Ayacucho debiera ser la capital del Perú. No hay lugar tan marcado por la historia que este pedazo de tierra que ha gritado (y grita) a los cuatro suyos los entretelones de una patria en barbecho. Para celebrar julio te invitamos a conocer este destino con nosotros.
Ayacucho tiene tanto que ofrecer y no es en vano animar a quienes aún no lo conocen del todo. El menú resulta sorprendente: templos y monasterios de una ciudad enclavada en la época de la colonia. Sus extensas pampas patrióticas bajo cielos cianóticos, los vestigios de los albores de la humanidad y de las civilizaciones andinas y la aventura y el relajo que aguarda en sus paradisíacos parajes hacen girar el rumbo por una localidad poco conocida y valorada solo en Semana Santa.
MÁS RUMBOS: Tres días en el corazón de Chanchamayo
Aquí van seis lugares que no debes perderte para conocer un poco más del Rincón de los Muertos ahora que comienza la cuenta regresiva para disfrutar de los días de ocio durante las Fiestas Patrias. Luego de recorrer nuestros rumbos por Ayacucho ya no dirás más Viva el Perú, sin conocimiento de causa. Ya no será más una frase cantada tímidamente al finalizar un himno que no se integra al alma, sino que ahora le aportarás toda la fuerza que debe tener y la gritarás con el corazón en vilo: ¡Viva el Perú!
La ciudad colonial
Llegados a la ciudad hay que recorrer la Huamanga colonial. Templos como: la Catedral principal , el Monasterio de Santa Teresa de las Carmelitas descalzas, son de obligado recorrido. También los son las casonas coloniales como: La casona Boza y Solís, casona Cristóbal Castilla y Zamora; y la casona Centro cultural San Cristóbal.
Otra rápida visita imperdible, y dónde hay mucho que rescatar de nuestro pasado, es el museo Hipólito Unanue, Taller Artesanal Barrio de Santa Ana y el Mirador Cerro Acuchimay, desde donde es posible otear la belleza de la «Muy noble y leal ciudad de Huamanga» o «Tierra de halcones» como preferimos llamarla.
Santuario Patrio
Hacia Wari, nombre que lleva la localidad del que fuera el primer imperio antes de la hegemonía inca, nos vamos a topar con el Museo de Sitio, el Templo Mayor, Barrio de Monjachayuq y Cheqowasi. Para luego visitar al pueblo alfarero de Quinua. Luego de constatar las bellezas de las piezas, fabricadas con mucha paciencia y dedicación, hay que poner a palpitar el corazón cuando por fin se llega al Santuario Histórico de la Pampa de Ayacucho.
Es inevitable no compungir el alma al saber que se está pisando el suelo en el que se selló definitivamente nuestra independencia y se cortó para siempre con el yugo español. Al saber de esta historia, y de otras tantas que le preceden, es posible caer en cuenta por qué en Ayacucho se libra esta última gesta por la libertad del Perú y de América; y porque esta región tiene tan bien puesto el nombre de Rincón de los Muertos o Morada de las Almas. Una visita que termina siendo un homenaje a la patria.
Refugios arcaicos
Pikimachay es una cueva que evidenció en su momento las pruebas de la existencia de los primeros peruanos. En este lugar que puede ser traducido del quechua como ‘cueva de las pulgas’, se hallaron indicios de lo que fueran los artefactos líticos de los primeros cazadores y recolectores. Hasta allí llegaremos para encontrarnos con el lugar que dio cobijo al hombre de los asentamientos humanos de Pacaicasa, (sí, ese que nos obligaron a memorizar para las tareas escolares) entonces el panorama histórico sobre la presencia humana más antigua en nuestro país comenzará a tomar cuerpo.
Luego de tremendo shock que es encontrarse cara a cara con el pasado y comprenderlo, cruzaremos el puente colonial de Ayahuarcuna, expandiremos la vista en el mirador natural Verde Cruz y desde allí se podrá observar Huanta , “La Bella Esmeralda de Los Andes”, y también comprenderemos porque le llaman así. Luego de circular por su Plaza Mayor, escuchar la historia sobre el curioso monolito Obispo de Piedra, recorrer los pasadizos del Templo de San Pedro y el Convento de los Redentoristas; culminaremos la tarde visitando un centro apicultor.
