No, no es para tu relax. Se trata de un protocolo de seguridad para los momentos más riesgosos de un vuelo. El 66% de accidentes aéreos ocurre al despegar o aterrizar.
Subes al avión, encuentras tu asiento, te pones el cinturón y miras a las aeromozas practicar esa rutina de seguridad de siempre, esa a la que casi nunca haces caso. Sin embargo, deberías prestar más atención para estar listo en caso se presente una emergencia.
Luego te salud el capitán y avisa a la tripulación (a ti no, solo a la tripulación) que el avión está listo para despegar. Entonces sucede algo que para muchos pasa inadvertido pero que tiene una explicación. Se baja la intensidad de las luces dentro de la nave y no se vuelven a encender hasta que el avión está en velocidad crucero, arriba, muy arriba.
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¿Sabes por qué pasa esto que también se repite antes de aterrizar? Simple y no es para impedir que las luces de cabina reflejen en tu ventana y te malogren la foto del despegue. Para nada. El objetivo es que la visión de los pasajeros se ajuste más rápidamente a la oscuridad en caso que se necesite hacer una evacuación de emergencia, que es donde normalmente se corta el fluido eléctrico.
«Imagínate estar en una habitación desconocida llena de luz, llena de obstáculos y alguien apaga la luz y te pide que salgas rápido de allí», explicó el piloto Chris Cooke a la revista Time, en un informe difundido por la BBC.
Y es que al atenuar las luces de la cabina, los ojos de los pasajeros se van a adaptando y, en caso de accidente, resultará más fácil dirigirse hacia las salidas de emergencia en medio de la oscuridad, sobre todo porque éstas señales iluminadas se hacen más visibles. Claro, siempre y cuando hayas prestado atención a las indicaciones de la aeromoza en el pasillo.
Está demostrado fisiológicamente que el ojo demora cerca de diez minutos en adaptarse a la oscuridad, cuando se pasa de un ambiente iluminado a uno oscuro. Entonces, ganar tiempo en una situación de peligro, resulta vital.
Ojo, mantener las persianas de las ventanas levantadas durante el despegue y el aterrizaje es también parte de la misma estrategia de seguridad. Esto permite a la tripulación evaluar el exterior para planear la evacuación y decidir porque puertas evacuar.
Momentos peligrosos
Según un informe de la compañía Boeing, que recoge estadísticas de accidentes ocurridos entre 1959 y 2007, durante el despegue y aterrizaje se produjeron mil 564 accidentes. De ellos el 36% acabó con muertos. Durante esos años perecieron 27 mil 455 personas en accidentes de avión. Sin embargo, hay que resaltar que en esos 48 años se realizaron 519 millones de vuelos, con lo que la posibilidad de verse envuelto en uno es realmente pequeña.
Según la fase de vuelo, el 33% de los accidentes con víctimas mortales se producen durante el despegue y sólo el 9% mientras se encuentra en velocidad de crucero. Un 15% ocurre en las maniobras de descenso y el 33% en el aterrizaje.
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