Desconocido por la mayoría de peruanos, el árbol que resalta en el escudo nacional, podría extinguirse. Es tiempo de actuar.
El árbol de la quina, que salvó miles de vidas en el mundo, se encuentra gravemente enfermo en el Perú, tanto así que la especie se debate entre la inexorable extinción y una lenta recuperación, pero en ese panorama sombrío, un grupo de investigadores y ciudadanos lucha y se esfuerza para verlo florecer como en aquellos tiempos de vitalidad y esplendor.
En el escudo nacional, el árbol de la quina representa la riqueza vegetal del país. A pesar de su importancia patriótica y sus innegables bondades medicinales, muy pocos peruanos lo conocen. Es más, muchos lo relacionan o confunden con la quinua, el superalimento que en las últimas décadas ha traspasado las fronteras andinas para nutrir a las cocinas del mundo.
Pero no siempre fue así. La quina fue una especie codiciada por sus propiedades curativas, descubiertas desde la época preincaica. Vital para enfrentar enfermedades como la malaria y el paludismo, su importancia se fue perdiendo poco a poco, tanto así que, en el Perú, fue olvidada por más de 20 años, razón por la que se careció de un inventario que documentara su situación real.
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Por ahora, se sabe que hay árboles aislados y en estado natural en los bosques nubosos de Tingo María (Huánuco), Tarapoto (San Martín), Jaén (Cajamarca), Bagua (Amazonas) y Lambayeque. Los reportes confirman la presencia de tres especies: Cinchona officinalis (la que posee mayor cantidad del alcaloide quinina), la Cinchona pubescens (incluida en la lista de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), y la Cinchona succirubra.
El biólogo José Fernández Dávila, precisa que el árbol debería llamarse quino y no quina, porque esta última es la corteza del árbol. El profesional explica, además, que la quinina es el alcaloide que se obtiene de dicha corteza.
Los estudios botánicos reportan que el ‘quino’ crece en los bosques nubosos. A los cuatro años alcanza su edad adulta, llegando a medir hasta 15 metros de altura, y, en su floración, cada capullo contiene hasta 10 000 semillas, de las cuales solo el 30 por ciento germinan.
El milagro del mundo
Remedio ancestral y milenario. Los pueblos preincaicos utilizaron su corteza para curarse de las infecciones. Siglos después, los colonizadores o invasores españoles la llamarían cascarilla (palabra que deriva de la pronunciación quechua ccarachucchu), mientras los religiosos jesuitas la bautizarían como el ‘polvo de cardenal’, porque en 1629 el paludismo había acabado con la vida de 27 purpurados de Roma, razón por la que la Iglesia Católica se disponía a abandonar la Santa Sede. Eso nunca ocurrió. La quinina peruana detuvo la epidemia.
Por su parte, el tradicionalista Ricardo Palma escribió sobre ‘los polvos de la condesa’, en referencia a doña Francisca Enriquez de Rivera, quien se recuperaría de la malaria después de ingerir un brebaje preparado con la corteza del árbol. En honor a tan distinguida dama -segunda esposa del virrey Luis Jerónimo Fernández de Cabrera Bobadilla y Mendoza, conde de Chinchón- en 1742 el botánico sueco Carl von Linné, crearía el nombre científico de Cinchona, transcribiendo el prefijo ‘chi’ a la manera italiana ‘ci’, como se estilaba en aquel entonces.
Los prodigios curativos incluyen la recuperación de miles de soldados estadounidenses, infectados de malaria durante la Segunda Guerra Mundial. Su milagrosa recuperación se lograría con toneladas de cortezas de quina procedentes del Perú.
En aquellos tiempos, nuestro país era una farmacia al aire libre, pero esa riqueza empezaría a ser depredada, en especial la Cinchona officinalis (la especie que aparece en el escudo). Por un lado, la industria farmacéutica sobreexplotó el árbol y, por otro, los pobladores -por desconocimiento- comenzaron a talar los pocos árboles que quedaban en pie, para levantar sus casas o utilizarlos como leña. Hoy nuestro árbol nacional está en camino a la extinción.
“Perú cuenta con 20 de las 29 especies de quina que existen en el mundo, pero muchas de ellas son difíciles de hallar debido a la deforestación, degradación de los suelos y al crecimiento de las fronteras agrícolas”, explica el ingeniero forestal Alejandro Gómez, quien ha dirigido proyectos de preservación. En efecto, un hábitat frágil y expuesto al exterminio por la quema de grandes extensiones de terrenos para sembrar café y otros cultivos, está provocando la desaparición de valiosos ejemplares.
