Viajar es una experiencia que activa todos los sentidos. En las travesías se admiran los paisajes, se disfrutan los aromas y sabores, se reconocen formas y texturas con el tacto, también se escucha a la naturaleza y las historia de vida de nuestros anfitriones. En esta crónica sobre Jaén (región Cajamarca) son esas voces que nos cuentan sus afanes por recuperar y proteger el bosque o impulsar una agricultura sostenible, las que nos invitan a visitar esta provincia de montañas vestidas de verdor.
Texto: Rolly Valdivia Chávez
He podido ser brujo. Si me quedaba en Salas, mi tierra, hubiera aprendido. Ahora sería uno de ellos. Qué le parece, pero a los 10 años salí para Yanayacu, donde tuve un buen patrón, 25 soles diarios me pagaba. Con él trabajé como 15 años, pero después me enteré de que había terrenos libres en Yanahuanca. Y me vine, pues. Hace 22 años me vine porque tenía amigos en el caserío Uña de Gato.
Sentado en un poyo de madera, don Ezequiel Huancas Parihuamán (68), nacido en Salas (Lambayeque), un distrito famoso por sus curanderos, chamanes y brujos, recuerda su llegada a la provincia de Jaén, donde muchos años después conseguiría -sin hechizos ni brebajes-, algo que parecía imposible. “Nadie me tenía fe”. No sorprende, porque el mismo reconoce que “todo lo aprendí a la mala”.
Yo no pensaba volver a la finca. Yo había visto a mi padre renegar y angustiarse por los precios bajos y la falta de apoyo, entonces, mi plan era estudiar informática. Así lo hice; pero luego comencé a trabajar en la cooperativa a la que pertenecía mi papá. Fue ahí donde me fui acercando al café sin darme cuenta, y, bueno, ahora estoy aquí, cuidando la tierra, sembrando, reforestando árboles maderables.
Con sus manos apoyadas sobre una mesa cubierta con una manta colorida en la que se exhiben varias bandejas con granos en diferentes estados, Nilton Estela, revela sus estrategias para convertir a la finca Santa Fe, en un espacio amigable para la salud del planeta y la conservación de las 72 especies de animales que se han registrado en esta zona que alguna vez “fue un paraíso”.
Y poco a poco me di cuenta de que no me gustaba tanto mi carrera de ingeniero agroindustrial, pero que me encantaba estar en el campo. Eso lo descubriría poco a poco, cuando me empezó a gustar mucho el trabajo en la chacra de mi padre. Y es que aquí todos somos hijos o parientes de cafetaleros. Por eso los chicos conocen la actividad, la entienden y ahora la valoran más.
Parapetado tras varios instrumentos utilizados para la extracción de los granos banderas de Jaén, Orlando Martínez, el administrador de Picorana Coffee, reconoce su conexión con la tierra y el campo que labran sus padres. Esa cercanía y afinidad es compartida por muchos jóvenes que sueñan con un futuro ligado a los cultivos orgánicos y a la producción de café de altísima calidad.
Trascender y cuidar el planeta
Con 10 planchas de calamina aparecí aquí con mi esposa que me enseñó a trabajar. Ella se llama Julia y, le digo la verdad, que bella señora me salió. Tenemos seis hijos; pero, volviendo a mi historia en Yanahuanca, cuando vine bastante naturaleza había, hasta ‘leones’ había. En ese tiempo nadie te tumbaba ni un palo. Después eso cambiaría.
Don Ezequiel habla sin prisas. Él enfatiza y exagera su mensaje con el movimiento constante de sus manos. Relajado y tranquilo, disfruta de contar su experiencia de vida, coloreando el relato con detalles y bromas. Desde su posición mira el bosque -su bosque- y, con el rabillo del ojo a su esposa que está un poquito más allá, recostada en el muro que marca el límite de su casa.
