, mi escuela experimental, mi escuela sin igual… se escuchaba los lunes, especialmente los lunes, pero no solo los lunes, en el patio de un colegio de primaria en el que se exhortaba, igualmente, a estar “adelante siempre adelante, estudiando la ciencia y el arte”, bueno, al menos en teoría y en la percepción del autor anónimo o nunca mencionado del himno de la no excesivamente gloriosa 1100.
Ese era el nombre o, mejor dicho, el número de mi escuela primaria que, en la época de mis hermanos mayores, fue un centro educativo experimental, aunque desconozco totalmente que experimentaban en sus aulas. Eso sí, sospecho que aquellos ensayos fracasaron estrepitosamente, porque en vez de irse para arriba, siempre arriba, la institución se fue abajo, tan abajo que ahora es solo un recuerdo.
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La 1100 desapareció. Ya no existe. Es pasado de uniforme plomo, de cuadernos al día, de “te la corto pa’ la salida”, de tediosas formaciones bajo el sol o la niebla. Pero todas esas escenas volvieron de manera inesperada en el sur, durante una ruta en la que iría revelándose que eso de estar arriba –de un mirador, de un acantilado, de una duna, de una avioneta– era una buena opción. Una excelente alternativa.
Será por eso que aquel himno de la primaria dejó de ser un recuerdo para convertirse en arenga privada y la susurrante cortina musical –por vergüenza que los compañeros de viaje la escucharan– en la escapada al paraíso por conocer o ya conocido en mi caso particular, porque no hay primera sin segunda ni segunda sin tercera y mejor lo dejamos ahí. Total, en mi escuela sin nombre de héroe aprendí a contar hasta más allá del 1100.
No más cuentas ni números. Solo lugares y destinos, paradas y excursiones en el camino a Marcona (Nasca, Ica). Allí no se llega por ‘arriba, siempre arriba’ sino bien pegadito al asfalto de una carretera que saliendo de Lima enrumba hacia Pisco y sus humedales por proteger, se va a Ica con su oasis llamado Huacachina y llega a Nasca que es mucho más que sus líneas, para seguir proyectándose más al sur.
Vía Panamericana. Kilómetro 483. Una salida, un desvío a la derecha. Solo faltan 40 kilómetros para descubrir el paraíso o seguir descubriéndolo con largavista y telescopios, como sucedió en Pisco Playa, no tan lejos del muelle de San Andrés, donde varios humedales con vista al mar son amenazados por el crecimiento urbano. La naturaleza resiste, lucha, espera que los hombres tomen la decisión de cuidarlos y protegerlos.
«No hay conciencia en temas ambientales. Muchos pobladores quisieran que esta área no existiera”, comenta con pesar Víctor Ramos, un ingeniero pesquero que reside en esta zona de espejos de aguas provenientes del río Pisco y del Pacífico. Un deseo perverso que, lamentablemente, empieza a hacerse realidad. “El 30 por ciento de los humedales se ha perdido”, agrega con pesar, pero sin perder la esperanza.
Y aquí no hay arriba, siempre arriba. Todo se ve pisando tierra o arena: el verdor que rodea las lagunas, las aves que nadan, vuelan, se alimentan en las orillas y en el mar, el muelle partido que revela desidia y olvido, las sombrillas playeras que se alzan como una promesa de relajo, el desmonte contaminante e invasor. Los humedales entusiasman por su diversidad y fácil acceso, pero preocupan por su conservación. ¿Resistirán?…
Sí, resistiremos. Paso a paso en una duna. Arriba, siempre arriba como en el himno escolar. Arriba para ver a plenitud la Huacachina (Ica) –con sus aguas verdosas, con su brevedad urbana, con sus palmeras frondosas, con su arenosa sinuosidad–. Arriba para volar en parapente, descender en una tabla de sandboarding o sentir el vértigo motorizado viajando, saltando, gritando en un tubular.
Arriba, más arriba en Nasca, la siguiente parada en la búsqueda del paraíso marcoreño. La avioneta, el despegue, la voz del guía en el auricular. Sobrevuelo a las líneas y geoglifos que los antiguos trazaron en un territorio seco y sin viento. Cómo y por qué las hicieron. Curiosidad pasajera, interrogantes que se esfuman cuando el colibrí o el cóndor, el perro o el mono, las manos o el astronauta, aparecen en la pampa como un milagro.
