Por Bábara Fraser/ Los Angeles Times
Cuando los buscadores encontraron petróleo cerca del río Corrientes, en el noreste de Perú en 1971, los funcionarios del gobierno prometieron que la nueva industria traería el desarrollo a la región amazónica de Loreto.
Medio siglo después, es relativamente poco lo que se puede mostrar de los ingresos —conocidos como canon— que ha generado la producción de petróleo en la región. La industria petrolera impulsó el crecimiento de Iquitos, la capital regional y la más grande ciudad amazónica de Perú, que había languidecido tras el auge del caucho de principios del siglo XX.
Ahora, sin embargo, Loreto está por debajo de la media del país en cuanto a atención médica y educación, pues apenas la mitad de los habitantes de la región están conectados a los sistemas municipales de agua, y las comunidades indígenas de los campos petrolíferos sufren una exposición continua a los contaminantes de los más de 1.000 lugares contaminados que se han registrado.
La producción de petróleo ha ido disminuyendo constantemente desde la década de 1980 —la producción del Lote 192 alcanzó un máximo de 120.000 barriles diarios en 1982— y la mayoría de los pozos producen ahora más agua que petróleo. Aunque los ejecutivos de Petroperú, la compañía petrolera nacional, insisten en que reactivarán el Lote 192, algunas personas empiezan a vislumbrar un futuro post-petróleo para Loreto.
«Tarde o temprano el petróleo va a acabar. Tarde o temprano va a acabar el canon. ¿Y qué se va a hacer»?, dijo Alberto Ríos, ingeniero eléctrico peruano de la Universidad Técnica de Ambato, en Ecuador. «Si sabes que tarde o temprano se va a acabar algo, tienes que prepararse. Si no estás preparado y no preparas a tu generación futura, si tienes una generación que ha vivido del petróleo y sabes que la futura generación no va a tener ese ingreso, al menos prepárala para que tenga otra perspectiva, para que puedan visualizar cómo van a vivir en el futuro, sabiendo que no va a haber el petróleo».
Los expertos afirman que la región se enfrenta a varias tareas monumentales para hacer frente a su pasado centrado en el petróleo y prepararse para el futuro. Debe abandonar los combustibles fósiles y optar por las energías renovables, incluso en Iquitos, una ciudad de medio millón de habitantes que no tiene carretera a la costa ni conexión a la red energética del país. Iquitos es la ciudad más grande de la cuenca del Amazonas a la que sólo se puede llegar por vía fluvial o aérea.
La región también tendrá que encontrar formas de sustituir los ingresos de las operaciones petroleras. Aunque los ingresos del canon han disminuido con el tiempo, especialmente en los últimos uno o dos años, cuando los campos petrolíferos se han cerrado por protestas y problemas de funcionamiento, la pérdida seguirá dejando un vacío en el presupuesto que será difícil de llenar en una región donde la mayor parte del empleo es informal.
Cincuenta años de operaciones petroleras, incluyendo al menos dos décadas sin regulaciones ambientales y aún más sin una supervisión adecuada, han contaminado el agua, el suelo y los sedimentos con residuos industriales. Hay escasez de datos sobre los impactos en los ecosistemas y la salud humana, y los expertos dicen que se necesitarían miles de millones de dólares para rehabilitar sólo los sitios que se han identificado hasta ahora.
Una abrumadora labor de limpieza
Caminando por un herboso campo cerca de la comunidad kichwa de Marsella, Maguen Magipo Vargas se detuvo a escarbar el suelo con su machete. Sin embargo, en lugar de raspar la tierra, la herramienta metálica chocó con algo parecido al asfalto: los restos de petróleo crudo que se quemó allí tras un derrame hace décadas.
La refinería que funcionaba junto al río Tigre en la década de 1970 hace tiempo que desapareció, pero el lugar sigue siendo uno de los más contaminados del Lote 192. Los equipos se enterraban allí y el crudo derramado se acumulaba en pozos que se quemaban o se cubrían, dijo Magipo. Los esfuerzos por reforestar el lugar han tenido poco éxito. De las ramas de un ralo limonero colgaban pequeños frutos junto a un estanque que, según Magipo, había sido un lago mucho más grande.
