Por Roger Ravines
Cuando corría aproximadamente el año 1400 a.C se inició la construcción de uno de los templos más importante del valle del Rímac, que formaba parte de una confederación de centros ceremoniales multivalles en la costa central, lo que permitió consolidar las relaciones humanas de dominio de una élite que ejercía poder en esta parte de la costa peruana.
Este templo, que ha venido en llamarse Garagay, estuvo gobernado por una élite de sacerdotes que ejercía poder a través del miedo, expresado en su práctica religiosa e iconografía que se encuentran ilustradas en su construcción. Pero este prestigio no sólo era religioso, aquí también se realizaba la práctica redistributiva de los bienes de producción.
En un inicio, el prestigio y tradición era netamente local (Templo Temprano), donde podía haber deidades costeñas, como la araña, que está relacionada con las predicciones y rituales de fertilidad de la tierra. Sin embargo, tiempo después, la presencia e influencia Chavín provocó una reforma ideológica en el lugar, que se manifestó en la primera remodelación del templo Medio. Se incorporaron nuevas deidades ilustradas en los muros y frisos (figuras modeladas y pintadas contra una pared) que contenían características que formarían parte de la iconografía de Chavín de Huántar. Aunque este influjo llegó tardíamente, se ha dicho que fue la fuente de difusión del estilo Chavín durante el horizonte temprano en la costa central.
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Durante los 800 años que estuvo en vigencia el templo, el prestigio e influencia se dio no sólo en los habitantes del valle y pescadores comarcanos, sino también llegó a muchas regiones del antiguo Perú, de donde venían en peregrinación trayendo ofrendas. Una de éstas fue depositada durante la última remodelación (Templo Tardío) y comprendía una laja de piedra recubierta de yeso sobre la que se pintó la imagen de un dios, con similitudes al Lanzón Monolítico de Chavín, ubicado en una galería interna del Templo Viejo de Chavín de Huántar.
Sin embargo, el templo no tuvo una población urbana cercana al recinto. No se ha encontrado evidencia de alguna ocupación en un radio de 10 km. a la redonda. Se presume que esta población se encontraba dispersa entre los campos de cultivo.
Se dice que estos habitantes desarrollaron una agricultura intensiva en esta parte de la comarca de Lima. Los arqueólogos han encontrado restos de maíz (Zea mays), pacay (Inga feuillei), maní (Arachis hypogaea), frejol (Phaseolus vulgaris), lúcuma (Lucuma obovata), calabaza (Cucúrbita pepo) y Zapallo (Cucúrbita máxima). Aunque también su actividad económica estaba sustentada en la pesca marina.
Por otro lado, esta población conoció la técnica del tejido ondulado, utilizando el algodón y la lana (de llama y alpaca). En el caso del algodón utilizaron el color natural de su fibra (amarillo brillante, rojo cochinilla y el azul). Mientras en la lana se empleó la técnica del teñido haciendo uso de los colores rojo, amarillo, verde y azul, obteniendo tapices muy sofisticados.
La alfarería, que era desconocida hasta la época del Paraíso, fue introducida a este lugar durante el primer periodo de ocupación (Templo Temprano). Pero también se ha encontrado, aunque en un número muy reducido, instrumentos musicales, como una quena hecho de hueso largo de mamífero, que posee 4 perforaciones frontales y una posterior.
Sin embargo, el elemento más característico es el arquitectónico que se encuentra representado a través de unos templos ceremoniales muy propios de la costa central. Esta tradición costera tenía la característica de construir complejos pirámides en forma de “U”, que comprendía un conjunto de pirámides truncas asimétricas agrupadas en torno a una plaza central que vista desde arriba tenía la figura de una herradura. La distribución del complejo comprendía una pirámide central o principal (núcleo), flanqueada por dos de menos altura en forma de brazos (secundarios).
El complejo arqueológico de Garagay 30 tenía estas características. Comprendía un conjunto de pirámides construidas con un diseño volumétrico, en el que están presentes, en forma sistemática, terrazas, escaleras y recintos abiertos. Utilizaron grandes muros de retención como técnica de construcción, donde su gran plaza, que se encontraba encerrada por los recintos en “U”, se encontraba abierta hacia el noreste. Además poseía un pozo circular hundido (Templo Medio).