Lo que yo quiero hacer son cosas transcendentales, como cuidar el planeta. Ese es el futuro. Hay que proteger el ambiente y desarrollar una agricultura sostenible, porque este lugar, cuando llegó mi padre, era un paraíso. Él fue uno de los fundadores de Santa Fe. Él vino de Cutervo en 1950 y empezó a sembrar para sobrevivir, sin apoyo ni orientación. Eso es parte del pasado.
Nilton, casado y padre de dos princesas, quiere dejar huella y ser recordado por lo que está haciendo en su finca. Ese será su aporte, su granito de arena para ayudar a nuestra casa global. Su posición es clara, tanto así que se resiste a sembrar la variedad geisha, una de las mejor cotizadas en el mercado mundial. “No lo haré porque necesita estar a mayor altura y yo no quiero tumbar los árboles”.
En el campo uno tiene la experiencia de la siembra y la cosecha, pero no sabe lo que ocurre después. Ellos, los chicos, desconocen lo que sucede con los granos de sus padres. Aquí, en la cafetería, les enseñamos diversos procesos y técnicas a los jóvenes que trabajan con nosotros. También invitamos a los productores de la cooperativa para que valoren aún más lo que hacen.
Movedizo, inquieto y elocuente, las palabras de Orlando -pelo ensortijado, lentes de medida, un polito blanco con el logo del local, para demostrar que está con la camiseta bien puesta- revelan su pasión por el café, por la cultura cafetalera que empieza a crecer en Jaén, por los anhelos de los jóvenes que aprenden y se forman en Picorana. Una nueva generación que cimentará un futuro aromático y venturoso.
Estando aquí de algo teníamos que vivir. Yo hacía funcionar duro el cerebro y ella dormía. No, eso no lo escriba. Es broma, ya se lo dije, mi esposa es una bella señora. Bueno, le sigo contando, un tiempo criamos chivos, muchos chivos. También sembramos maíz. No éramos los únicos y todo empezó a cambiar. No había ni un algarrobo vivo. Pura madera cortada en las cercas.
Doña Julia, bien despierta más allá de las palabras de su esposo, lo mira con ternura. Seguro está acostumbrada a sus bromas, pero, también, a su tesón cuando se le meta una idea que para muchos puede ser un disparate, como la de reforestar con lupunas y caobas, entre otras especies que “pegan lindísimas” en Yanahuanca, un bosque que ya no está calato, parafraseando a don Ezequiel.
Tengo muchas ideas para fortalecer la propuesta turística de mi finca. Sé que el turismo está en pañales todavía, pero es lo mejor. Solo con el café el agricultor reniega. Ahora, por ejemplo, mis padres ven el cultivo como un ahorro porque con los visitantes generamos otros ingresos. Ellos vienen y nosotros les explicamos todo el proceso, para que sepan lo que hay detrás de cada grano, de cada taza.
Pelo corto, raya al costado, bigote y barba incipiente, Nilton asegura que sus padres, Melquiades y Bernardita, “están felices y tranquilos”. Una razón más para convencerse de que recorre el camino correcto, aunque a veces, hay que decirlo, los corre a todo velocidad, como cuando en plena tarea de mostrar sus cultivos, se desata una lluvia de padre y señor mío.
Antes, la cafetería se llamaba LimCof, igual que la cooperativa, pero este es nuestro tercer año como Picorana, la montaña que se ve desde el centro poblado El Diamante, del distrito de San José de Lourdes (provincia de San Ignacio). De allá son los socios fundadores. Uno de ellos era el señor Arévalo que cultivaba un caturra amarillo muy cerca de ese cerro. Ese es el origen de nuestro nombre.
Una montaña de experiencias. Eso es lo que “brindamos en la cafetería, donde el público aprende sobre los métodos de extracción y a saborear distintos tipos de tueste”. Eso es lo que hacen los chicos y las chicas que laboran aquí, también los emprendedores de otros negocios donde se rinde culto al café, convirtiendo a Jaén en un destino ideal para escapar de la ‘dictadura’ de los instantáneos.
