La crisis sanitaria ha golpeado a más de 10 mil trabajadores del Camino Inca a Machu Picchu, a 40 mil artesanos que dependían de los visitantes y a las comunidades que ofrecían turismo rural. Muchos de ellos regresaron a sus chacras para retomar los trabajos agrícolas, y muchos otros han quedado desempleados. Esta es la historia de cómo el nuevo coronavirus ha afectado a las familias más vulnerables en la región turística más importante del Perú: Cusco.
Por José Victor Salcedo / Ojo Público
La crisis sanitaria ha golpeado a más de 10 mil trabajadores del Camino Inca a Machu Picchu, a 40 mil artesanos que dependían de los visitantes y a las comunidades que ofrecían turismo rural. Muchos de ellos regresaron a sus chacras para retomar los trabajos agrícolas, y muchos otros han quedado desempleados. Esta es la historia de cómo el nuevo coronavirus ha afectado a las familias más vulnerables en la región turística más importante del Perú: Cusco.
Antes de la pandemia, casi todos los porteadores, artesanos y comunidades indígenas que dependían del turismo en el Valle Sagrado de los Incas vivían sin apuros económicos. No les sobraba el dinero, pero tampoco les faltaba. Sin embargo, el 15 de marzo -cuando se declaró el Estado de Emergencia por la Covid-19 en el Perú- todo cambió: muchos trabajadores del sector, entre ellos un gran número que vive en los pueblos de las provincias cusqueñas de Calca y Urubamba, dejaron de percibir ingresos; y pasaron al grupo creciente de desempleados.
En 2018, el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur) estimó que 1.7 millones de turistas extranjeros habían visitado el Cusco, lo que representó el 39,5% del total de visitas al Perú. El destino preferido de los turistas fue Machu Picchu, un santuario que, antes de la pandemia, recibía más de 4 mil visitantes al día. Otros atractivos concurridos entonces fueron Sacsayhuaman y la ruta del Valle Sagrado de los Incas, que agrupa a un conjunto de comunidades dedicadas al turismo rural comunitario y a la agricultura.
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Un estudio de 2019, elaborado por el Centro Bartolomé de las Casas y Propuesta Ciudadana, señala que el turismo empleaba a 15 de cada 100 personas en Cusco y generaba 120 mil empleos formales en la región. Sin embargo, la crisis sanitaria por la Covid-19 obligó a cerrar hoteles, restaurantes, agencias de viaje y todas las empresas y negocios ligados al sector.
En ese contexto, la mayoría de personas dedicadas al turismo han vuelto a sus chacras para hacer agricultura. Sin embargo, la época de siembra acaba de empezar, por lo que la producción será cosechada recién entre marzo y mayo de 2021.
“Nosotros solo teníamos trabajo en turismo. Ahora no tenemos ningún apoyo del Estado ni de las agencias. La gente está muriendo de hambre. Algunos hemos gastado nuestros ahorros y ya no tenemos nada. Muchos han vuelto a sus pueblos a trabajar la chacra”, cuenta Teófilo Gutiérrez, dirigente de los cocineros del Camino Inca.
Edwin Alcázar, presidente de la Federación de Porteadores del Camino Inca, jamás imaginó que este año se quedaría sin trabajo. El 15 de enero las intensas lluvias ocasionaron un huayco en la zona Pacaymayo de la ruta que conduce a Machu Picchu. El accidente mató a un porteador y dejó a otros dos con heridas graves.
Ese día la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco y el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp) suspendieron el recorrido de turistas por el camino prehispánico. Cada día, antes de la pandemia, 700 visitantes nacionales y extranjeros pagaban por atravesar esa ruta.
En febrero, el Camino Inca continuó cerrado por trabajos de mantenimiento. Según las autoridades del área, sería reabierto en la primera quincena de marzo. No obstante, la declaración del Estado de Emergencia suspendió las actividades indefinidamente.
Entonces, Edwin Alcázar y miles de porteadores debieron aceptar que estarían sin trabajo durante un largo período. La peregrinación turística por el Camino Inca generaba empleo a 10.800 porteadores y a mil cocineros. El recorrido toma cuatro días y estos trabajadores percibían sueldos de entre S/ 190 y S/ 230 al día, dependiendo de la agencia de viajes que los contrataba. En un mes hacían, como mínimo, cuatro viajes y podían ganar entre S/ 760 y S/ 920.
