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Tejido de Shicras: un arte lleno de color y paciencia

Entramados en estas “bolsitas” se encuentran los secretos de una técnica de tejido ancestral que además de ser empleada en la elaboración de estas piezas, también protegió edificaciones milenarias de movimientos sísmicos 

 Mano y fibra natural son lo único que han necesitado las tejedoras de shicras de la región de Huarochirí ubicada en la sierra de Lima, especialmente en las localidades de San Andrés de Tupicocha, Santiago de Tuna y Chaute. En estas zonas actualmente sobrevive la técnica en un grupo de mujeres asentadas allí, y que trata de mantener la tradición del tejido de fibra natural vivo entre sus descendientes. 

Con sesiones de observación y como tarea asignada para las horas libres, las tejedoras más experimentadas van transmitiendo el conocimiento sobre la técnica de tejido y también sobre el proceso de preparación de la hebra vegetal empleada en la confección de estas bolsas. 

Generalmente, son las niñas quienes desde temprana edad son iniciadas en este arte que les permite elaborar sus primeras bolsitas de uso personal. Las madres son las encargadas de orientar y avivar la creatividad de las jóvenes tejedora.

Un amarre de historia y tradición 

La palabra shicra proviene del quechua “sikra”, que significa cestilla tejida o esportilla. Así se denomina a una especie de bolsa de fibra vegetal de la cual se han encontrado referencias arqueológicas que datan del lapso en el que llegaron a estas tierras los primeros pobladores del territorio andino central, estamos hablando entre 9.000 a 1.500 años a.C. 

Vestigios de estos tejidos se han documentado también en zonas como Galgada en Ancash, Caral al norte de Lima, Huaca Prieta en el valle de Chicama, La Libertad, entre otros. 

Actualmente es posible encontrar estos tejidos en algunas comunidades de la Amazonía y en zonas de la sierra central y con una diversidad de fibras vegetales. También se sabe que en otros pueblos como Langa y Lahuaytambo se sigue confeccionando estas canastillas aunque en menor cantidad. 

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Horas de paciencia y experiencia…

La producción de una shicra lleva mucho más que la fibra de casca – como se conoce localmente a las hebras que se obtienen de la planta Fourcraea Andina que crece de manera silvestre en las zonas más cálidas entre los mil y  1.800 metros sobre el nivel del mar. 

Una vez cultivada la planta, sus hojas son cortadas y trituradas con ayuda de una piedra para poder extraer la pulpa que da origen a la fibra. 

Luego de un intenso proceso de lavado y secado en serie, se tiñe con plantas y raíces que permiten obtener unos 10 tonos que van desde los azules más claros hasta los intensos rojos típicos de nuestro textil. 

Cuando ya se ha preparado la hebra, es que comienzan a torcerse y entrelazar esa especie de soga natural en una secuencia de movimientos que simulan una letra “S”, combinando entre cada amarre con movimientos que imitan una “Z”. 

¿Parece fácil, cierto? Pues producir una bolsa de tamaño mediano, puede demorar hasta un mes, con una dedicación de 3 horas diarias aproximadamente. Con esa sencilla combinación de movimientos las tejedoras son capaces de crear shicras con diseños fabulosos, de los cuales se identifican fácilmente al menos 12 patrones de punto. 

Una pieza de gran utilidad

 

Una shicra es más que un complemento de vestuario. Estas prácticas y útiles bolsas son empleadas para transportar las semillas que se llevan al campo a cultivar; herramientas pequeñas; en ellas se transporta comida, botellas de agua o licor o se emplea para compartir alimentos en la mesa. 

Sirven además como bolso para artículos personales y tanto, mujeres, como hombres y niños portan siempre su shicra. Incluso, algunas son tejidas en tamaños especiales para adaptar a las sillas de los animales de trabajo y facilitar el transporte de lo recolectado en el campo. 

Viviendas antisísmicas soportadas por shicras

Este tejido ancestral resulta tan práctico y resistente que en la antigüedad la técnica fue empleada para erigir casas capaces de soportar movimientos sísmicos ¿Pueden creerlo?

Hace más de una década que diversos investigadores de reconocidas casas de estudios en el Perú han documentado la implementación de estos tejidos en la técnica de construcción de la cultura Caral.

Por más de 400km de costa en la parte centro-norte del país, se halla la evidencia arqueológica de la implementación de tejidos de fibra vegetal en la elaboración de inmensas canastillas que se rellenaban con piedras,  y con ellas,  se soportaba la construcción de las bases de los muros en los antiguos templos y pirámides ceremoniales de la cultura Caral.

Las investigaciones que iniciaron en 2011, concluyeron con la presentación de una interesante propuesta al Estado, en la que –entre otros importantes alcance- se sugiere que este tipo de técnica pudiera garantizar la construcción de viviendas seguras ante sismos, recuperar rápidamente la infraestructura en zonas en las que es frecuente el movimiento telúrico e impactar notablemente en la recuperación de una técnica altamente efectiva para la construcción en lugares con las características demográficas de nuestra costa.

 

En otras palabras, estaríamos rescatando un proceso de edificación  que surgió de la experiencia de nuestros antepasados y que desde hace más de 5 mil años está en pie demostrando su efectividad. 

Una alternativa “ecoamigable para todos”

La demanda de shicras en reemplazo de bolsas de plástico pudiera convertirse en una alternativa realmente sustentable tanto para el medio ambiente como para la economía local de las regiones que aún conservan esta milenaria técnica de tejido. 

Incluso, la preservación de este conocimiento ancestral pudiera beneficiarse con la masificación entre los jóvenes habitantes de la sierra peruana. 

Tejer, producir, conservar, apreciar, comercializar y enaltecer son tan solo alguno de los términos que pudiéramos en los sucesivo añadir a la descripción de este arte que nos hace sentir orgullosos de nuestra herencia cultural. 

En rumbo: 

Contacto: www.ruraqmaki.pe/tejedoras-de-tupicocha/

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