Según José Luis Marcelo, ingeniero forestal y docente de la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM), seis cinchonas que solo crecen en Perú están seriamente amenazadas, en especial la Cinchona officinalis. La razón: la ampliación de la frontera agrícola que convierte a los bosques húmedos en áreas de cultivos.
Si bien en la actualidad se produce quinina sintética, el alcaloide natural que produce la corteza del quino difícilmente podrá ser reemplazada, por lo que su preservación debería ser prioridad, más aún cuando el Perú invierte anualmente unos 118 millones de soles en el tratamiento de la malaria, 80 millones de los cuales se utilizan en la compra de medicamentos.
Pero la realidad no permite ser optimista. Según los expertos del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en el país solo quedan entre 500 y 600 ejemplares de la simbólica especie.
Un bosquecillo de esperanza
En el centro poblado La Cascarilla del distrito de Pomahuaca (Jaén, Cajamarca), los ciudadanos -animados por los científicos- protegen un bosquecillo cercano en el que abunda el árbol de la quina. Todo empezó en 2008, cuando Franklin Fernández Zárate, leería su destino en un periódico. Él tenía 12 años y en una de las páginas de ese diario se informaba que el quino iba a desaparecer.
Al enterarse de aquella triste noticia, el niño de nuestra historia hizo suyo el desafío -o el sueño- de rescatar al frondoso árbol que hermosea el escudo nacional. Pero ¿cómo lo haría?… fue entonces que el destino daría un giro a su favor. Los agricultores de su tierra, incluyendo a Neptalí y Perla, los padres de Franklin, se dieron cuenta que la cascarilla que crecía en sus parcelas, era -en realidad- la casi extinta quina. Sí, un bosquecillo de ellas sobrevivía a 25 kilómetros de Jaén, la capital provincial.
Cuando dejó de ser un niño, Fernández Zárate capacitaría a los agricultores de su comunidad en procesos de reforestación del árbol que, siendo un niño, se propuso rescatar. Por eso se convertiría en ingeniero forestal y ambiental en la Universidad Nacional de Jaén. Por eso, también, es el responsable técnico-administrativo del proyecto de reforestación Rescatando el árbol de la Quina, Cinchona sp. En el Centro Poblado La Cascarilla, Jaén.
“Desde que era niño veía esta labor en mi familia. Esto me motivó a formarme en ciencias forestales y ambientales. Mi idea era que algún día pudiera formar y contribuir a la recuperación de la especie”. Y vaya que lo está logrando. De a pocos va comprometiendo en su tarea a más instituciones y profesionales de distintas partes del país.
Una muestra de ellos es la donación a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) de 24 plantones de árboles de la quina, con la finalidad de que sean estudiados, se busque su preservación y se difunda su valor como alcaloide natural. “No es la primera vez que recibimos plantones de quina. Este es nuestro segundo intento de aclimatar un árbol tan emblemático para el Perú, dentro de la universidad y fuera de su hábitat natural”, explicaría Jessica Cornejo, jefa de la Oficina Central de Servicios Generales de la UNI.
Los árboles provenientes de los viveros de La Cascarilla, se entregaron en marzo del año pasado, para que luego de un proceso de aclimatación fueran trasladados a un terreno definitivo al interior del campus. ”El rescate del árbol de la quina será el aporte de la academia y de nuestra institución para celebrar el Bicentenario”, agregaría Cornejo.
Acciones como la detallada son importantes para dar a conocer el patrimonio natural del país y rescatar una especie que goza de una antigua fama entre la comunidad científica, pues fue usado por los médicos en siglos pasados para tratar diferentes enfermedades como la malaria y el paludismo; aunque esa fama fue, también, una de las causas de su depredación.
En Rumbo
*Conozca el santuario de la quina en La Cascarilla, aquí: www.facebook.com/unjperu/videos/2356443774395247/
*Para tener más detalles del proyecto: www.facebook.com/ARBOLDELAQUINA/
*En el escudo: la inclusión de la quina fue oficializada el 24 de febrero de 1825, por el libertador Simón Bolívar y el Congreso de la República.
*Nombres: el árbol de la quina es conocido también como cascarilla y chinchona.
*Sanadora: la quinina, el alcaloide natural que se encuentra en la cortea, tiene propiedades antipalúdicas y analgésicas. De igual manera, es eficaz para disminuir la fiebre.
*Viajera: el jesuita Alonso Messía Venegas sería el primero en llevar el árbol de la quinua a Europa.
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