La tala ilegal y la deforestación son los principales problemas que afectan a las comunidades ashaninka de la cuenca del río Ene, en la provincia de Satipo, Junín. Ante ello, Steffi Rojas Benavides se convirtió en un agente de cambio.
Steffi es egresada del Máster en Estrategias y Tecnologías para el Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid becada por el Pronabec lideró el proyecto que permitió que 10 000 pobladores indígenas se capaciten sobre vigilancia de su patrimonio forestal y fauna silvestre, importancia del medioambiente, entre otros temas que ayudarán a frenar el cambio climático y resguardar su territorio comunal.
Cuando en el 2019 viajó a España para iniciar su maestría luego de haber obtenido una de las becas del concurso Beca Generación del Bicentenario del Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec), tenía la convicción de que volvería a Junín, región donde nació y creció, y aportar con sus conocimientos para mejorar la realidad de la población. A los pocos meses de encontrarse en el país europeo, presentó a la universidad, junto con su compañero del programa y también peruano, Marco Choque Mamani, el proyecto “Gobernanza climática indígena: las comunidades ashaninkas de la cuenca del río Ene de Perú, construyendo su desarrollo sostenible en contextos del COVID-19”.
“Cada año, la Oficina de Cooperación Internacional de la Universidad Complutense de Madrid lanza este concurso. Fuimos los únicos peruanos ganadores, nos asignaron 14 000 euros para poner en marcha el proyecto que recién se pudo implementar en julio del 2021, debido a las restricciones por la pandemia”, señala la joven de 31 años. En conjunto con la Universidad Nacional del Centro del Perú, la Central Ashaninka del río Ene (CARE) y la ONG española Sic4Change pudieron llegar a la zona, ubicada en el corazón del Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), y poner en marcha la iniciativa en beneficio de las poblaciones indígenas.
El proyecto, que culminó el 31 de diciembre del 2021, se desarrolló en tres ejes fundamentales: ambiental, educativo y gobernanza. “En la parte ambiental hemos logrado el fortalecimiento del sistema de vigilancia comunal, mediante la entrega de tablet, drones y GPS, que ha permitido que las comunidades ashaninka se equipen para controlar mejor sus bosques. Además, se apoyó en la implementación de una plataforma de vigilancia forestal con equipos tecnológicos, a fin de contribuir en la protección de su ecosistema, bosques y territorios que están siendo vulnerados”, explica la profesional.
Desde el enfoque educativo, se desarrollaron actividades de formación e implementación de títeres comunitarios para sensibilizar a la población sobre la importancia de los bosques y la prevención de incendios forestales y promover la adopción de estilos de vidas amigables con el medioambiente.
Así, se logró trabajar con dos instituciones educativas de la cuenca, en la que participaron los niños de la zona y con quienes se desarrollaron actividades lúdicas para cuidar su entorno, manejo adecuado de los residuos sólidos, entre otros.
Por el lado de la gobernanza, se organizaron capacitaciones y conversatorios con los líderes y comuneros sobre la importancia de involucrarse en la vigilancia de su territorio. “Si bien es cierto, garantizar los derechos humanos es responsabilidad del Estado, el tema de vigilancia es más un ejercicio ciudadano de las comunidades, ellos cumplen un rol importante en este proceso. La gobernanza es vital porque les permite hablar de una manera más horizontal con las autoridades, no solo cuando les toque realizar sus pedidos, sino también al momento de proponer soluciones”, comenta la egresada de la carrera de Sociología por la Universidad Nacional del Centro del Perú.
Steffi, natural de Huancayo, expresa su gran satisfacción por los logros objetivos de la iniciativa. “De manera indirecta se logró beneficiar a 10 000 pobladores de la zona, quienes se han empoderado en los temas sensibles que afectan a su entorno”, señala. Aunque el proyecto ya culminó, la profesional tiene en mente continuar con acciones de concientización mediante la participación de más ONG y otras organizaciones y extender la iniciativa a zonas vulnerables de Cusco y Amazonas, así como reintegrarse a la gestión pública.
“Ha sido una gran satisfacción volver a mi país en una zona donde antes trabajé y aportar con mi granito de arena. Estas comunidades me permitieron aprender, conocer y disfrutar de mi carrera”, expresa la joven con una sonrisa. Por el lado académico, señala que ha sido muy bueno practicar sus conocimientos de la maestría que desarrolló en el extranjero, gracias a la cual se especializó en cooperación internacional y gestión pública. “Intercambiar experiencias con estudiantes de diferentes ramas y de todas partes del mundo, ya que la maestría fue interdisciplinaria, me permitió ampliar y profundizar lo aprendido”, comenta.
En la actualidad, la joven ya se encuentra trabajando en una ONG española como delegada en nuestro país, labor que se suma a los más de diez años de experiencia profesional. “Lo grande, lo bello y lo complejo cuesta esfuerzo. El Perú nos ofrece muchas oportunidades, está en nosotros aprovecharlas”, es el mensaje potente que les da a los jóvenes. La profesional, madre luchadora e hija de un agricultor y una docente de primaria, quiere seguir trabajando por las poblaciones más vulnerables, porque no hay mayor satisfacción que trasformar sus vidas, como ella lo ha demostrado.