Para su construcción debió de haberse utilizado muchos operarios, con una dirección técnica de gente muy experimentada y debió de haber demandado muchos años. Los arqueólogos han calculado que tan sólo la construcción del edificio principal de Garagay, que posee un volumen de 1,370,000 m3., demandó 5.5 millones día/hombre. Lo que equivale, si se encontraban trabajando 200 personas, a que lo hayan culminado en aproximadamente 76 años.
En este templo se han encontrado ilustrados, a través de frisos polícromos, imágenes zoomorfas y antropomorfas, que producían temor en los feligreses. La deidad central debió ser el intermediario entre el hombre y los fenómenos naturales. Esta imagen no ha podido ser rescatada. Sin embargo se ha podido conocer un conjunto de imágenes, siendo las más destacadas, por su estado de conservación, la “araña” y el “medallón”, ubicados en el atrio de la pirámide mayor.
Los artistas que trabajaron estos frisos hicieron uso de pigmentos de origen mineral (aluminio, calcio, silicio y sodio), usando como aglutinante el sumo de unas cactáceas. Se empleó motas de algodón para la labor de pintado de los relieves. Los colores usados fueron el negro (5Y2/1), blanco (7.5YR8/0), amarillo (2.5Y8/4), azul grisáceo (2.5Y7/8), rojo (10R6/6) y rosado (10R6/4) como color de fondo.
Se ha dicho que posiblemente los restos del alucinógeno San Pedro (Trichocereus pachanoi) encontrado en forma de cigarro en el templo, hayan servido para que los sacerdotes y artistas, que elaboraron y pintaron estas deidades, consiguieran la inspiración necesaria, como es muy propio en la práctica andina.
Por otro lado, algunos consideran que desde este lugar se originó parte del legado que, sumado al de otras regiones del mundo andino, formó la tradición Chavín, que influyó en gran parte del antiguo Perú durante el Horizonte Temprano (1000 – 200 a.C). Pues la iconografía encontrada en este lugar corresponde al periodo pre Chavín. Los frisos, que se han vuelto muy famosos, descubiertos en la pirámide principal, corresponden cronológicamente a un momento previo a la construcción del templo de Chavín de Huántar (Ancash). Incluso, también tomó los complejos arquitectónicos en forma de “U” de tradición costeña, que fue empleada para la construcción del templo nuevo de Chavín.
El recinto religioso, durante su largo periodo de vigencia, ha tenido que soportar varios desastres naturales, como los aluviones destructivos ocurridos entre los años 1000 – 1200 a.C. en el valle del Rímac, que dejó varias capas de sus desastres sucesivos, llegando incluso a la plaza central hundida del complejo ceremonial de Garagay. Los recintos del lugar fueron cubiertos de lodo y piedra, hasta un espesor de 1.20 m.
Pero el poder del templo de Garagay recién entró en decadencia hacia el año 600 a.C. Se dice que el ocaso de la influencia Chavín se dio por un terrible terremoto que destruyó muchos de los recintos ceremoniales del valle, cayendo con ellos una ideología y el dominio de una élite que conocía de las fuerzas de la naturaleza y daba solución a la vida de su población.
La historia de este templo fue conocida por primera vez, aunque de manera muy limitada, en 1959, gracias a la información presentada por José Casafranca, inspector del Patronato Nacional de Arqueología, lo que posibilitó que el patronato comisione a Manuel Ontaneda y Aquiles Ralli a realizar excavaciones en lo que era en ese momento la hacienda Garagay Alto.
Se descubrieron relieves pintados de colores que fueron identificados como parte de la cultura Chavín. Éstos fueron vueltos a enterrar ante la imposibilidad de conservarlos, pero manos inescrupulosas los destruyeron tiempo después. Sin embargo, en 1974 el Instituto Nacional de Cultura encarga a los arqueólogos Rogger Ravines y William H. Isbell a realizar los trabajos de investigación, delimitación y conservación de la Huaca Garagay. En esta temporada se reveló la real dimensión de este monumento, descubriéndose los famosos frisos polícromos en dos de sus pirámides, entre otros.
Pero este recinto, a pesar de ser considerado como “el mayor y el más notable de los complejos arquitectónicos del valle del Rímac”, ha pasado por muchas penurias, en las que no han faltado destrucciones e “invasiones”. Aun así, últimamente, el 30 de Enero de 2001, fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación, esperando que con ello se respete nuestro patrimonio y legado histórico.
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