El emplazamiento de la refinería Marsella es uno de los 32 lugares del Lote 192 que han sido evaluados para su remediación en virtud de un acuerdo entre el gobierno y cuatro federaciones indígenas que representan a las comunidades del lote. Las organizaciones, conocidas conjuntamente como las «cuatro cuencas», presionaron al gobierno para que realizara un estudio técnico independiente de los lugares contaminados identificados por los monitores indígenas y considerados prioritarios.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo coordinó el estudio en el Lote 192 en 2018, con financiación del Ministerio de Energía y Minas del Perú. El estudio recomendó una combinación de métodos para remediar el daño ambiental, incluyendo la eliminación de contaminantes y el uso de agentes biológicos como plantas o microbios. De forma decisiva, el informe instaba a planificar la remediación para cada cuenca, y no sólo a limpiar los puntos contaminados, ya que un punto aguas abajo de otros sitios contaminados podría volver a contaminarse.
Un estudio similar, realizado en el Lote 8 a finales de 2021 y publicado en junio, se hace eco de algunas de las recomendaciones del informe anterior, pero añade una advertencia. En las partes bajas de las cuencas, en lugares como la Reserva Nacional Pacaya Samiria, los ecosistemas de bosques inundados, con su cambiante flujo de agua y sus humedales de turba con bajo nivel de oxígeno, son tan complejos que quizá nunca sea posible remediar el daño causado por décadas de contaminación. En esos casos, la mejor opción será identificar las fuentes de los contaminantes e idear formas de limitar la exposición de las personas a ellos, dijeron los expertos.
El gobierno asignó inicialmente unos US$15 millones para el saneamiento. El fondo de contingencia para la remediación ambiental cuenta ahora con unos US$111 millones, pero el estudio del Lote 192 estima que se necesitarían al menos US$300 millones para remediar sólo 92 lugares identificados en ese campo petrolífero. Los expertos afirman que la cantidad disponible hasta ahora está muy por debajo de lo que realmente se necesitará para restaurar los ecosistemas contaminados en los lotes, donde los monitores ambientales indígenas han identificado casi 2.000 lugares contaminados.
En 2006 se llegó a un acuerdo clave entre las organizaciones de las cuatro cuencas y Pluspetrol, que operaba ambos lotes petrolíferos en aquel momento. La empresa se comprometió a conducir toda el agua producida —el agua caliente, salada y cargada de metales que se bombea de los pozos con el petróleo— de vuelta al subsuelo. Perú había hecho esto obligatorio para todos los nuevos pozos petrolíferos, pero había excluido a los que ya estaban en funcionamiento.
A finales de 2009, Pluspetrol devolvía toda el agua producida a los pozos, pero los monitores ambientales afirman que se está filtrando agua salada de algunos, incluido al menos uno cerca de la comunidad 12 de Octubre en el río Tigre. Mientras tanto, es probable que las sales y los metales procedentes de millones de barriles de agua residual que se han vertido a lo largo de cuatro décadas hayan afectado a los sedimentos, los suelos y los organismos vivos de las cuencas hidrográficas, no sólo en los yacimientos petrolíferos, sino también aguas abajo, lo que constituye un peligro continuo para la salud ambiental, según los expertos.
Las probabilidades de limpieza y de una verdadera restauración del ecosistema, son inciertas. Las empresas que explotan los lotes se culpan mutuamente de la contaminación, aunque en un acuerdo anunciado en 2015 Occidental Petroleum pagó una suma no revelada a cinco comunidades achuar por la contaminación en la cuenca de Corrientes.