Un camino diferente
Tres testimonios, tres lugares, tres paradas en los rumbos de aventura, naturaleza, y arqueología de la provincia de Jaén, donde los viajeros no solo disfrutan, sino que conocen experiencias y emprendimientos orientados a mejorar las condiciones de vida de los agricultores y resanar las heridas abiertas en el monte, en aquellos tiempos en los que pensar en el medioambiente era lo menos importante.
Todavía lo es para muchos que talan, que contaminan, que depredan, que cazan furtivamente. En este mundo caótico donde el calentamiento global y otros males ambientales ocasionados por el hombre nos encaminan hacia un futuro dramáticamente incierto, es fundamental difundir y promover otras maneras de relacionarse con la naturaleza y de proyectarse hacia el desarrollo sostenible.
No es fácil, pero es prioritario que las actividades humanas se sustenten en una visión ecológica y conservacionista. Generar el menor impacto posible debería ser la consigna en los emprendimientos turísticos. Esa es la tendencia porque los viajeros -hoy más que nunca- quieren disfrutar de aire puro, de selvas sanas, de ríos de aguas límpidas, de frutos de la tierra libres de sustancias químicas.
Eso es lo que encontramos en las fincas, en el área reforestada de Yanahuanca, en el Área de Conservación Privada Gotas de Agua, en la cascada Santa Fe y en las cafeterías donde se utilizan granos de calidad y de productores que avanzan en la ruta de la agricultura orgánica. Esos y otros detalles -como el paisaje montañoso, el legado preincaico, la exquisita gastronomía- enriquecen los rumbos de Jaén.
Son detalles que incrementan el interés, que te hacen creer que otra realidad es posible y que esta puede construirse con esfuerzo y dedicación “porque yo ni pensaba que vendría gente a observar aves”, reconoce don Ezequiel, mientras recorre el bosque que revivió, siguiendo la inquietud que trajo uno de sus hijos de Pucallpa -otra selva-, la capital de Ucayali -al otro lado del país-.
Como no emocionarse cuando Nilton comenta que su padre -que solo llegó con fe a territorio jaeno- cambió las lágrimas por la sonrisas, gracias a la planificación y manejo responsable de la finca; o cuando Orlando cuenta que hoy en Picorana se utilizan 14 kilos de café por semana. “Antes era solo un kilo. El consumo se ha incrementado, especialmente entre los jóvenes”, dice con fervor.
Pero no son las únicas historias. Hay otras que escucho con entusiasmo durante mi andar y que ahora escribo con esperanza. “Yo estoy comprometido con lo que hago”, dice Aladino Cabrera, el propietario de la finca La Arboleda, quien comparte y enseña sus saberes agrícolas con aquellos que lo visitan para sentirse cafetaleros o convertirse en apicultores por un día.
De hablar pausado y semblante sereno, don Aladino es, de cierta manera, una especie de alquimista. Él mezcla, experimenta, prueba e invita los macerados de anís, arándanos y pitajaya que prepara. Degustación y brindis de despedida por sus cultivos, por su miel, su polen y propóleo, y, claro, por su iniciativa de apostar por el turismo responsable y ser parte de la atractiva Ruta del Café.
Una cascada de apariciones
Voces entre el rumor de una cascada a la que se llega caminando. Es una travesía corta, de 15 o 20 minutos, aunque a veces el trayecto se dificulta por el barro y un torrente ladino que se escapa de su cauce. Eso es lo de menos. Una dosis extra e inesperada de aventura nunca cae mal, sobre todo en una geografía retadora, con montañas tapizadas de verdor que escoden misterios, que generan leyendas.
Eso lo saben bien los ocho integrantes de la Asociación Comunal de Turismo Cascada Santa Fe, quienes se encargan de proteger un refrescante atractivo que complementa el recorrido en las fincas de Aladino y Nilton. En este paraje que es un bálsamo para los sentidos, Wilser Bustamante Lozada, el presidente, habla de peroles de oro, de una mujer fantasmal y de una pava inmensa.
