El reciente incendio cerca del parque arqueológico de Sacsayhuamán, en Cusco, ha expuesto cómo la fragilidad de bosques, monumentos y sitios turísticos, va de la mano de una falta de respuesta rápida de las autoridades. Entre enero y setiembre de este año se han reportado más de 1.800 incendios forestales en el país, de los cuales 77 han ocurrido en áreas naturales protegidas. El fuego ocasionó la muerte de 10 personas, la cifra más alta de los últimos tres años. En este informe OjoPúblico detalla el impacto de estos desastres.
Por Magali Estrada/ Ojo Público
Aunque aún se investigan las causas del incendio forestal ocurrido cerca del Parque Arqueológico de Sacsayhuamán, en Cusco, el municipio provincial cree que el fuego se expandió luego de la quema de pastizales en los alrededores. La hipótesis de las autoridades se alinea con un comunicado emitido por el Ministerio del Ambiente, Sernanp y Serfor, en setiembre de este año, que indica que el 98% de estos eventos son ocasionados por las personas. En este caso, si bien faltan aún más datos para confirmar el origen del incendio, un reporte preliminar señala que este desastre dañó aproximadamente 200 hectáreas de bosques de las comunidades aledañas.
Los incendios son cada vez más frecuentes. También en Cusco, en setiembre, se registró otro en el Cerro Calvario, localizado en el Santuario Histórico de Machupicchu. Los bomberos controlaron las llamas luego de dos días, antes de que llegara a la ciudadela Inca, pero alcanzaron a destruir 20 hectáreas de bosques. Un mes antes, en agosto y en plena pandemia, la región más turística del Perú reportó el incendio más letal del 2020 en el distrito de Ocongate.
El alcalde del centro poblado Andayaque, Juan Machaca Huanca, recuerda la tragedia como una sucesión de sombras corriendo en desorden, una larga cortina de humo que crece juntos a gritos desesperados. “Por defender sus plantaciones de pino, la gente se entregó al fuego. Muchos murieron y dejaron a sus niños huérfanos”, cuenta por teléfono.
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El desastre ocurrió en el límite entre los distritos de Ccatca y Ocongate, en la provincia de Quispicanchi (Cusco). El reporte del Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) señala que aquella vez ocho personas murieron intentando apagar las llamas, entre ellas cuatro adolescentes. Según Machaca, el incendio se originó cuando un campesino quemó malezas en su campo para habilitarlo para sembrar, una práctica muy común en los andes.
Las víctimas quedaron atrapadas en medio del fuego y otras murieron asfixiadas. Esta misma tragedia dejó a otras 70 personas heridas.
Según Indeci, entre enero y fines de setiembre de este año, 10 personas fallecieron a causa de incendios forestales. A las víctimas de Ocongate, se suman una del distrito de Huanoquite, provincia de Paruro (Cusco), y otra más en Áncash. El 2020 se ha convertido en el más trágico de los últimos tres años: en 2018 hubo tres fallecidos, y el 2019 ninguno.
El Servicio Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) informó que, hasta fines de setiembre de este año, se han producido 1.877 incendios forestales. Si bien es una cifra menor en comparación a 2018 (4.819) y 2019 (5.650), lo que preocupa a las autoridades es la cantidad de fallecidos de este año. El 2018 los incendios destruyeron 169 mil hectáreas de bosques y vegetación y el 2019, 198 mil hectáreas. Las cifras de este año se conocerán al cierre del 2020, aunque Indeci ha precisado preliminarmente que en lo que va del año se han perdido 7.200 hectáreas de cultivos. Las regiones más afectadas fueron Puno, Cusco, Áncash. Huánuco y Junín.
Hay otra información, sin embargo, que ayuda también a entender la dimensión de la destrucción. Los datos de Global Forest Watch, una plataforma de monitoreo basado en imágenes satelitales de la NASA con el método de detección VIIRS, identifican solo entre junio y setiembre de este año 57.773 alertas de incendio en todo el país. Los datos recogidos por este sistema miden las áreas donde la temperatura tiene un comportamiento por encima de lo normal. Incluye incendios forestales, grandes y pequeños, producidos en su mayoría por las quemas agrícolas.
En Perú existen 247 áreas naturales protegidas, que representan el 16% de la superficie del territorio nacional: 75 de ellas son gestionadas por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), y el resto es responsabilidad de los gobiernos regionales e instituciones privadas. Este año, según informó el Serfor, se han producido 77 incendios forestales en estas áreas; una cifra mayor en comparación al 2018 (cuando ocurrieron 33) o al 2019 (67).