Félix Castro, fiscal ambiental en Nauta, dijo que el eventual cierre de los lotes 192 y 8 requerirá tanto la reparación de los daños como la eliminación de los cientos de kilómetros de tuberías que atraviesan los bosques y los ríos. También será necesario sellar todos los pozos, incluidos algunos abandonados que tienen fugas. En el pueblo de Miraflores, en el río Marañón, los residentes se quejan de que cuando el río sube, el petróleo de un pozo abandonado sale a la superficie durante las fuertes lluvias.
En Marsella, en el río Tigre, Magipo limpió la vegetación alrededor de una gran tubería en un lugar que denominó «chanchería», llamada así porque era el lugar donde, hace décadas, los trabajadores introducían un dispositivo llamado chancho en la tubería para limpiarla. Las comunidades tienen una relación complicada con las viejas tuberías que ensucian sus territorios, dijo la antropóloga ecuatoriana María Antonieta Guzmán-González, que ha estudiado los impactos de las operaciones petroleras en las comunidades a lo largo del río Tigre.
Las comunidades cuidan de las tuberías abandonadas, a veces vendiendo el metal como chatarra, dijo, y protegiéndolas contra los forasteros que las hurtarían. Mientras esas cosas estén en sus tierras, dijo, también existe la esperanza de que el gobierno regrese eventualmente a limpiar el daño hecho al permitir que el bosque tropical haya sido tratado como una zona industrial.
«Las infraestructuras abandonadas son un elemento que permite a la gente obligar al Estado a asumir su responsabilidad», dijo.
Tornar verde la red de Loreto
Aunque muchas de las comunidades de los lotes 192 y 8 y sus alrededores tienen electricidad sólo unas horas al día, si es que la tienen, el petróleo mantiene las luces encendidas en Iquitos, la capital regional. Sin acceso por carretera desde la costa o la sierra, la ciudad de medio millón de habitantes tampoco está conectada a la red de energía del país y obtiene su electricidad de un generador de diesel.
La propuesta de tender una línea de transmisión desde Moyobamba, ciudad de la vecina región de San Martín, hasta Iquitos se estancó cuando las organizaciones indígenas, los ecologistas y los funcionarios del Ministerio del Ambiente objetaron que el derecho de paso atravesaría ecosistemas sensibles y fomentaría la migración de colonos hacia la selva.
Sin embargo, si Iquitos no está conectada a la red nacional, y si la era del petróleo está llegando a su fin, la cuestión es cuál es la mejor manera de cambiar a una energía más verde y renovable para la capital, así como para las ciudades más pequeñas y las zonas rurales de la región.
Una posibilidad es el sol. Aunque la región del Amazonas no recibe la luz solar más intensa del país —el desierto costero del sur se lleva esa distinción—, los expertos dicen que hay suficiente para generar energía para los hogares y las empresas.
«Si yo tuviera que planificar el futuro de las comunidades, ciudades y pueblos de la Amazonía, me inclinaría por la producción local distribuida, principalmente de energía solar», afirma Paulo Nobre, investigador principal del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil.
«Lo más difícil no es la eficiencia», añadió, «sino conseguir que cada pueblo o ciudad sea independiente [para] no depender del petróleo o la electricidad que llega de otro lugar».
Durante casi dos décadas, el Ministerio de Energía y Minas del Perú ha instalado paneles solares en viviendas de la Amazonía. En Nueva Unión, a orillas del río Chambira, las casas que no tienen agua potable ni saneamiento tienen pequeños paneles solares que se instalaron a mediados de 2021. Son suficientes para alimentar una o dos bombillas y cargar un teléfono móvil.
Ivo Salazar, que trabajó en el programa del Ministerio de Energía y Minas a principios de los años 2000, aboga por conectar las casas de una comunidad en una minired. De este modo, se obtendría la electricidad suficiente para alimentar los electrodomésticos u otros equipos —congeladores para los pescadores, por ejemplo— que podrían permitir a las familias tener pequeños negocios.
Salazar, que actualmente trabaja para la organización sin fines de lucro Soluciones Prácticas, la cual tiene un proyecto piloto de instalación de energía solar en escuelas de las regiones peruanas de Amazonas y Puno, señala que la preocupación por la energía en Loreto va más allá de establecer una fuente renovable. El aumento de la eficiencia en el uso de la energía en Iquitos y la mejora del transporte en la ciudad son también cruciales, dijo.
