¿San Pablo de Valera o Cocachimba? Esa es el dilema a la hora de planificar la visita a Gocta. Pero, sea cual fuere su elección, la travesía hacia una de las cascadas más altas del mundo, es siempre una extraordinaria vivencia.
Surcaste los históricos caminos de Kuélap, admiraste desde lejos las pinturas rupestres perennizadas en inmensas montañas, escuchaste con asombro los mitos que envuelven de magia a una magnífica ciudad, venciste el miedo a la altura y resististe, también, los dolores y achaques que persiguen a los citadinos.
MÁS RUMBOS: Kuélap, la ciudad fortificada | FOTOS
Después de todo eso y justo cuando piensas que la aventura ha terminado, escuchas que los guías hablan sobre las 22 cataratas de la provincia de Bongará (Amazonas), conocida como el ‘valle de las cataratas’. En la conversación una caída de agua es la más mentada: Gocta, entonces, a pesar del cansancio y las complicaciones, te animas a salir en la búsqueda de esa maravilla de la naturaleza.
Hace algunos años supiste de su existencia cuando los medios de comunicación publicaron una gran noticia: en las delineadas cumbres de verdor de la región Amazonas, existía una catarata de 771 metros de altura, según los informes de un alemán inquieto y avezado llamado Stefan Ziemendor.
Stefan eligió la comunidad de Cocachimba para emprender su aventura. Sin embargo, tú has decidido la ruta más larga, esa que parte de San Pablo de Valera, comunidad pequeña, sencilla, pero muy acogedora, a 43 kilómetros de Chachapoyas (la capital regional).
Catarata de emociones
Ya en sus dominios, notas que los pobladores te observan con detenimiento. Poco a poco se acercan, te saludan con respeto y cariño, luego se ofrecen como guías. Agradeces, pero ahora tienes otras preocupaciones: no trajiste abrigo, tampoco botas ni mucho menos guantes. Y, al parecer, hasta tus zapatillas que considerabas todoterreno, solo te servirán un par de horas. Eso no es suficiente para soportar el trayecto de 5,8 kilómetros que separan la comunidad de la catarata.
Algo peor, notas que el sol que acompañó tus primeros pasos empieza a ocultarse. Ahora el viento golpea levemente tu rostro y la frondosa vegetación se va eclipsando con la neblina. ¿Aviso de lluvia? Sí, responden los pobladores, pero no hay nada que temer, agregan.
Sin contratiempos e inconvenientes, ellos te ofrecen los accesorios adecuados para sobrevivir. Lo más importante es el poncho impermeable y el caballo que te ayudará a aminorar tu cansancio. ¿ Montar? Dudas. Recuerdas que nunca lo has hecho y te atemoriza el terreno fangoso, pedregoso y, en algunos tramos, flanqueado de profundos abismos. Desistes. Irás a pie. Crees que caer de rodillas será mejor que desplomarse del lomo de un equino.
Caminarás más de dos horas. No será fácil. ¿Resistirás? Mejor a caballo, insisten. Vuelves a pensarlo. Eres consciente que no aguantarás la caminata si se mantiene un ritmo constante. Sabes que necesitarás largos descansos para recuperarte.
Aceptas. Tienes las riendas y estás listo para intimidar al bosque que intentará asustarte con sus terrenos irregulares y sus estrechos desniveles. Avanzas. El camino se interna en la extenuante geografía de montaña. Se siente la humedad de la ceja de selva, mientras la variada vegetación compone un paisaje increíble y único.
Los gallitos de las rocas, tucanes, colibrís no se dejan ver, pero ellos saben de tu presencia y te dan la bienvenida con pequeños murmullos. Otros pasan de un lado al otro con tanta velocidad que habría que tener un ojo de águila para poder avistarlos.
Bajas del caballo a mitad de camino. Te acercas a uno de los primeros miradores de la ruta. Tiempo para descansar y disfrutar de la cautivadora naturaleza. Tomas agua con prudencia y sacas la cámara para captar una panorámica de La Chorrera, como la conocen los pobladores. En esta parada la observas con asombro y te sorprende el sinuoso verdor que la rodea.
Decides volver a caminar para acercarte a ella y darte la ducha, perdón, tener la dicha de cargarte con su energía. Los rugidos de la catarata, que se escuchan con más intensidad, te animan a seguir, a pesar de las piernas temblorosas y cansadas, de la respiración cada vez más agitada y jadeante. A pesar del abrigo de los árboles, tu temperatura corporal está por debajo de lo normal. Pero no puedes echarte atrás.
Intentas adormecerte con las leyendas que se tejen alrededor de la catarata. Durante años los pobladores la ignoraron, no solo porque el camino era abrupto sino porque decían que allí vivía una mujer sirena, de cabellos dorados, y una belleza incontrastable. Ella custodiaba un tesoro al pie de Gocta y quienes se acercaban se desvanecían. ¿Cierto o no? Ahora ese temor es parte del pasado. Aunque las leyendas nunca mueren, solo se deja de creer en ellas.
Ya estás cerca. Solo falta subir por las escaleras. Te sostienes bien para no resbalar. En cada peldaño vas sintiendo que el viento golpea más fuerte. Empapado, te presentas ante ella. Abres los brazos y te quedas por unos minutos admirándola. ¿ Le pedirás un deseo, absorberás su buena energía o esperarás la salida de aquella hermosa sirena? No importa. Pase lo que pase tu esfuerzo será recompensado.
Los datos
* El Tour: Asociación Comunal de Turismo San Pablo Gocta- Bongará ( Amazonas). Contacto: Román Pérez Mendoza. T. #978 881 941 #948 104 074
* La guía: planifique en www.ytuqueplanes.com
Conozca este destino con RUMBOS VIAJES : rumbosviajes@rumbosdelperu.com
Añadir comentario