El Parque Nacional Huascarán, ubicado en la región Áncash, y la Reserva Paisajística de Nor-Yauyos Cochas, que comparten las regiones Lima y Junín, han sido las dos áreas más afectadas en los últimos años. En lo que va del 2020 se han producido 18 incendios en el Parque Nacional Huascarán, cuatro de ellos comenzaron en la zona de amortiguamiento, pero finalmente ingresaron hasta el área protegida. En total, el fuego destruyó 2.713 hectáreas de vegetación.
La Jefatura del Parque Nacional Huascarán detalló que los incendios impactaron el paisaje, que es la base del desarrollo turístico de Áncash; los glaciares, porque las partículas se posan sobre los nevados y aceleran su deglaciación; y sobre la cobertura vegetal. “Con las quemas, las altas temperaturas también afectan el suelo, generan erosión y producen desertificación”, agregaron los investigadores del parque.
El Código Penal del Perú ordena que se sancione con pena de cárcel no menor de cuatro ni mayor de seis años a quienes ocasionen intencionalmente incendios forestales, pero es raro que se cumpla esta norma porque para ello es clave identificar a los responsables. Y, si se lograra, se argumentaría que no hubo dolo.
Las soluciones no pasan por una norma para sancionar a quienes propicien el incendio forestal, sostiene la Jefatura del Parque Nacional Huascarán, sino por un cambio de costumbres, debido que para los pobladores de las comunidades -sobre todo las andinas- la quema de pastizales los ayuda a liberar los espacios donde desean sembrar, y creen que con ello sus pastos brotarán más robustos.
La Reserva Paisajística de Nor Yauyos-Cochas es la otra área natural protegida más afectada por los incendios forestales. Cuenta con una superficie de 221.268 hectáreas y alberga 150 especies de plantas, entre estas pajonales, queñuales y puyas Raimondi. Aquí se han producido 14 incendios forestales en lo que va del año, que han destruido 3.500 hectáreas de pajonales y unas 350 hectáreas de arbustos, informó a OjoPúblico Abdías Villoslada Taipe, jefe de esta reserva. “(Estos incendios) afectan la biodiversidad y los medios de vida de las comunidades, el daño es considerable”, señaló.
Otras áreas protegidas afectadas son la(Arequipa y Moquegua), Reserva Nacional de Tumbes, Reserva Paisajística Subcuenca del Cotahuasi (Arequipa) y Coto de Caza Sunchubamba (Cajamarca). Asimismo, se han reportado 107 incendios forestales en zonas de amortiguamiento, que son espacios adyacentes a las Áreas Naturales Protegidas, y que funcionan como cinturones de protección.
El biólogo Paul Viñas Olaya, coordinador del Programa de Conservación Noroeste de Naturaleza y Cultura Internacional Perú, dijo que los incendios forestales en áreas protegidas “significan pérdida de hábitat, biodiversidad de flora y fauna endémica”.
En este sentido, explicó que luego de los incendios registrados en 2016 en el área de conservación ambiental Pacaipampa, en la región Piura, su organización hizo estudios en parcelas de control para determinar qué tan rápido se restablecen los ecosistemas. Los resultados fueron preocupantes: para el siguiente año solo se recuperó el 40% de la biodiversidad de fauna que existía antes del incendio y el 70% de la cobertura vegetal.
“Lo interesante de las áreas protegidas es su diversidad, pero esta se va mermando (tras los incendios) y prevalecen las especies dominantes. Las más endémicas son las que se van perdiendo, van desapareciendo”, concluyó.
Impacto asociado en los glaciares
La subdirectora de Investigación Glaciológica del Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña (Inaigem), María Bustamante Rosell, explicó a OjoPúblico que los incendios forestales son una de las causas de la pérdida de masa glaciar (deglaciación). Otras son el parque automotor y el sector industrial que, como los incendios forestales, emiten impurezas que llegan hasta los glaciares y aceleran, junto al calentamiento global, su derretimiento.
Según el inventario del Inaigem de 2016, el Perú cuenta con 2.259 glaciares. La mayor cantidad se localiza en los departamentos de Cusco (827), Áncash (594) y Puno (274), que son precisamente las zonas donde se han reportado el mayor número de incendios forestales en los últimos años.
La pérdida de nuestros glaciares se observa cuando comparamos los inventarios. El primero, realizado entre 1955 y 1962, reportó una extensión glaciar de 2041.9 Km2 del territorio nacional. Pero el último, del 2016, registró que esa extensión se había reducido a 1.118 km2. Es decir, en los últimos 60 años hemos perdido 53.56% de superficie glaciar.
Bustamante Rosell detalló que, en base a datos de los inventarios de glaciares y bajo las condiciones climáticas actuales, se estima que las cordilleras glaciares del Centro (Lima, Huánuco, Pasco, Junín y Huancavelica) podrían desaparecer hacía el año 2040. Las cordilleras glaciares del Sur (Arequipa, Cusco, Apurímac, Puno, Tacna y Moquegua), por su parte, podrían hacerlo en el año 2060; y las cordilleras glaciares desaparecerían en 2100.