Enio Pereira, investigador principal del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, que se especializa en la transición energética, afirma que para pasar de los combustibles fósiles a la energía solar podría ser necesario un paso intermedio.
Considera que el «hidrógeno verde» —producido mediante la separación de los átomos de hidrógeno del oxígeno en el agua, para luego utilizar el hidrógeno como combustible— es una posible solución. El proceso requiere energía —que debe provenir de una fuente renovable, como la solar, para que el hidrógeno se considere «verde»— y sigue siendo caro y poco utilizado, pero está llamando cada vez más la atención, sobre todo en Europa.
Se han sugerido otras alternativas —como la quema de biomasa o la generación de hidroelectricidad—, pero tienen importantes inconvenientes.
Los ejecutivos de Petroperú, la compañía petrolera nacional de Perú, insisten en que el petróleo será necesario durante algún tiempo y están buscando una compañía asociada con la cual operar el Lote 192. Mientras tanto, sin embargo, otra solución puede estar ya en el horizonte. En diciembre de 2021, la empresa francesa EDF Renewables ganó una concesión de 20 años para construir y operar una planta de energía fotovoltaica que sustituiría entre el 40% y el 50% de la energía que actualmente proporciona el generador de diesel de Iquitos.
Los ejecutivos de la oficina de la empresa en Perú declinaron una entrevista y Electro Oriente, el actual proveedor de energía, con el que EDF se asociaría, no respondió a las solicitudes de entrevista.
Sustituir la economía del petróleo
Pero el petróleo no sólo mantiene las luces encendidas en Iquitos. La industria petrolera impulsó el crecimiento de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX y aportó unos US$37.000 millones a las arcas públicas en el último medio siglo, según el economista Roger Grández, de Iquitos, que ha estudiado la economía petrolera de la región. Y sigue representando una gran parte de los ingresos económicos de Loreto.
El reto será reemplazar esos ingresos, así como ayudar a la gente a desarrollar medios de vida decentes y sostenibles en las comunidades rurales donde las empresas petroleras han proporcionado puestos de trabajo y donde otras opciones económicas son escasas.
Pero no hay consenso sobre el modelo de desarrollo apropiado para una región cuya economía siempre ha dependido de la extracción de recursos naturales: pieles de animales y carne de caza, caucho, madera, petróleo y, más recientemente, oro extraído por dragas ilegales principalmente en los ríos Putumayo, Napo y Nanay. Los cultivos de productos básicos — los legales, como el cacao y el café, y los ilícitos, como la coca, el ingrediente activo de la cocaína—también han hecho su aparición en Loreto en las dos últimas décadas, provocando la deforestación.
Para el biólogo José Álvarez, que dirige la oficina de biodiversidad del Ministerio del Ambiente, el futuro pasa por una bioeconomía basada en una mejor gestión de la pesca y la fauna silvestre para proporcionar suficientes proteínas en las comunidades donde persisten la desnutrición y la anemia, junto con la recolección de frutos, fibras y otros productos del bosque sin cortar los árboles.
Su visión es similar a la propuesta realizada por un grupo de científicos en la cumbre climática de la ONU celebrada en Glasgow, Escocia en 2021. Bautizado como «Amazon 4.0», ese modelo también hace hincapié en una economía basada en la naturaleza, junto con la puesta de tecnologías modernas en manos de las comunidades locales.
Un estudio sobre Loreto realizado por investigadores de la Universidad de Harvard concluyó que la falta de coordinación e información son los principales obstáculos para el crecimiento económico de Loreto en áreas como el turismo y el desarrollo de productos como los que prevé Álvarez. Hasta ahora, las iniciativas de bioeconomía son incipientes y operan a pequeña escala, y no está claro cuán pronto -o incluso si- representarán una parte importante de los ingresos económicos de la región.