“Los peroles -precisa- se encontraron donde cae la cascada. La mujer es rubia y su pelo llega hasta la cintura. A veces nomás se le ve, igual que a la pava grande”. Eso no es todo, hay más “hace 20 años se escuchaba una banda de instrumentos de viento”, agrega Wilser, quien está convencido de lo que dice. Como no estarlo, si él jura que una mañana vio a la gringa fantasmal en el restaurante de la cascada.
Se asustó tanto que se puso blanco, según la irónica descripción de su suegro, quien lo vio después del extraño suceso, tan extraño como la persistente negativa de Luciano Troyes Rivera, de vender las 1800 hectáreas del bosque seco del Marañón que son parte de Gotas de Agua, un espacio biodiverso que hace 30 años se convirtió en la primera área de conservación privada de la región Cajamarca.
Restos de meteoritos, piedras magnéticas e imantadas, un altísimo índice de endemismo -superior al de las islas Galápagos-, tres plantas nuevas para la ciencia, 192 especies de aves, 12 de ellas endémicas, son algunos de los detalles y datos que don Luciano menciona con orgullo y la satisfacción del deber cumplido, de quien se declara y proclama como un apasionado (y un loco) de la conservación.
“Acá hay vida le dije a mi madre, cuando ella descubrió que me gustaba la naturaleza”. Esa fue la razón por la que le heredó los terrenos en los que se encuentra la ACP, con la única condición de que conservara y nunca lo vendiera. Promesa hecha. Promesa cumplida. Gotas de Agua es un remanso, un refugio, un lugar para desconectarse y cargarse de energías positivas.
Pero también de adrenalina, porque hace poquito nomás se inauguró un canopy y un columpio extremo. Una dosis de acción y aventura “en la que se ha buscado que los juegos creen el menor impacto”, aclara Luciano, respecto al emprendimiento de uno de sus hijos. No es la única novedad. También se ha abierto un restaurante en el que el buen sabor de los platos típicos compite con la exquisita vista del bosque.
Hallazgo mundial
Muy pocos saben que uno de los diez mejores descubrimientos arqueológicos del mundo se encuentra en Jaén. Su nombre: Montegrande, cuya historia empezaría a reescribirse en 2018, cuando “un equipo de arqueólogos conformado por nueve peruanos y ocho ecuatorianos, mostraron al mundo un templo de arquitectura espiral que permaneció oculto por más de 500 años”.
En un artículo publicado en nuestra edición virtual, la periodista Wendy Rojas, consignaría, además, que “según las investigaciones del cajamarquino Quirino Olivera Núñez, Montegrande fue parte de la civilización amazónica conocida como la cultura Mayo-Chinchipe-Marañón. Esta se extendió desde la cuenca del río Chinchipe (Ecuador), hasta el pongo de Rentema en Bagua (Amazonas, Perú)”.
Localizada en el valle de Pushura, a dos kilómetros al sureste de la ciudad de Jaén, esta joya ancestral tendría una antigüedad de 5300 años -similar a la de la Ciudad Sagrada de Caral (Barranca, Lima Provincias)-, lo que en opinión de Olivera le da “actualidad a las tesis de Julio C. Tello (el padre de la arqueología peruana) sobre el origen amazónico de la cultural peruana”, como él mismo escribiera en sus redes sociales.
El investigador destaca la importancia del gran espiral de piedra de 400 m2 en el que “se ha encontrado una gran cantidad de restos arqueológicos, como cerámicas, batanes de piedra, artefactos, enterramientos humanos y fogones”. El espiral, añade, es el “símbolo más antiguo y universal de la historia de la humanidad y su significado está vinculado al inicio y fin de la vida”.
En 2020, en el artículo Montegrande, una civilización escondida en el Marañón, escrito por Luis Yupanqui para nuestra web, Olivera mencionó que imágenes áreas revelaban que una forma antropomorfa “estaría mirando la salida del sol, hacia el este; (y) sus extremidades inferiores estarían envolviendo la espiral, a manera de una escena de parto”.
