A mí me contaron que todo empezó con las escaramuzas entre tropas castillistas y echeniquistas. Era 1884 y en Izcuchaca –un puente de cal y piedra– no solo se libraría una de las conquistas del caudillismo. Por el contrario, su inexpugnable armazón colonial se convertiría con el tiempo en el principal viaducto de la sierra, digno de recibir a propios y extraños.
MÁS RUMBOS: Lagunas y ríos se siguen secando
“Es un paso obligado para conocer otras regiones”, es la recomendación de los sabios peatones antes de refrescar la mente de los viajeros con el pasado que guarda Izcuchaca, un patrimonio cultural que sigue revelándose como el umbral hacia otros destinos de altura: Huancayo, Ayacucho y Huancavelica.
Pero ya basta de viajar en el pasado, es momento de estirar las piernas y alimentar el espíritu andariego. Para aclimatarse a los 3 600 m.s.n.m., se debe encaminar por las angostas calles del puñado de urbanidad que recibe el mismo nombre del puente, un poblado que ha empezado a crecer paralelo al río Mantaro.
¿Muy pequeño por explorar? Hey, hey, no juzgue tan rápido. Este corto paseo tiene mucho que mostrar y compartir -afirman los guías locales- comenzando por el fervor de su gente al único templo de Izcuchaca, levantado sobre una roca con la imagen de la Virgen de Cocharcas, homenajeada el primer domingo de octubre.
Aventura sobre rieles
Al frente de este recinto religioso otro atractivo reúne a pueblerinos y curiosos. Es una de las estaciones del “Tren Macho” que, con su vía férrea, corta por la mitad esta ciudad, acostumbrada a despertar con el impenitente estertor de la vieja lata con ruedas.
Se llama así en alegoría de un viejo (y no muy santo) adagio popular atribuido a los hombres irresponsables. Por eso se dice que este tren, inaugurado en 1926, sale cuando quiere y llega cuando puede. Lo saben sus pasajeros y los vendedores, que aprovechan su impuntualidad para alistar el choclo con queso, bizcochos o algún calientito para el soroche.
Media vuelta. Aquí la gente no pierde el tiempo ni menos nosotros, los rumberos. Falta ver el taller de cerámica fina que sigue produciendo hermosas artesanías con técnicas traídas de Nueva Zelanda y conocer las pozas termales y curativas que se encuentran a 10 minutos de Izcuchaca. Su nombre: Aguas Calientes, un perfecto recinto con fuentes de aguas que alivian el cuerpo con hierro, magnesio y yodo.
¡Lo ven! “Aquisito nomás” en la entradita de Huancavelica podemos tener una aventura andina que a la vez nos conecta con el pasado. Así que piénselo bien y ya deje de buscar más destinos para este fin de año. Mejor, empiece por armar su maleta para visitar este noble paraíso que conecta la sierra central con el sur, haciendo “chu chu”.
En Rumbo
Viaje: De Lima a Izcuchaca por la carretera central. Tiempo: 14 horas. Viaje con Megabus (www.megabus.pe). Correo: ventas@megabus.pe.
Aventura: Desde Huancayo (Junín) puede llegar a Izcuchaca en el legendario “Tren Macho” Tiempo: 5 horas aproximadamente. El costo oscila entre 7 y 10 soles.
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