En los extramuros de Canta (Lima) existe un glorioso rodal de puyas de Raimondi, magnífica planta que florece luego de un siglo de vida, para luego agonizar con elegancia.
Juan Puelles / Revista Rumbos
Hacia el noreste de la ciudad de Lima, “aquicito” nomás, se despliega un paraíso. Solo hay que recorrer algo más de 100 kilómetros, enlazando la avenida Túpac Amaru, (más allá del famoso kilómetro 22) con la carretera que sube a las serranías limeñas, para llegar a Canta. Destino harto conocido por mochileros, campistas, y cuanto mortal recale por sus maravillosas tierras cada fin de semana largo, o cuando alguna fecha amerite huir del esmog capitalino.
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Pero esta vez no iremos a los habituales encantos de este destino; esta vez descubriremos algo más, pues Canta guarda sorpresas por descubrir, sorpresas que pueden visitarse cualquier fin de semana.
Gigante andino
En la cordillera de los Andes, sobre los 3.800 metros de altitud, donde reina el frío helado de la puna, existe una planta endémica. Pariente de la jugosa piña o ananás, es la más grande entre la familia de las bromeliáceas. Los antiguos la llamaban titanca, actualmente la conocemos como puya, la puya Raimondi.
Ella es realmente una planta récord: tiene la mayor inflorescencia del mundo, pues un solo racimo floral puede alcanzar los 10 metros y llegar a albergar entre 8 y 10 mil flores que producen millones de semillas. Además, la puya Raimondi es la que tarda más tiempo en florecer y lo hace una sola vez en su vida. Durante décadas la planta se va preparando para su momento supremo, al cual llega entre los 80 y 100 años, explosionando en una miríada de flores; después, lentamente, muere.
Y justamente acá en Canta, en el distrito de Huaros; se despliega Jarapampa, uno de estos asombrosos bosques de puyas. Huaros es un pueblito típico de los Andes que se yergue a los 3.587 m.s.n.m.. Llegar es fácil, pues solo 24 kilómetros lo separan de Canta (hay transporte público). Es un pueblo eminentemente ganadero y su agricultura es solo para el autoconsumo.
En vivo y en directo
Una cosa es que lo leas en un libro o te lo digan en el colegio, pero la sensación es distinta cuando la vives. Estar allí y tocar aquellas maravillosas plantas y llegar justo cuando florecen, es una de las más gratas experiencias viajeras.
El visitante siempre se queda absorto observando uno de estos inmensos racimos totalmente llenos totalmente de flores blanco-amarillentas cuando, de pronto, un aleteo en torbellino atrae la atención, es un colibrí de los Andes que raudo empieza a tomar del dulce líquido que la puya le brinda. Ese instante puede hacer reflexionar acerca de la fragilidad del ecosistema y de cómo cada planta, cada animal, se complementan uno al otro, como se necesitan y como nosotros mismos los necesitamos y ellos a nosotros.
Mientras tanto somos partícipes, todavía, de milagros como este. Anímese y venga a Jarapampa que está, como dicen en las alturas, “aquicito” nomás. Así que toma tu mochila, ponte tus zapatos trekkeros, traza tu ruta, y se uno de los afortunados en admirar este maravilloso milagro de la naturaleza en la cautivadora sierra limeña.
En Rumbo
Llegar: Los buses salen al frente de la puerta cuatro de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). De Canta hay colectivos hasta Huaros y de Huaros se realiza una caminata de unas dos o tres horas hasta el bosque de Jarapampa.
Indispensable: Bloqueador solar y una prenda de abrigo, porque al caer el sol se impone el frío.
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