La región también se enfrenta a otros retos económicos. Más del 80% de la economía de Loreto es informal, según el estudio de Harvard, en comparación con el 72% del conjunto del país, y las actividades ilegales —cultivos y tráfico de drogas, tala ilegal y, cada vez más, dragado ilegal de oro en los ríos— se expandieron durante la pandemia de coronavirus.
Recientemente, un grupo de empresarios y funcionarios del gobierno han lanzado una campaña para presionar al Congreso del Perú para que derogue la legislación que protege a los grupos indígenas seminómadas que viven aislados en Loreto. El grupo alega que apartar áreas de bosque para proteger a aquellos —cuya existencia cuestiona— es un obstáculo para el desarrollo de la región, incluida la nueva exploración petrolera.
Petroperú sigue promoviendo la producción de petróleo en la región, y algunos líderes indígenas han adoptado una postura ambigua. Beltrán Sandi, el nuevo presidente de ORPIO, la agrupación regional de federaciones indígenas, dijo que no se opone a la extracción de petróleo siempre que no contamine el medio ambiente y aporte beneficios a las comunidades locales. Mientras que otros instan a una transición para abandonar los combustibles fósiles.
Un grupo que ha adoptado una postura firme es el de los wampis, que en 2015 se declararon nación y formaron un gobierno territorial autónomo. En marzo de 2022, en una reunión con el relator especial de la ONU sobre sustancias tóxicas y derechos humanos, representantes de la nación wampis y de la Federación Nacional Achuar del Perú reiteraron su oposición a las operaciones petroleras en el Lote 64, en la cuenca del Pastaza.
El lote está ahora en manos de Petroperú, pero la empresa estatal carece de financiación para explotarlo sin un socio internacional. Al menos cuatro empresas petroleras internacionales se han retirado de ese lote a lo largo de los años debido a las protestas de las comunidades indígenas, y parece cada vez más improbable que se encuentre un socio dispuesto a invertir en nuevas exploraciones.
Sin embargo, la mayor parte de la selva tropical intacta de Perú se encuentra en Loreto, lo que hace que la región sea crucial para cumplir los compromisos de Perú en virtud de los acuerdos climáticos internacionales, ya que la deforestación, principalmente debido al cambio de uso del suelo de forestal a agrícola, es la mayor fuente de emisiones de gases de efecto invernadero del país.
Los grupos internacionales, incluida la Agencia Internacional de la Energía, también han pedido que se prohíba el desarrollo de nuevos yacimientos petrolíferos y se reduzca drásticamente la producción para que el calentamiento global no supere los 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales.
Con los recientes descubrimientos de petróleo en Guyana y Surinam, es poco probable que el petróleo de la Amazonía peruana –difícil de extraer y que ha sido fuente de crecientes conflictos con las comunidades locales– resulte atractivo para los inversores externos. Y el ex ministro de Medio Ambiente, Manuel Pulgar-Vidal, que ahora es jefe interino de la Comisión de Crisis Climática de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, ha señalado que, si el cambio climático va a empujar a la Amazonía más allá de un punto de inflexión, convirtiendo la selva amazónica en una sabana tropical, Loreto tendría que prepararse para un futuro aún más drástico.
Algunas ideas ya están siendo probadas por las comunidades indígenas del Amazonas a una escala pequeña y local, según Shapion Noninga, secretario técnico de la Nación Wampis. Incluyen cosas como cosechar aguaje, el fruto de una palma (Mauritia flexuosa) sin talar el árbol, plantar y cosechar un bambú no invasivo, hacer harina de plátano, piscicultura y gestión de peces silvestres. Estas cosas deben combinarse con la educación ambiental de los niños, añadió.
A Noninga le gustaría reunir a los científicos con los indígenas para discutir las posibilidades y elaborar una propuesta. Sueña con un plan creado conjuntamente por científicos e indígenas, no sólo para los wampis y no sólo para Perú, sino que pueda ser adoptado por todos los pueblos indígenas de la Amazonia.
«Nuestro futuro es uno sin petróleo», dijo.