A sólo minutos de la ciudad, sigue siendo una opción cercana para volver a la naturaleza
Dicen que la papa a la huancaína, uno de los platos peruanos más internacionales que tenemos, tuvo su partida de nacimiento en Chosica allá por los cincuenta. Que fue allí, en la aún campestre y silente campiña limeña, que unas doñas huancaínas prepararon por vez primera el platillo de papas y una magistral salsa de queso con ají amarillo.
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¿Para quién era el festín? Pues para los cientos de obreros a los que se les escapaba la vida y que durante años tuvieron como única misión colocar los durmientes y rieles del tren Lima – Huancayo. “Huancaína tráeme una papa”, reclamaban los recios trabajadores. Sin embargo, otros cuentan que luego también se ofrecía a los pasajeros que iban en el tren rumbo a Huancayo. De ahí el nombre del «papas que se comen rumbo a Huancayo» que fue distorsionándose hasta llamarse papa a la huancaína. Nosotros nos quedamos con la primera aproximación.
Historias como estas hay varias sobre Chosica, el encantador remanso al que las familias pudientes de Lima iban para huir del frío durante el invierno. Chosica en invierno y ancón en verano. Esa era la fórmula. Luego el pueblo creció y la migración hizo el resto.
Gracias al caudal del río Rímac, la más importante fuente de agua de nuestra capital, Chosica en algún momento tuvo camarones y peces en su cauce. La pesca se complementaba con el trekking, el ciclismo y hasta campamentos en lugares como Marcahuasi.
Sus nubes benignas y el cielo soleado convirtieron a Chosica en el lugar preferido de los limeños. Por los años sesenta empezó a anidar conocidos centros como el Country Club El Bosque, el Club Regatas Lima, entre otros, además de ser nicho de residenciales como el Club Los Girasoles de Huampaní.
Por ahora, el destino ofrece una infinidad de clubes campestres para ir con la familia, amigos o pareja, donde priman las piscinas temperadas, el buen trato, ambientes para los más pequeños y búngalos, lo que le da un sentido más aventurero a Chosica.
Y claro, para adentrarnos en ella, no como un simple turista, sino como limeño conocedor, tenemos que saber que su nombre viene de la palabra aymara “chosecc”, que significa «lugar donde habitan lechuzas». Sin embargo, es más probable cruzarse con bandadas de loros hablantinos y cantores.
Dueña de una plaza fantástica, flanqueada todavía por casonas de arquitectura alemana y francesa de los sesenta, Chosica continúa siendo una válvula de escape al tráfico y ofrece varios lugares para acampar. Y si lo que se busca es más confort, puede pasar por sus hoteles y disfrutar de un fin de año como Dios manda.
El dato
¿Dónde comer? Las Tinajas (Av. Lima Sur 587, Plaza de Armas de Chosica). Puede disfrutar de parrillas, carnes, pollos, guarniciones y bebidas. Y no se olvide los antojitos como chorizo, pancita, rachi y los anticuchos. ¡Buen provecho!
Las casas que dan a la Plaza de Armas de Chosica, y otras en varias cuadras alrededor, son de mucho antes que los sesenta — son de los años veinte y treinta, e inclusive de mucho antes — Chosica fue fundada por Emilio del Solar antes de 1864. El Colegio Santa Rosa, frente al parque, es ahora un edificio como tantos otros colegios, pero fue fundado en 1911, hace 105 años, por padres agustinos. Hay un patronato de Chosica que ha logrado proteger algunas cuadras de antiguas calles y casas, aunque es una tarea árdua.