- Casi dos décadas después de haberlo mirado por primera vez y tras varios estudios, un equipo de investigadores logró identificar a una nueva especie de mono que habita en la Amazonía peruana.
- El mono tocón de Aquino (Cheracebus aquinoi) se encuentra en los bosques de varillales y ribereños que se localizan entre los ríos Nanay y Tigre, así como en la Reserva Nacional Allpahuayo Mishana, en Perú.
Por Astrid Arellano – Mongabay Latam
En plena selva, internados en la Amazonía peruana, un equipo de científicos presenció en el suelo una pequeña batalla. Dos monos se revolcaban en una pelea, dándose vueltas en la tierra y defendiendo su territorio. “Los guías locales que nos acompañaban los separaron y ese momento fue clave, porque pudimos verlos de cerca”, narra la bióloga Fanny Cornejo.
Los especialistas vieron que esos monos, aunque tenían similitudes con otras especies de su género, definitivamente eran distintos: sus cabezas, manos y dorsos tenían coloraciones rojizas y crema. Esta escena ocurrió en 2005, en la cuenca alta del río Itaya. Casi veinte años después y tras un largo trabajo de investigación, la especie resultó nueva para la ciencia. Hoy ya se le conoce como el mono tocón de Aquino (Cheracebus aquinoi).
El nombre lo decidieron Fanny Cornejo Fernández —directora de Yunkawasi, organización dedicada a la educación ambiental, desarrollo social e investigaciones científicas en la Amazonía peruana— y sus colegas Guillermo D’Elía, Gabriel García, Elvis Charpentier y Edgardo Rengifo, quien coordinó el estudio sobre esta especie publicado en octubre de 2022. Cuatro de ellos fueron estudiantes del profesor Rolando Aquino, prestigioso investigador peruano y docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, quien lideró aquella expedición y a quien decidieron honrar por su amplia trayectoria en la ciencia.
Esta nueva especie se suma a la lista de más de 40 de primates registradas en Perú, el tercer país con mayor diversidad de primates del mundo. De ellas, siete son endémicas y alrededor del 30 % se encuentran categorizadas en algún tipo de amenaza según la UICN.
MÁS RUMBOS:
De acuerdo con el equipo científico, la identificación del mono tocón de Aquino resulta relevante porque su distribución es particularmente reducida y su hábitat está amenazado por la expansión urbana no planificada, las malas prácticas agrícolas y la creciente minería ilegal de oro en la cuenca del río Nanay.
“Lamentablemente, entre los ríos Nanay y Tigre, si no se toman medidas en el corto plazo, es una zona que probablemente va a estar totalmente degradada y que eventualmente va a causar la desaparición de especies como esta”, asevera Cornejo en entrevista con Mongabay Latam.
—Identificar una nueva especie para la ciencia es un proceso minucioso que puede tomar muchos años de trabajo, ¿cómo fue en el caso del mono tocón de Aquino?
—Es una mezcla de muchas personas involucradas. En un primer momento, tres primatólogos que trabajan aquí en Perú —Eckhard W. Heymann, Pekka Soini y Filomeno Encarnación— publicaron en el 2002 un artículo científico diciendo que encontraban la presencia de un mono tocón que tenía características diferentes y que probablemente estuviera al sur del río Nanay. Esa fue como la primera piedra en este camino. Posterior a esto, Rolando Aquino estaba llevando a cabo proyectos de investigación en el río Itaya, que se encuentra al sur del río Nanay. Justo en ese momento, cuando él está llevando esos trabajos, es que yo me integro a su equipo como practicante.
Para mí, en lo personal, hubo un momento muy significativo: en mi primer viajecito a campo con Rolando Aquino encontramos en el camino a dos monos tocones machos que se estaban peleando, que es un comportamiento no tan raro en los monos tocones porque son muy territoriales. Primero, hay que imaginarnos que, en la Amazonía, los árboles son muy altos y los tocones son unos monitos pequeños, de kilo y medio. Entonces, como están arriba de los árboles, no se pueden apreciar características claras acerca de la especie.
En ese momento de tenerlos en la mano, por esta casualidad, pudimos tomar las fotos y justamente ver que, efectivamente, no tenía el collar del cuello, sino que era como una manchita blanca en el cuello; que era más rojizo, que las manitas eran blancas y no de color naranja. Aquí hubo una ratificación de esto y es por eso que, en el 2008, junto con Rolando Aquino, Eckhard W. Heymann, Wagner Terrones y yo sacamos una publicación científica donde decíamos que, probablemente, esta sería una población distinta de mono tocón negro. A raíz de esa publicación, comenzó el trabajo de juntar información aquí en Perú.
