A propósito de la reciente premiación de la moneda que rinde homenaje a la cerámica Shipibo – Konibo, te contamos qué hace que el legado artístico de esta etnia amazónica, sea considerado parte de la riqueza y el orgullo peruano.
Trazos que envuelven a objetos antropomorfos. Alfarería de diseños geométricos que semejan a ríos. El pueblo Shipibo-Konibo ostenta la autoría de una cerámica que cautiva y extravía a quienes la observan. Ubicados en la cuenca del río Ucayali, en la amazonía, sus ceramios son elaborados principalmente por mujeres y los orígenes de esta técnica que se pierden en el tiempo, se vinculan con otra tradición ceramista: cumancaya, desarrollada en las riberas del Ucayali entre 800 y 1600 d.C., cuya gran semejanza con el estilo Shipibo-Konibo contemporáneo, le otorga a estas piezas continuidad cultural en la región por más de mil doscientos años.
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Todos los ingredientes utilizados en la alfarería, son propios de la selva y las técnicas de confección de los ceramios, expresan la compleja cosmogonía shipibo conibo: todo lo que está arriba en el cielo está abajo en la tierra y ambos se reflejan mutuamente; de ahí, las constelaciones son los ríos y las líneas gruesas que están en medio de ellas son el camino de la canoa conducida por el sol.
Los colores que ostenta esta expresión artística se deben a la presencia de arcilla de color rojo, blanco y negro. Estos ingredientes son combinados con las cenizas del árbol apacharema y el polvo de antiguas vasijas molidas, una extraña combinación que hace que muchos afirmen que este arte se vincula con el reciclaje de la vida y la muerte. Toda esta mezcla es amasada en rollos que son enroscados para formar nuevas piezas. Esta técnica replica el movimiento de la anaconda cósmica ronin, que según la cosmovisión Shipibo- Konibo, es la encargada de crear los ríos y los bosques enroscándose sobre sí misma.
Antes del quemado, las piezas son pintadas con complejos diseños geométricos, llamados kené, que parecen envolver los ceramios con un hipnótico halo de luminosidad y movimiento. Estos diseños provienen de las manchas de la piel de la anaconda cósmica y comunican a las tinajas su poderosa energía de transformación.
Pero otra de las características que hacen de estos ceramios tan especiales, es su utilidad: El cántaro de gran tamaño, mahuetá, que llega a medir hasta 120 centímetros, se utiliza para fermentar grandes cantidades del masato consumido en fiestas y reuniones comunales. Ataviados de rostros antropomorfos son confeccionados para fermentar las bebidas hechas con yuca y celebrar la fiesta de la pubertad femenina.
Un dato curioso sobre esta cerámica en particular es que arqueólogos han descubierto en Cai que los Conibo de Alto Ucayali tuvieron por costumbre enterrar a sus muertos dentro de los mahuetá tanto así que en su idioma, esta tinaja de grandes dimensiones, quiere decir muerto. Estas ‘urnas funerarias’ tienen rostro y sexo femeninos y semejan a una mujer shipibo arrodillada, con las piernas abiertas en posición de alumbramiento. Adentro, el muerto colocado en posición fetal se despedía de este mundo, dentro de la matriz de la tierra, a la espera de volver a nacer. Una hermosa metáfora del eterno retorno presente en muchos pueblos y etnias de nuestro país.
El año pasado todo este acopio de saberes artísticos amazónicos fueron homenajeados por el Banco Central de Reserva del Perú. Estos hermosos diseños cerámicos fueron escogidos como el motivo principal de la vigésimo quinta moneda de la serie numismática, ‘Riqueza y Orgullo del Perú’ y en ella se observa una composición de varios ceramios que adornan la unidad monetaria peruana y que acuñó la Casa Nacional de la Moneda, durante el 2016.
Precisamente, el Premio Nexonum 2017, otorgado en la Real Casa de la Moneda de España, fue concedido por la calidad del diseño de la moneda en la categoría “Moneda de Curso Legal del año 2016”. Pero esta no es la primera vez que se premia la hechura de nuestras monedas. Antes, la moneda alusiva al Templo Inca Huaytará, en Huancavelica, recibió el mismo galardón en 2013 y lo mismo sucedió con la moneda que tiene el diseño de la Catedral de Lima en el año 2015.
Los reconocimientos fueron otorgados por un jurado internacional, integrado por prestigiosos miembros de sociedades numismáticas, federaciones nacionales y académicos de más de 20 países de América y Europa. Y para cerrar un año lleno de orgullo a nosotros no nos queda más que seguir insuflando el pecho por tanta riqueza que poseemos.
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