Más que un balneario exclusivo, la isla Galápagos se erige como un reducto para la biodiversidad marina del sur de Lima.
Por Gunther Félix
Pucusana tiene doble personalidad y eso lo sabe todo el mundo. Por eso, no es extraño observar en la actualidad que el distrito, reconocido como una caleta de pescadores, haga también las veces de balneario e inclusive de ‘point’ para aquellos paseos en bote que a cambio de un billete de veinte surcan el Pacífico, bordeando los puertos populares hasta abrirse paso al otro lado de la playa: una isla asaltada por lujosas residencias, Galápagos.
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Y es que al mismo estilo de Miami, sus habitantes han hecho de este pedazo de tierra flotante una balneario exclusivo para los veraneantes que buscan, contra todo pronóstico, los últimos rayos de sol en el mar de Pucusana, donde el sosiego costero sigue manteniéndose pese al alboroto que genera las lanchas pesqueras. Ellas aguardan en la orilla en busca de pasajeros animosos por dar un paseito en el altamar.
Víctor Manrique es ajeno a ello: a la moda de playas acomodadas que se repite con frecuencia en el sur de Lima. Por el contrario, este pescador de cincuenta y pico años prefiere ser parte de las decenas de embarcaciones que crecen raudo sobre el mar como si fuese una hinchada de fútbol.
Pero el turismo no es el único sector que impulsa este crecimiento desmesurado en las orillas de Pucusana. “La mayoría de nosotros proveemos pescado a Chilca”, me va revelando Víctor de su otro oficio cuando no se encuentra en el puerto. Si no fuera por ellos (los pescadores) -me confiesa- las mujeres que limpian pescado en el muelle no tendrían trabajo y las mesas de las cebicherías estarían vacías, sin contar los decenas de comerciantes y transportistas que dependen, indirectamente, de la pesca artesanal.
Paraíso en la isla
El paseo por el mar no parece seguro. A cada rato te ‘psicoseas’, pensando que la embarcación estará de cabeza tarde o temprano. Pero esa alarma o efecto de las olas es desvanecido asombrosamente por los primeros hijos del mar de Pucusana que nos dan la bienvenida con sendos clavados y atinados aullidos, mientras el paisaje natural es completado por el vuelo de las aves guaneras y las travesuras de un grupo de pingüinos de Humboldt indecisos por entrar al mar.
“Gracias a estos animales tenemos un motivo para seguir trabajando en nuestras lanchas”, afirma el pesquero, quien en sus ratos libre hace de guía turístico. Aunque parece estar feliz con su trabajo, la sonrisa de su rostro desaparece cuando le pregunto sobre las últimas denuncias por expropiación de terrenos que se reportaron en la isla Galápagos.
“Si no hay una pronta solución, los afectados serían los lobos de mar y los pingüinos”, manifiesta indignado. El paseo termina, pero los problemas territoriales continuarán. Esperemos que el juicio entre el municipio de Pucusana y una habitante del distrito culmine pronto. No permitamos que la fauna marina salga perjudicada por los caprichos de algunos invasores que solo ven a la isla Galápagos como una condominio y no como un refugio para la biodiversidad.
En Rumbo
Por la Panamericana Sur. Tiempo: 1 hora. También puede abordar los buses que van al sur como Soyuz, Flores, Cañetano, etc.
Además, están los combis de la empresa Royal que hacen el recorrido directo de Lima a Pucusana, y que pueden abordarse en la calle Arica, cuadra 3, Cercado de Lima; Av. 28 de Julio en La Victoria, así como en la avenida Circunvalación o en el puente Atocongo.
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