Lamentablemente no hay muchos estudios disponibles, no hay muchos especímenes en museos. En los proyectos del profesor Aquino, había uno que tenía que ver con el tema de cacería, entonces trabajamos con comunidades locales para poder obtener registros de qué es lo que las comunidades cazan. Con base en eso es que empezamos a obtener muestras de animales que habían sido cazados por subsistencia. Teníamos una piel, un cráneo, se empezó a juntar todo esto y ya teníamos más información disponible.
—¿Cómo es que deciden dedicar este hallazgo al profesor Aquino?
—Por el tema de tiempos, un estudiante del profesor Aquino —que es Edgardo Rengifo, quien tiene la paciencia y la perseverancia para juntar todas esas piezas de información—, dice: “Ya hay que describirlo, porque si no, esto nunca se va a escribir; y hay que dedicárselo al profesor Aquino”. Todos estuvimos de acuerdo. Edgardo, con todas las pieles de campo que se tenían y los cráneos, hace los análisis morfológicos. Con otro colaborador, que es el profesor Guillermo D’Elía, se empiezan a juntar los diferentes análisis. Parte del equipo de campo son los otros dos coautores, Gabriel García y Elvis Charpentier, que iban a campo con el profesor Aquino. Edgardo y yo hicimos los análisis moleculares genéticos, para poder tener la información y de esa manera escribimos el manuscrito. En resumen, desde la primera sospecha que fue en el año 2002 y hasta ahora, en el 2022, está saliendo esta publicación. Son 20 años desde que hubo el primer aviso y, en el camino, se unió un montón de gente.
Si bien, en un primer momento el estudio fue liderado por el profesor Aquino, luego fuimos sus estudiantes. De los cinco autores que están ahí, cuatro —Edgardo, Gabriel, Elvis y yo— hemos sido estudiantes del profesor. Justamente ahí fue donde coincidimos todos: Aquino merecía que se le dedique una especie como reconocimiento a todo el legado que ha dejado aquí en la Amazonía.
—¿Qué significa o qué simboliza el hallazgo de una nueva especie para la ciencia?
—Es muy emocionante y también nos está mostrando que nuestro país, Perú, es megadiverso. Aún hay muchísimo por descubrir. Es todavía un lugar donde podemos encontrar diferentes especies de animales que no conocemos, aunque a veces se presume que ya se conoce todo. Incluso, muchos de los proyectos de conservación actualmente van dirigidos hacia que ya sabemos todo sobre biodiversidad y, si pensamos a nivel de financiamiento, en realidad no muchos financiamientos van para investigación básica, que es recoger información de biodiversidad para hacer inventarios. Ya no es una época en la que se dan grandes estudios como se hacían hace unas décadas.
Este trabajo nos muestra que en realidad se necesita aún investigación básica y que es clave, porque hay muchísima biodiversidad que aún no hemos podido documentar y conocer. En el contexto de la emergencia climática y de la crisis de biodiversidad, eso es particularmente importante porque sabemos que en cualquier momento estas especies pueden extinguirse sin haberlas conocido. Para mí esto es muy significativo y espero que también sea una llamada de atención para que se pueda seguir invirtiendo en investigación básica y que se pueda seguir generando el recurso humano necesario para poder llevar a cabo este tipo de investigaciones.
—¿En dónde está y cómo es el hábitat del mono tocón de Aquino? ¿Enfrenta amenazas?
—Habita en el departamento de Loreto, en la Amazonía norte del Perú, aparentemente con exclusividad entre los ríos Nanay y Tigre. Este es un ecosistema particular que tiene cierta presencia de una formación vegetal que se llama varillales. Son unos árboles de fuste delgado que habitan en un suelo un poco pobre. En este caso, es un suelo de arena blanca.
El río Nanay, lamentablemente, se ha convertido en uno de los lugares en donde hay bastante presencia de minería ilegal de oro en el Perú que está contaminando este río, y está degradando el hábitat en donde se encuentran esta y otra múltiple diversidad de especies. Además, el tema de las actividades humanas mal planificadas, como la expansión de la agricultura, va destruyendo y ampliando la frontera agrícola de forma desordenada. Eventualmente, debido a la falta de tecnología, termina siendo un terreno baldío que se abandona. También tenemos el tema de que los derechos territoriales no están bien reconocidos en muchos de esos espacios, ni hay una adecuada gestión territorial.