Ver, descubrirlas, admirarlas. Volver a tierra. Estar abajo para conocer la historia prehispánica de Nasca en el Museo Didáctico Antonini, visitar el acueducto de Ocongalla, el centro ceremonial de Cahuachi con sus pirámides de adobe y el antiguo cementerio de Tambo de Perro. Huaqueado, profanado, maltratado como tantos otros vestigios de nuestro pasado arqueológico. Por qué lo hacemos, por qué seguimos haciéndolo.
Parada breve, preocupación permanente. La ruta continúa en territorio nasqueño. Subir y bajar en la duna Usaka, también en la zona norte de la Reserva Nacional San Fernando. Arriba, mejor arriba –si me permiten la innovación a la letra original– para fijarse en el espléndido horizonte marino desde un promontorio natural o contemplar la franja de verdor que tapiza las riberas del río Grande en el estuario de Santa Ana.
La estrategia se mantiene, la estrategia no cambia ni varía en Marcona. Miradores. Varios miradores playeros y de las esculturas que la naturaleza formó en la franja costera: La Ninfa, El Oso y el Delfín, La Tortuga y el inmenso y notorio Elefante que bebe eternamente de las aguas oceánicas y playeras de un distrito que es relajo en Acapulco y Playa Hermosa, pero que se viste de diversión en Los Leones.
No son todos. Hay otras atalayas. La de la Reserva Punta San Juan –con sus lobos y sus aves que están allácito nomás–, y el de Ada, dedicado a una mujer que todos los días se acercaba a ese promontorio de la playa La Herradura, para encontrarse con el Pacífico. Dicen que cuando la enfermedad y la muerte la acecharon, ella decidió pasar sus últimos días en ese lugar que amaba apasionadamente, ese lugar que era, es y seguirá siendo suyo.
Pasará lo mismo con el arriba, siempre arriba que aprendí en el colegio, se mantendrá en mi memoria como la cortina musical de este viaje, aunque por timidez y vergüenza lo haya cantado bajito en Huacachina y en Nasca, en el norte y el sur de San Fernando, donde aviste tres cóndores que –vaya casualidad– llegaron de arriba, bien arriba, desde los Andes, para abrir sus alas en un mar limpio y sano. El mar de Marcona. El mar del paraíso por conocer.
En Rumbo:
El destino: Marcona es uno de los cinco distritos de la provincia de Nasca (Ica). Desde Lima parten buses que llevan directamente a San Juan de Marcona. En Nasca encontrará buses y colectivos (Tiempo de viaje: una hora, aproximadamente).
A tener en cuenta: para ingresar a la zona norte y sur de la Reserva Nacional San Fernando es necesario solicitar una autorización a la jefatura de la reserva. Escriba al correo electrónico jrios@sernanp.gob.pe.
Opción: “Promovemos un turismo científico y de avistamiento. No queremos invadir ni ser intrusivos. Nada de selfis con el pingüino o el lobo marino. Eso estresa a los animales”, explica José Luis Abeo, jefe de Comunicaciones de Marcobre, empresa minera peruana que impulsa el turismo en el distrito.
Futuro: El alcalde de Marcona, Elmo Pacheco Jurado, potencializará la actividad turística y los atractivos de su distrito durante su gestión.
Importancia: Los humedales son vitales porque proveen de agua dulce, purifican el agua, son el hábitat de diversos animales, sirven de refugios para las aves migratorias, entro otros aspectos.
El dato: El junio de 2012 se creó el Área de Conservación Regional Laguna de Huacachina.
Recomendaciones:
En Nasca
Agencia Alegría Tour Perú
www.alegriatoursperu.com/es/
info@alegriatoursperu.com
(51) (056) 522497
(51) 956640619
Hotel Alegría
www.facebook.com/HotelAlegriaNazca/
Jirón Lima 168 Nasca (382,34 km)
Teléfono: (056) 522702
En Huacachina
EcoCamp y Desert Night
Calle 1, # 106
Teléfono: (51) 956000487
Encuentra más destinos del Perú en → http://bit.ly/2BV2nOt
Rumbos del Perú agradece a Marcobre, a la Municipalidad Provincial de Marcona y al Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) por las facilidades brindadas para la realización de esta crónica.
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