Es tanto el interés que genera Montegrande que hace unas semanas se grabó una película documental en la zona. El equipo de filmación fue liderado por el arqueólogo y documentalista británico canadiense Graham Townsley, e incluyó a Eduardo Neves, un conocedor de las culturas amazónicas y a Iñigo Maneiro, un selecto amigo de esta casa.
El objetivo -reseñó Olivera en su cuenta de Facebook- es difundir a nivel mundial “la arquitectura monumental en la Amazonía destinada a la veneración y culto religioso”, y evidenciar que Montegrande estuvo conectada por el río Chinchipe con Palanda (Ecuador), un sitio de similares características en el que se encontró el cacao más antiguo del mundo (5300 años).
El tiempo y las investigaciones se encargarán de demostrar si el cacao tuvo su origen en la Amazonia. Por ahora, solo queda esperar que continúen las labores arqueológicas y se siga difundiendo (y protegiendo) el legado arquitectónico de los antiguos. Esa es la única manera de desentrañar el pasado y conocer las raíces culturales más profundas de esta tierra que llamamos Perú.
Mientras eso ocurre, seguiremos buscando nuevos rumbos en Jaén, para cosechar las historias de hombres que pudieron ser brujos o unos capos de la informática, pero que prefirieron recuperar el bosque y cuidar la naturaleza. No se arrepienten. Se sienten bien… nos hacen sentir bien.
En Rumbo
*Llegar: Por vía aérea desde Lima (1h 30 min). Hay vuelos todos los días. Por carretera desde Cajamarca (8 horas, aproximadamente). También desde Chiclayo (Lambayeque).
*Los atractivos:
Finca Agroapícola La Arboleda, centro poblado San Miguel de las Naranjas. Tiempo de viaje aproximado: 30 minutos desde Jaén.
Finca Santa Fe, en el caserío del mismo nombre, del centro poblado San Miguel de las Naranjas. Tiempo de viaje aproximado: 15 minutos desde la finca La Arboleda. /
Cascada Santa Fe, en el caserío del mismo nombre. Se llega en auto al centro poblado desde la finca Santa Fe, desde este punto hay que caminar de 15 a 20 minutos.
ACP Gotas de Agua, en el sector en Pongo. Distancia: 6 kilómetros de Jaén.
Bosque Yanahuanca, en el centro poblado Shumba Alto. Se encuentra a 20 minutos de Jaén.
*Buen provecho:
Aroma Love Coffee: Preparaciones clásicas e innovadoras a base de café, combinan a la perfección con una interesante variedad de piqueos. Dirección: avenida Mesones Muro 137.
Coffee Point: en el vistoso e inquieto Malecón Turístico de Jaén tres jóvenes promotores de la cultura del café, invitan a conocer diversos métodos de extracción, como el sifón belga. Dirección: Malecón Turístico Puente Mesones Muro.
Picorana Coffee Roasters: creada por la Cooperativa LimCof para promover el consumo de café de calidad. Dirección: San Martín 1528
Esquina 51: carnes al cilindro y parrillas. Dirección: Mariscal Ureta 1695.
Avistamientos: En Yanahuanca se puede observar casi todas las aves endémicas del bosque seco del Marañón. El biólogo Antonio García, destaca la presencia del cola espina del Marañón (en peligro crítico), el pecho de luna y el gorrión de Jaén (el vías de extinción)”.
Detalles: para conocer más de Montegrande lo invitamos a seguir este enlace https://www.rumbosdelperu.com/cultura/18-10-2021/montegrande-una-civilizacion-escondida-en-el-maranon/
La agencia: Cajamarca Travel, siempre la mejor alternativa para recorrer los destinos del nororiente peruano.
Rumbos del Perú agradece a la Municipalidad Provincia de Jaén y a todas las instituciones y personas que colaboraron para la realización de este viaje.