Después de décadas de exportaciones descontroladas, varios países sudamericanos prohibieron el comercio internacional de aves silvestres.
Sin embargo, las prohibiciones también aumentaron el comercio ilegal en el continente y causaron un traspaso de los beneficios económicos por el comercio de aves silvestres hacia otros países.
Por Mongabay Latam
El comercio de aves vivas en Sudamérica está en sus niveles más bajos de los últimos años, según un informe publicado el 16 de enero por las ONG Traffic y WWF. Pero las poblaciones de aves continúan en peligro a lo largo y ancho del continente, según afirma Bernardo Ortiz-von Halle, autor del informe.
“La pérdida de hábitat sigue siendo la amenaza más grande contra las poblaciones de aves silvestres en los países amazónicos”, explica Ortiz-von Halle, biólogo de la Universidad del Valle, en Colombia.
Agrega que las prohibiciones en la recolección y venta de aves silvestres promulgadas por varios países sudamericanos durante la década del ochenta han llevado el comercio al exterior. En su investigación, descubrió que Sudáfrica había exportado 64 especies de loros sudamericanos (más que cualquier otro país) entre el 2000 y el 2013.
Ortiz-von Halle entrevistó autoridades, conservacionistas y comerciantes de aves en Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú y Suriname para comprender el estado actual del comercio de aves en Sudamérica y cómo se ha desarrollado desde que Brasil se convirtió en el primer país en cerrar el comercio internacional de animales silvestres en 1967.
Las economías que crecían rápidamente en Estados Unidos y en Europa después de la Segunda Guerra Mundial alimentaron la demanda de aves como mascotas, y los comerciantes ya sabían que Sudamérica —y, en especial, la Amazonía— estaba llena de especies coloridas y singulares. Durante casi un siglo antes de la guerra, los comerciantes europeos ya habían importado cientos de miles de aves desde Sudamérica, así como su piel y plumas para utilizarlas en la industria de la moda.
La cantidad de especies que viven en el continente eclipsa los números de casi cualquier otra parte. Los tres países con mayor riqueza de especies en el mundo y seis de los diez primeros están en Sudamérica. Cada uno cuenta con más de 1300 especies. Colombia ocupa el primer lugar con 1877 especies.
El comercio de aves silvestres cobró importancia económica, pero también comenzó a vaciar los bosques de esos países. Después de haber prohibido el comercio de vida silvestre, Brasil comenzó programas de crianza en cautiverio para reponer los ingresos perdidos. Pero la acción, seguida por medidas similares en Ecuador y en Colombia, tuvo la consecuencia involuntaria de desencadenar un comercio ilegal sólido de aves silvestres en Sudamérica.
En muchos casos, los cazadores furtivos recogen las aves de la Amazonía brasileña y luego las introducen en mercados de países donde la venta aún es legal.
La prohibición también trasladó los beneficios de la venta de aves buscadas en Sudamérica al exterior, según descubrió Ortiz-von Halle. Por ejemplo, la mayoría de los países que se ha beneficiado del comercio de loros sudamericanos durante los últimos años son países ricos, como Suiza, Singapur y Estados Unidos. Ninguno de los primeros diez está en Sudamérica.
“Brasil produjo la situación opuesta a un mercado monopólico —escribió Ortiz-von Halle—. Sin intención, colocó el derecho de beneficiarse por el comercio de sus especies nativas en manos de cualquier otro país”.
Brasil aún debe lidiar con un comercio ilegal importante, en especial de aves cantoras. Se confiscan hasta unas 35 000 antes de que lleguen a los “concursos de canto de aves silvestres”, para los que estaban destinadas. Perú, Suriname y Guyana continúan exportando aves silvestres pertenecientes a más de cien especies, aunque muchas son consideradas comunes, según el informe. Suriname y Guyana establecieron límites para apoyar este engranaje importante en sus economías. (En Guyana, uno de cada veinte residentes rurales se beneficia económicamente del comercio de aves). Pero a los conservacionistas les preocupa que estos límites no estén respaldados por datos científicos y, por lo tanto, el comercio podría llevar a la recolección de más aves de lo que las poblaciones de esos países pueden soportar.
Para reemplazar esos beneficios económicos anteriores, Brasil y Ecuador, junto con Colombia —que, hace poco, se liberó del conflicto más largo en el Hemisferio Occidental—, han aumentado las inversiones en turismo para avistamiento de aves. Sus partidarios ven un potencial económico en llevar observadores de aves preocupados por la conservación y, a menudo, ricos, a lugares de la Amazonía y más allá de esta, que solían ser inalcanzables.
Pero esa clase de inversión, posiblemente, solo sea parte de la solución, según dijo Ortiz-von Halle.
“Las complejidades del comercio de aves han sido subestimadas: para asegurar un futuro para las aves que cada vez están más amenazadas en la región, debemos integrar estrategias que busquen con urgencia detener o revertir la destrucción del hábitat y mejorar la ejecución. Esto debe complementarse con incentivos económicos para la generación de ingreso local a través del turismo y del uso sustentable de los recursos naturales. Esto ofrece el mejor camino hacia adelante para la extraordinaria población de aves de Sudamérica”.
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