Por Daniel Lopez Mazzotti
La peor tortura desde que esta pandemia inició es la de tener que estar encerrado. Felizmente con las precauciones debidas, desde julio ya podemos salir a caminar. Y eso hay que disfrutarlo! así sea a los límites de Lima. Caminar es una bendición
Desde ese momento algunos viejos caminos en la zona de Valle Verde, Pachacamac, se convirtieron en refugio de muchas familias y ciclistas que empezaron a recorrer el tramo alto del camino de Valle Verde. El paisaje es fascinante: senderos que serpentean en cerros, con maravillosas vistas desde pintorescos puentecitos de tronquitos. Todo ello bordeado de copiosos árboles y maravillosa vegetación, refugio de una variadisima fauna.
MÁS RUMBOS:
Y sin embargo hace menos de un mes iniciaron los terribles atentados.
Aprovechando las labores de ‘limpia’ anual de la acequia de Cardal por la Junta de Regantes (motivo de la existencia de este sendero de más de 60 años) algunos inescrupulosos han empezado a talar los árboles y están incendiando el resto.
Con esto han sido afectados hasta ahora más de doscientos metros en tres puentes, se han deteriorado las sendas que usan los caminantes y ciclistas – que desde el 2009 se habilitaron para uso turístico- y se están afectando con incendios a las estructuras, aún en pie, de la zona arqueológica de Tambo Inga. Añejos árboles de más de 50 años, que no solo daban sombra sino que además, estabilizaban la ladera de los cerros; han sido talados.
La Tala indiscriminada en el canal de regadío de Tambo Inga afecta a árboles de Pacae , eucalipto y otros en el entorno de los restos arqueológicos de Pampa de Flores-Pachacamac , también de la destruccion de los puentes que eran parte de la ruta de los templos ancestrales que une los restos arqueológicos de Tambo Inga-Pampa de Flores-Cardal, proyecto ejecutado con apoyo del gobierno italiano en coordinación con las autoridades locales en el año 2009.
A todo esto se suma que aprovechando el pánico algunas personas están quemando inescrupulosamente los puentes de tronquitos. Hay que decirlo, no es la primera vez que se queman los puentes y siempre hemos sabido de cierta oposición a que ciclistas y excursionistas paseen por este sendero turístico por parte de algunos propietarios adyacentes. Sin embargo, esta vez el nivel de destrucción es realmente inconcebible.
Son tantos años recorriendo este sendero, a tantos amigos les hemos enseñado a acampar aquí, con tantos camaradas hemos recorrido viendo las águilas, los cernícalos, los halcones, incluso, ocasionalmente, mucas, vizcachas, culebritas y hasta zorros, a tantos niños hemos enseñado el amor por la naturaleza en este breve recorrido, tanta gente conoció la aventura trepando por sus laderas, descendiendo a rapel por sus cuestas, sintiéndose aventureros al cruzar sus túneles. Cuantos decidieron que el turismo era su vocación en estas caminatas, cuantos descubrieron en este sendero que dedicarse a la arqueología era su destino, cuantos aprendieron sobre el amor y respeto a la naturaleza en este otrora bellísimo paraíso. Hoy el dolor que sentimos al ver esa destrucción es inconcebible.
Muchos pobladores de la zona de Pachacamac en forma individual o a través de agrupaciones se han enfrentado a esta locura presentando reclamos ante la Municipalidad (con documentos desde el 20 de octubre) pero creemos que seguramente la pandemia ha afectado la capacidad de respuesta de las autoridades porque si bien esto sucede desde hace 3 semanas y se les informó a las autoridades inmediatamente, aún no han tomado acciones para parar esta locura… pero, viendo las fotos ¿puede ser peor?
¿Porque se elude el tema? ¿Porque se quiere acabar con turismo y deporte en este sendero? ¿Porque al ser humano parece que la naturaleza ya no le importa?
En pleno siglo XXI cuando el cuidado el planeta es una urgencia reconocida, mientras hablamos de asumir compromisos reales como que cada uno debe de plantar un árbol y hacernos responsables, pareciera que esta locura esta fuera de lugar.
Si algo hemos aprendido de nuestros errores como humanos es que debemos cuidar cada brizna de hierba, cada pequeño plantón, y hemos aprendido que un árbol es parte irrecuperable de nuestra vida. Este sendero fue para muchos de nosotros como una segunda casa. Esta destrucción nos duele como heridas que nos mutilan y sangran, que nos hieren en el alma. Aún queda tiempo de salvar algo. Aún podemos tener esperanza. Aún es hora de actuar.
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