Legado Inca
Vilcashuaman fue la piedra angular (muchas piedras) sobre la que se erigió el poderío y la supremacía inca sobre sus eternos rivales: los Chancas . Esta ciudadela cuenta con una gran plaza en la que se realizaban ceremonias que incluían sacrificios. Dos edificios se imponen: el Templo del Sol y el Ushnu, que aún hoy perduran en parte. Mucho se comenta que el sitio arqueológico tenia la forma de un halcón y que el Ushnu ocuparía el lugar de la cabeza. Pero ya sea por esta u otras curiosidades, la ciudadela ha soportado el paso del tiempo muy a pesar de que los españoles afectaran su edificación suplantando el templo dedicado al sol por la iglesia san Juan Bautista- al igual que sucedió con el Qoricancha cusqueño-, que Sendero Luminoso atacara sus instalaciones y que el propio Estado menoscabara tamaño patrimonio edificando su oficinas administrativas sobre una parte del Templo de la Luna.
Observar toda la imponencia del lugar, nos coloca nuevamente en la historia de un imperio creciente, en plena expansión y que cristalizó los sueños de dos gobernantes incas que lo cambiaron todo: Pachacutec, el gran transformador, quien iniciaría la conversión de un señorío en el megaestado del Tahuantinsuyo, y su hijo Tupac Yupanqui, el inca explorador, que continuó y cimentó las bases de la hegemonía inca, el mayor conquistador que hemos tenido (antes que los españoles nos conquistaran).
El navegante, sí, aquel del que se dice descubrió Oceanía y que bautizó dos islas polinésicas con los nombres quechuas de Awachumbi y Ninachumbi. En fin, tanto que contar. Pasear por estas calles en Vilcashuamán es una clase en vivo y en directo de la historia del Perú que se omite en la escuela.
También recorreremos el sitio arqueológico de Intihuatana y Pumaqocha, el lago artificial construido por los incas que tiene forma de puma y por la piedra de los trece ángulos descubierta recientemente en Incahuasi -Baños del Inca. Recorreremos además el majestuoso bosque de las Puyas de Raimondi o Titancayocc.
Culto al agua
Desde tiempos remotos, los peruanos tenemos un vinculo ligado estrechamente con el agua. Muchas civilizaciones prehispánicas le han dedicado algún tipo de culto. Estanques, cascadas, canales, pocitas todo ello formaba parte del concepto andino sobre el nacimiento del agua y cuando no eran sitio de origen («pacarinas»), de linajes donde residían seres superiores y míticos.
Las aguas también podían tener poderes sobrenaturales o discurrir caprichosamente sobre la geografía y eso sucede en la provincia de Cangallo en la cual es posible recorrer una ruta de cascadas que muchos atribuyen algún tipo de conexión con las fuerza tutelares de la naturaleza. Visitaremos la Cascada de Puma Paqcha, donde aún se realizan rituales a los dioses y espíritus andinos; Batán que tiene una compleja forma de batan que corta la caída de agua y Qorimaqma, que debe su nombre -según las leyendas- a un travieso ‘supay’ (espíritu festivo) que dejó caer su cántaro de oro al fondo de estas aguas y nunca pudo recuperarlo. Aún hoy si se agudizan los sentidos se puede sentir el sonido del metal golpeado por la fuerza de esta caída de agua.
Finalmente para acabar con muchos de los males de nuestra pequeña humanidad hay que sumergirse en las aguas gasificadas y termomedicinales de Wawapuquio. Los pobladores manifiestan que darse un baño aquí resulta útil para el tratamiento de la artritis y el reumatismo. A bañarse entonces.
Huancaraylla, la heroica
Quizás nada tengan que ver las piscinas naturales que se forman en Huancaraylla con el sentimiento patrio. Pero Victor Fajardo, la provincia ayacuchana donde emanan las aguas turquesas de Circamarca o Millpu, recibió este nombre en honor al coronel Víctor Fajardo, vencedor en la batalla de Tarapacá, librada entre las fuerzas peruanas y chilenas, y que luego murió heroicamente en la batalla del Alto de la Alianza durante la Guerra del Pacífico. Así como Fajardo – que competía en prestigio con Andrés Avelino Cáceres, uno de los ayacuchanos más célebres-, es un desconocido para muchos; así también lo es esta joya escondida del sur del Perú.
En este lugar realmente se disfruta la belleza que ofrece gratuitamente la naturaleza. Las aguas de esta obra de arte natural, se pintan de color verde en algunas épocas del año pero su calidez y sus chorros potentes están disponibles para quienes la visiten en cualquier momento.
Solo hay que caminar alrededor de dos horas para llegar hasta el ojo de agua o Millpu en el que disfrutaras la flora y fauna del lugar, para posteriormente darnos un baño de purificación en sus cristalinas aguas. Para cuando lo hagas recuerda: estas nadando en aguas heroicas.
En Rumbo
Se aproxima nuestro mes patrio pero siempre es momento para conocer el Perú y hacer gala de nuestra identidad oculta en todos sus rincones. Viaja y descubre nuestro legado con Rumbos Viajes
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