Gran parte de América del Sur está sufriendo un grave déficit de precipitaciones. Según la información publicada por la NASA en su sitio web, las señales de la sequía comenzaron a aparecer en las observaciones de gravimetría satelital en el sudeste de Brasil a mediados de 2018, y se habían extendido a partes de Paraguay, Bolivia y el norte de Argentina para 2020. Hasta el momento, la sequía actual es la segunda más intensa del continente desde 2002, sólo superada por la que ocurrió en 2015-2016 en el este de Brasil y Venezuela.
Investigaciones recientes han documentado una mayor frecuencia de eventos de sequías extremas en las últimas décadas en países amazónicos como el Perú y estas se deducen de la reducción de las lluvias en niveles por debajo de lo normal. Cuando la ausencia de lluvias se prolonga demasiado; ocurre un panorama nefasto: se reducen los caudales en ríos y en las recargas de aguas subterráneas. Esto causa escasez hídrica y, por lo tanto, un aumento en la demanda del agua, dice Ricardo Zubieta, investigador científico del Instituto Geofísico del Perú.
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Se ha reportado que Las sequías hidrológicas en ríos amazónicos del Perú y Brasil, ocurridas entre 2005 y 2016 impactaron severamente en el transporte fluvial, incrementaron severamente los incendios forestales en los Andes y propiciaron el deterioro de flora y fauna amazónica, según apunta el investigador.
“Obviamente el cambio climático está golpeando con más fuerza cada año y es momento de tomar grandes decisiones -señala el biólogo Mirbel Epiquien y enumera los peligros: la grave sequía que ya se viene reportando en gran parte del país; el retraso de lluvias, los reservorios de agua vacíos, los cultivos secos”
El Perú es un país que insiste en un modelo de producción agrícola basado en grandes construcciones de riego y monocultivos de gran escala. Esta forma de cultivo consume inmensos volúmenes de agua y sobreexplotación de recursos naturales: “Los programas presupuestales creados para recuperar suelos, para reforestar, para recuperar ecosistemas hídricos han ido languideciendo por falta de recursos durante los últimos años. Las herramientas están allí, listas para reorientar la visión de la agricultura nacional, sin embargo se necesita tener coraje para cambiar de paradigma”, sentencia Epiquien.
Agricultura en emergencia
Los pequeños agricultores llevan comida al 70% de las mesas peruanas y en esta pandemia muchos de ellos han gastado sus ahorros en estos meses de encierro para frenar la propagación del coronavirus. La ayuda destinada por el gobierno en esta emergencia ha sido para un grupo de agroexportadores.
“El lugar de refugio para los campesinos ha sido la parcela, que por lo menos le garantiza la posibilidad del acceso a la comida”, dijo la socióloga Giovanna Vásquez, experta en temas rurales y gerente de la Convención Nacional del Agro Peruano (Conveagro), una red de gremios agrícolas.
El nuevo presidente Francisco Sagasti dijo recientemente que una de sus tareas será implementar el objetivo “Hambre Cero” de Naciones Unidas. El programa busca promover prácticas agrícolas sostenibles apoyando a los pequeños agricultores con acceso igualitario a la tierra, la tecnología y los mercados. Sin embargo, para muchos el problema es el acceso a créditos por los agricultores. Si eso no se resuelve, se vuelve más accesible, muchos dejarán de sembrar en esta campaña.
En tanto El Gobierno de Perú declaró el Estado de Emergencia por sequías a 181 distritos norteños desde Tumbes, Piura, Lambayeque, Cajamarca, La Libertad y Áncash, por peligro inminente ante déficit hídrico.
“El tema es entender cómo funciona la naturaleza; necesitamos sembrar agua, cosechar agua, recuperar bofedales, recuperar vegetación, crear bosques nuevos, democratizar la distribución del agua, diversificar la producción agrícola, empoderar a las asociaciones y cooperativas”, finaliza Epiquien
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