Cerca del 80% de los inmuebles declarados históricos en el Centro de Lima, estarían a punto de colapsar por la dejadez y negligencia de autoridades que se hacen de la vista gorda.
Si “el quijote de nuestros balcones” coloniales (Bruno Roselli) estuviera vivito y coleando en la actualidad, lideraría inmediatamente una guerra mediática contra el burgomaestre de Lima por abandonar el plan ‘Adopte un Balcón’ en favor de estos cajones tallados en madera (pino, cedro o roble) que adornan las fachadas de las casonas de la capital.
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Sí, definitivamente el profesor de apellido italiano –personaje de la obra teatral de Mario Vargas Llosa, El loco de los balcones– volvería a liderar una cruzada multitudinaria con el fin de cuidarlos y evitar su destrucción.
Pero ese loco, perdón “Quijote” de corazón peruano no está entre nosotros. Tampoco su lugar favorito: el tradicional Centro de Lima, porque ahora esos viejos edificios y zonas populares repletas de balcones dieron paso a edificios sin arte ni gusto. Las casas empezaron a crecer para arriba, por lo tanto los “cajones de madera” ya no servían para ese panorama urbano. Eran un estorbo.
Lo que el tiempo se llevó (y el desarrollo urbano)
Así como en la actualidad Lima crece descontroladamente, sus balcones, los que aún quedan en pie o se sostienen de algunas vigas, se deterioran, se caen, se pierden hasta convertirse en polvo: en nada.
A inicios de este año, tras reportarse el último incendio que devoró las casonas que rodean la Plaza Dos de Mayo en el Centro de Lima, los voceros del Centro de Investigación, Documentación y Asesoría Poblacional (Cidap) advirtieron que más del 80% de los 600 inmuebles declarados históricos estarían a punto de desplomarse en cualquier momento debido a la falta de control y conservación de sus estructuras.
Pero eso no sería lo peor de esta situación, pues de continuar con el riesgo de que colapsen las casonas y los balcones –ya sea por los incendios o la dejadez de sus dueños o el municipio–, Lima perdería su condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad, el cual conserva desde hace 25 años gracias a la Unesco.
Al respecto, el subgerente de Defensa Civil del municipio de Lima, Mario Casaretto, también señaló en una entrevista que un sismo que supere los cinco grados podría provocar daños en al menos 220 balcones históricos. Alertó sobre todo que pese a estas advertencias, hay familias que todavía viven en varios de estos inmuebles declarados en riesgo.
Y a todo esto ¿quién se hace cargo? Hace dos años, la Municipalidad cuantificó el costo que supondría recuperar el Centro Histórico de la capital. La inversión ascendía a 970 millones de dólares, sin embargo cuando se registra algún desperfecto en los edificios limeños suele responsabilizar al Ministerio de Cultura de tutelar el patrimonio de la Unesco.
Aunque “Lima, la horrible”, apelativo creado por el escritor peruano Sebastián Bondy, no siempre estuvo en el olvido, algunas campañas intentaron recuperarlos. Así como lo hizo en su momento el alcalde Eduardo Orrego en 1983, año en que constituyó el Patronato de Balcones y gracias a la campaña Adopte un Balcón, impulsada por la comuna limeña, se pudo recuperar 80 de ellos.
Lo mismo sucedió a mediados de los años 90 con el recordado alcalde Alberto Andrade. Y 22 años después lo continuaría Susana Villarán al relanzar el programa “Adopta un balcón”, que buscaba preservar con el apoyo de las empresas privadas y de los vecinos, algunos de los 350 balcones coloniales y republicanos en peligro de colapsar que se encuentran en varias zonas de la capital: Barrios Altos, Rímac y el Centro de Lima.
Pero a pesar de todo: del abandono de un alcalde que prefiere los bypass a reconstruir su ciudad o al irremediable paso del tiempo, Lima sigue teniendo suerte. A inicios de este mes la compañía Arte Express (conocida por compra edificaciones en deterioro para luego ponerlas en valor y uso comercial) adquirió la casona Larco, la cual se suma a la lista de inmuebles obtenidos en los alrededores de la plaza Dos de Mayo, siniestrada el 2014.
Su intención, como era de esperarse, es recuperar este espacio emblemático de la ciudad. «Se han dañado las estructuras principales y hay mucho trabajo por hacer», dijo el gerente general Fernando Palazuelo al reiterar que la empresa ya cuenta con un equipo que está analizando las mencionadas estructuras. También agregó que se manera preliminar, se invertirán 500 dólares por cada metro cuadrado para la restauración del edificio, un espacio de 3 mil 500 metros cuadrados. No todo está perdido, Bruno Roselli, tu lucha aún persiste.
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