Una comunidad ha recuperado 30 variedades de mashua y se prepara para conquistar el mercado turístico de una de las montañas más populares del Cusco
Por PNUD
En los alrededores de la montaña Vinicunca, una comunidad ha recuperado del olvido 30 ecotipos de mashua: un tubérculo oriundo de los Andes que, por sus valiosas propiedades alimenticias, podría ser aliado estratégico contra el hambre y la desnutrición.
Se trata de la comunidad de Chillihuani, ubicada en la ruta que conduce a la Montaña de Siete Colores, en el distrito de Cusipata, provincia de Quispicanchi, Cusco.
Rosaurelia Yupanqui y Jesús Melo son los jóvenes líderes de esta iniciativa que busca integrar la agricultura orgánica al creciente mercado turístico de Vinicunca. Su proyecto empezó hace un año, pero el vínculo entre la montaña y la mashua viene de mucho tiempo atrás.
Tierras que nutren
A Rosaurelia sus abuelos le contaron que hubo un tiempo en que la montaña de siete colores era blanca y solitaria. De eso ya no queda nada, afirma ahora. Como la nieve se derritió, sus colores rojizos quedaron al descubierto y la convirtieron en uno de los lugares más visitados del Perú.
MÁS RUMBOS:
Con su popularidad, las comunidades aledañas han encontrado nuevas formas de ganarse la vida. Muchos trabajan como guías locales, venden artesanías y dan servicios de hospedaje y alimentación. Pero también hay quienes, como Jesús y Rosaurelia, apuestan por quedarse en el campo.
Cuando era niño, Jesús solía ayudar a su papá en la chacra que tenían. En aquel tiempo, recuerda, había bastante producción de papa, mashua y otros tubérculos. Pero las cosas cambiaron: el cambio climático, la degradación de la tierra y la migración a la ciudad hicieron que muchas de esas semillas se dejen de cultivar o que los agricultores dejen de intercambiarlas.
“Con el paso de los años he visto que nuestro suelo ha cambiado; ya no produce como antes”, confiesa Jesús apenado.
Preocupados por la desaparición de estos cultivos decidieron conformar la Asociación Ccapac Ñac para empezar a recuperarlos y darlos a conocer entre los miles de turistas que a diario pasan por su pueblo rumbo a la montaña. “Al principio a mi familia le causo gracia que me ponga a trabajar en la chacra, ahora me apoyan”, comenta Rosaurelia entre risas. Ahora no solo su familia la respalda.
A inicios de este año ganaron un concurso del Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (PPD) y consiguieron financiamiento y asesoría técnica para llevar adelante su proyecto. En el camino, obtuvieron también el apoyo del Instituto de Innovación Agraria (INIA) para la implementación de un banco de germoplasma; y a nivel local, la Municipalidad de Cusipata está tomando su caso como ejemplo para inspirar a las demás comunidades de la zona.
Agricultura inteligente
La mashua es milenaria. Sus propiedades nutritivas y medicinales son muy valoradas desde tiempos pre incas pues se sabe que es beneficiosa para el hígado, los riñones, la piel y la próstata. Si bien es un tubérculo, sus hojas y flores también pueden ser consumidas, según investigaciones del National Research Council.
Pese a todo ello, la mashua aún es poco conocida en el mercado. Por eso, en Chillihuani, decidieron buscar en sus orígenes la solución a sus problemas. La agricultura sostenible es la alternativa que encontraron y les ha permitido recuperar sus cultivos originarios. Para lograrlo, se capacitaron y realizaron pasantías en experiencias similares en otras zonas. Gracias a ello y a la asesoría del INIA y el PPD, han mejorado sus prácticas agrícolas usando compost y biol orgánico que les permite tener más y mejores cosechas. También han aprendido técnicas para elaborar productos con valor agregado. Esa es su próxima meta.
Negocios verdes
Mermeladas, refrescos y vinos son algunos de los productos que ya están empezando a procesar con el apoyo de la Asociación Especializada para el Desarrollo Sostenible (AEDES), que se encarga de dar asesoría comercial a distintos proyectos que financia el PPD en el Sur andino.
Con esta iniciativa ahora las familias intercambian más variedades de cultivos, fortaleciendo la resiliencia social y ecológica. Además, contribuyen a garantizar la seguridad alimentaria, superar la pobreza y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Chillihuani solo es una de las comunidades que componen la ruta a Vinicunca. Como ellos, otras comunidades también se preparan para incorporarse a las actividades turísticas para evitar que un crecimiento desordenado pueda dañar la belleza natural de la montaña y la riqueza que alberga. Junto al PPD, el Centro Bartolomé de las Casas (CBC) y Condor Travel Wings vienen asesorando a las comunidades para que sus emprendimientos comunitarios se articulan al mercado turístico y sean más sostenibles.
“El turismo rural comunitario es importante porque permite que las familias generen su propio autoempleo y desarrollen actividades para mantener y conservar la naturaleza”, sostiene Norma García (CBC).
El turismo mueve montañas
Ascender hasta los 5,200 msnm que alcanza la montaña no es fácil, pero vale la pena. La vista que se obtiene desde la parte más alta cautiva a todos los visitantes y todo indica que irán en aumento. Un panorama que está siendo aprovechado por las comunidades para conservar sus recursos y mejorar sus medios de vida de manera sostenible.
Esta es una de las iniciativas que promueve el Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (PPD), que implementa el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) con el respaldo del Ministerio del Ambiente de Perú (MINAM) en las comunidades más vulnerables de los Andes del Sur de Perú. Con acompañamiento técnico y financiero, promueven soluciones innovadoras desde comunidad y buscan obtener aprendizajes que permitan replicar la experiencia en otras zonas similares.
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