Del total de porteadores de Cusco, 5 mil son de la provincia de Calca, 3 mil de Urubamba y el resto de las provincias de Anta, Paucartambo y Quispicanchi. Todos ellos viven en comunidades quechuas. En Urubamba hay 51 de estos pueblos, en Calca 97, en Anta 82, en Paucartambo 128 y en Quispicanchi 116, según la Base de Datos de Pueblos Indígenas u Originarios del Ministerio de Cultura.
Artesanía golpeada
Otra de las actividades que ha sido afectada por la pandemia es la artesanía. Ante la caída del turismo, el presidente de la Benemérita Sociedad de Artesanos de Cusco, Julián Mejía Ramírez, abrió una tienda de abarrotes y productos agrícolas. Para ello usó sus ahorros.
“El 16 de marzo dejamos de recibir ingresos. Todo se paralizó. Los talleres y la producción no se han movido desde ese día”, explicó a OjoPúblico. Según Mejía, en la región de Cusco 40 mil personas se dedican a la artesanía, en las 13 provincias de esta región. Esta actividad integra a maestros en imaginería, textilería, tallado, alfarería, cueroplastía, platería, tallado en madera y piedra, entre otras especialidades.
A fines de agosto, azotados por la crisis, los artesanos de esta región protestaron en la Plaza Mayor de Cusco. Sus demandas incluyen, en primer lugar, que se declare en emergencia al sector. “Nos sentimos olvidados, pese a que somos una fuente importante del movimiento económico en la región. Queremos que el Estado nos incluya en sus planes de reactivación”, dijo Juana Mendívil, representante de los grandes maestros de la artesanía de Cusco.
El segundo reclamo apunta a la entrega de un bono de S/ 760 para el sustento de sus familias. “Solo algunos recibieron subvención del gobierno, pero ninguno de los 57 miembros de la Benemérita Sociedad de Artesanos ha recibido ese apoyo”, señaló Mejía Ramírez. La tercera demanda, por último, consiste en la aprobación de préstamos personales con bajas tasas de interés, y con un año de gracia; como mínimo.
Las tejedoras de Chinchero -reconocidas por los diseños originales de sus mantas, ponchos, chullos y otras prendas- también fueron afectadas por la crisis económica ocasionada durante la pandemia. La directora del Centro de Textiles Tradicionales de Chinchero, Nilda Callañaupa Álvarez, señaló que los ingresos de las mujeres que trabajaban allí cayeron 95% durante estos meses.
El lugar funciona desde hace medio siglo y, antes de la pandemia, empleaba a 42 tejedoras de las comunidades originarias quechuas Ayarmaca, Ayllopongo, Coricancha y Pongobamba. “[Ahora] estamos haciendo trabajos puntuales para cubrir algunos pedidos, pero no tenemos muchos ingresos”, precisó Callañaupa.
Turismo rural suspendido
El circuito turístico en Cusco no incluye solo Machu Picchu sino también el Valle Sagrado de Los Incas, en las provincias de Calca y Urubamba. Allí existen comunidades quechuas que ofrecen turismo vivencial. Amaru es una de ellas. Este centro poblado se ubica en el distrito de Pisac, en la provincia cusqueña de Calca, a una hora de viaje desde la ciudad de Cusco, y a escasos kilómetros del Parque Arqueológico de Pisac.
Se le conoce como la “Tierra de los Yachaq” (maestros). Tres son los ejes de su economía: la agricultura, la ganadería y el turismo rural comunitario. De las 240 familias que viven allí, 60 dependían exclusivamente del turismo vivencial, y la mayoría de los hombres de la comunidad trabajaban como porteadores en el Camino Inca.
Gregorio Sotalero Tacuri, presidente de la Asociación Laraipas, entidad que agrupa a todas las familias que ofrecían servicios a los visitantes en Amaru, explicó a OjoPúblico que los turistas llegaban a esta comunidad para experimentar la siembra y cosecha de productos agrícolas, participar en las ceremonias de ofrenda a la pachamama (madre tierra) y del K’intuy, un ritual con hojas de coca para agradecer a las montañas sagradas.
Los visitantes también podían observar el proceso de diseño y elaboración de textiles y disfrutar de la comida típica de la zona, realizar caminatas y conocer, de primera mano, las costumbres del Valle Sagrado. “Cada familia adecuó, en sus casas, cinco o diez camas para atender a los turistas. En eso invirtieron su dinero y ahora, con el turismo suspendido, no tienen ingresos”, contó Sotalero.