Aunque se trata de proyecciones luego de una simplificación matemática, “en las circunstancias actuales de cambio climático y la contaminación ambiental, el proceso de deglaciación se puede ver acelerado”.
El glaciólogo e ingeniero ambiental Rolando Cruz Encarnación, del Área de Evaluación de Glaciares y Lagunas de la Autoridad Nacional del Agua (ANA), sostiene que los incendios forestales son responsables del 60% del derretimiento glaciar. El científico explicó a OjoPúblico que los incendios forestales liberan grandes cantidades de humo a la atmósfera, junto a otras partículas orgánicas e inorgánicas denominados aerosoles, que el viento lleva hasta los glaciares. “Al depositarse sobre la superficie glaciar, los aerosoles generan una coloración oscura que reduce la capacidad del glaciar de reflejar la radiación solar. Entonces, la superficie glaciar absorbe mayor energía solar, lo que acelera su derretimiento”, aseguró.
Los estudios que ha realizado el ingeniero Cruz en los glaciares de Áncash, publicados por el Comité Nacional de la Asociación de Investigadores Polares de Carrera Temprana del Brasil y el Proyecto Glaciares, han identificado cenizas y hojas de plantas dañadas por incendios forestales locales y de la Amazonía. Cruz detalló que en el glaciar Artesonraju, ubicado en la Cordillera Blanca, en la provincia de Huaylas, realizó perforaciones para medir la concentración de aerosoles y encontró, para el año hidrológico 2014-2015, un depósito de 4.02 toneladas en un área de 3.67 Km2; y, para el 2015-2016, 5.49 toneladas en un área de 3.07 Km2. Lo que, en conclusión, muestra un claro incremento. El especialista indica que estos aerosoles son producto de los incendios forestales y aceleran el derretimiento de los nevados.
“En las mediciones que realizamos, calculamos que los balances de masa glaciar son negativos, estamos perdiendo de manera irreversible nuestra reserva de agua en estado sólido”, alertó. Los glaciares son un banco de agua dulce en estado sólido, regulan el clima, generan un ecosistema diferente y sirven para otras actividades económicas, como la producción de energía eléctrica y el turismo. “No nos damos cuenta que muchas de nuestras acciones nos dañan a nosotros mismos. Los incendios forestales afectan las reservas de agua dulce, ese agua que necesitamos y [que necesitan] nuestros hijos y nietos”, agregó.
Nelson Quispe Gutiérrez, meteorólogo de Senamhi, indicó a OjoPúblico que en los Andes los incendios forestales son más comunes entre los meses de junio a noviembre; en la Amazonía, entre julio y diciembre; y en la costa norte, entre enero y marzo. Las consecuencias no se restringen a un tema ambiental. También causan un importante impacto económico. La Administración Técnica de Serfor de Piura, por ejemplo, calculó que en 2017 se perdieron más de S/ 117 millones, por la quema de 10.700 hectáreas de bosque seco.
La quema de pastizales es solo algunas de las causas de los incendios. “Las personas que los originan no actúan con la intención de provocarlos, normalmente realizan una quema y esta se les sale de control”, explica el titular de la Dirección de Preparación del Indeci, coronel EP Miguel Yamasaki Koizumi.
Actualmente Sernanp, entidad que por iniciativa propia controla y apaga los incendios forestales, cuenta con 200 bomberos especializados, en el norte, oriente, centro y sur del país. Esta cifra, sin embargo, resulta insuficiente para mitigar la cantidad de incendios que se producen año a año.
¿Es posible atenuar las prácticas que conllevan al fuego sin control? “Muchas personas por la pandemia han regresado al campo y, para vivir, necesitan sembrar. Entonces, cortan las plantas secas y, al quemarlas, se les sale de control”, dijo a OjoPúblico Fabiola Vizcarra Páucar, coordinadora del Centro de Operaciones de Emergencia Regional de Áncash, una de las regiones más afectadas por los incendios forestales.
Este año dicha región ha reportado un incremento de incendios en más de 300% en comparación al año pasado: al 6 de octubre de 2019 se reportaron 60 incendios forestales, y este año, en el mismo periodo, ya son 198.
El ingeniero de la ANA, Rolando Cruz, dijo que es necesario implementar “una campaña de sensibilización con enfoque intercultural, que haga entender al campesino que los incendios forestales dañan su medio de vida y los de sus futuras generaciones”. Por su parte, José Nieto, del Sernanp, consideró que prevenir resulta más económico que mitigar estos eventos. Por eso, recomendó que las instituciones involucradas de todos los niveles cuenten con un plan de prevención y mitigación de incendios.
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