Veo como una gran oportunidad la descripción de esta especie, justamente para poder llamar la atención de tomadores de decisiones para que puedan asumir o reasumir compromisos. Si consideramos que en Perú estamos en un contexto de cambio de autoridades locales, es un momento bien oportuno, justamente, para conseguir que se tomen medidas.
—¿Se tienen estimaciones de la densidad poblacional de este mono? ¿Ya hay indicios de que podría tratarse de una especie en alguna categoría de amenaza?
—En realidad todavía no. Tenemos algunos estimados de densidad poblacional de las zonas del río Itaya, pero es el único punto. En los demás lugares solamente se han hecho estudios de presencia y ausencia, entonces ese es el siguiente punto clave que esperamos que ahora se consiga: que haya interés para levantar información, poder conocer mejor la población de esa especie y también para conocer mejor su ecología en diferentes lugares.
Algo que me ha gustado mucho, es que recibí la llamada del jefe de la Reserva Nacional Allpahuayo Mishana, para que lo podamos apoyar en la realización de un plan de monitoreo del mono tocón. Es fantástico, porque justamente es lo que esperábamos; esa reacción positiva. Siendo muy conscientes de cuáles son las amenazas que tiene la especie para su supervivencia, aprovechamos la coyuntura y la oportunidad para levantar fondos, para levantar intereses, para ponernos manos a la obra y tomar acciones concretas para la conservación.
Es una especie “que acaba de nacer”, por decirlo así, acaba de ser descrita, por ende todavía no tiene una categoría de amenaza de acuerdo a la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), por eso ahora toca levantar la información para poder hacer el análisis y con base en eso poder plantear cuál es el estado en el que se encuentra actualmente. Tenemos que tener claro cuáles son sus barreras geográficas, aunque sabemos que, para la naturaleza, ese es un concepto humano. En realidad, las poblaciones pueden ser muy flexibles, por eso aquí justamente sale la oportunidad para hacer una gran diversidad de estudios.
—¿Qué sucede con el apoyo a la investigación científica en el Perú? ¿Cuál es la importancia de la investigación colaborativa en estos temas?
—Pienso que es muy importante la colaboración y que podamos sumar esfuerzos. Muchas veces es complicado, porque en ocasiones estamos compitiendo por fondos y proyectos. Aquí es clave que nos podamos articular para que se pueda generar la mayor eficiencia para el uso de los pocos recursos que pueden ser obtenidos para la ciencia. Por otro lado, quiero recalcar que Perú, al igual que varios de los países megadiversos del mundo y particularmente de Latinoamérica, son lugares en donde todavía hay muchísimo por descubrir, entonces es realmente clave que todavía enfoquemos mucha atención y recursos en la realización de inventarios biológicos y en la búsqueda de nuevas especies.
Justamente tenemos en cartera potenciales especies adicionales de primates también de Perú. En otros espacios, donde estamos trabajando con sapitos, por ejemplo, se encuentran docenas de sapitos nuevos en cada expedición. Por eso es clave que todavía se valore y se considere muchísimo el trabajo de los biólogos que están haciendo estos descubrimientos, pero también es muy importante que consideremos el hacer ciencia —y buena ciencia, colaborativa— que tenga múltiples enfoques, múltiples evidencias, para que podamos describir mejor a la biodiversidad que tenemos.
En muchos casos, lo que se necesita es tiempo. La mayoría de mis colegas que están trabajando en este rubro, usualmente son gestores de áreas protegidas, son servidores públicos del Estado, del sector ambiental, son personas que trabajan en ONGs en una diversidad de perfiles. Para escribir este artículo, fue tiempo que tomé mientras estaba haciendo mi doctorado, igual que Edgardo. Entonces es algo que se tiene que afianzar y aquí es muy importante también el rol de la universidad, en particular la pública, para poder ofrecer espacios en donde cada vez sea más frecuente y más normalizado hacer esto y que no sea un hobbie.
Lo que aprecio muchísimo de este trabajo es que lo hayamos podido hacer en colaboración entre personas de diferentes instituciones, lo cual es muy rico porque se pudo trabajar de manera transversal. También estoy muy contenta de que esto se vea culminado después de tantos años que teníamos pendiente. Queremos que esto se convierta en una bola de nieve positiva, donde hagamos entender a muchos tomadores de decisiones y al público en general acerca de lo importante que es realizar este tipo de descubrimientos, cómo se deben valorar, que se puedan apreciar y tener también un sentido de orgullo sobre la enorme biodiversidad que tenemos, porque no en cualquier lado se encuentran especies nuevas con la frecuencia que se encuentran en países como Perú. Esto me parece clave y, dentro de todo, me parece muy inspirador.