Muy cerca de Amaru se encuentra la comunidad indígena Pongobamba, en el distrito de Chinchero, provincia de Urubamba, a menos de una hora de viaje desde Cusco. La pandemia también azotó a esta localidad. La Asociación Turismo Rural Comunitario Kusikausay, integrada por 15 familias, vivía de los ingresos de esta actividad.
“Vendíamos artesanía, dábamos hospedaje y comida a los turistas. Llegaban en grupos dos o tres veces a la semana. Al menos teníamos una ganancia de S/ 400 al mes. Pero, con esta enfermedad, hemos fracasado”, explicó Luz Marina Quispe Quispe, presidenta de la Asociación Turismo Rural Comunitario Kusikausay.
Pongobamba, comunidad donde se encuentra la hermosa laguna de Piuray, es otro de los atractivos del Valle Sagrado que, usualmente, congrega a turistas aficionados a deportes de aventura, como stand up paddle. En esta comunidad 300 personas se dedicaban al turismo, ofrecían sus viviendas a los visitantes o servían como guías. Ahora, sin embargo, pasan apuros económicos.
“Tenemos préstamos que no podemos pagar. Quisiéramos que nos ayuden con la reprogramación de nuestras deudas. También, con programas para criar animales y fitotoldos, para evitar las heladas y para producir fresas y hortalizas”, pidió Luz Marina, una comunera de Pongobamba.
En la región Cusco hay 150 emprendimientos comunales de turismo rural, pero solo 21 están reconocidos por el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur). “De esos, la mayoria (15) está ubicado en el Valle Sagrado de los Incas y seis en el Valle Sur de Cusco”, precisó Norma García Ventura, coordinadora del área de economía solidaria del Centro Bartolomé de Las Casas de Cusco.
Sin alternativas ante la crisis
El presidente de la Federación de Porteadores del Camino Inca, Edwin Alcázar, recuerda que al inicio de la pandemia envió cartas a los congresistas para que impulsaran la entrega de un bono de S/ 750 para los trabajadores de esta actividad, pero no los atendieron. “No hemos recibido subsidios del Estado porque los porteadores emiten recibos por honorarios, pues trabajamos con agencias formales”, explicó.
La especialista en economía solidaria Norma García observó que los bonos estatales no llegan a los pequeños emprendedores. “El FAE (Fondo de Apoyo Empresarial) Turismo y las ayudas de la Dirección de Cultura no llegan a la mayoría. Están pensados para una empresa y te pone como requisito que tengas una determinada cantidad de ventas al año”, indicó.
La Defensoría del Pueblo de Cusco también solicitó, al inicio de la pandemia, medidas concretas para las comunidades indígenas de esta región. “Pedimos al gobierno local de Ollantaytambo que asegure canastas de víveres para las familias de los porteadores. Y, al Ministerio de Cultura, que identifique a las comunidades originarias (dedicadas al turismo) para apoyarlas ante la crisis”, explicó la defensora del pueblo de Cusco, Rosa Santa Cruz.
Por su parte, el jefe de la Dirección Regional de Comercio Exterior y Turismo (Dircetur) de Cusco, Fredy Deza de la Vega, dijo que enviaron cartas al Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y a la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) solicitando que declaren en emergencia al sector artesanal, y les entreguen bonos y créditos con un periodo de gracia de un año. “Trataremos de conseguir que estos pedidos se cumplan. También impulsaremos otras medidas para la reactivación del turismo en el mediano plazo”, comentó.
El último lunes 28 de setiembre el gobernador regional de Cusco, Jean Paul Benavente, presentó un plan para reactivar el turismo y dijo que se ejecutará de manera progresiva. Desde el 15 de octubre se reabrirán algunos atractivos para los visitantes locales y nacionales. En el caso de los turistas extranjeros -quienes realizan el Camino Inca y visitan las comunidades originarias- las expectativas son a mediano y largo plazo.
Benavente anunció que el Gobierno Regional de Cusco desembolsará S/ 2 millones para la reactivación de los pequeños negocios que vivían del turismo. «El FAE Turismo no ha llegado a las empresas pequeñas, a las personas que vivían de esta actividad. Ellos necesitan incentivos y se los vamos a dar», dijo aunque no detalló plazos ni modos de entrega.
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