Un equipo periodístico de Rumbos recorrió la ruta Huaytará-Huancavelica con Willkatours. Esa intensa travesía de encuentros y hallazgos es relatada en esta crónica con matices y pinceladas literarias.
Por Rolly Valdivia Chávez
Pasaron, con sus rostros pegados a la ventana –gestos de sorpresa y miradas de curiosidad–. Despacito nomás superaron la curva para orillarse luego en un espacio seguro de la carretera.
Bajaron, los tres bajaron del auto sin asegurar las puertas ni cerrar las ventanas –quizás ni apagaron el motor–. Y es que bien rapidito salieron ellos para saltar la baranda que separa el asfalto de la tierra.
Los vimos llegar. De reojo mirábamos el auto para que no se dieran cuenta de que los vimos llegar y que estábamos alertas. Nos sorprendió que se detuvieran pasando la curva y se bajaron bien apuraditos.
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Los vimos acercarse. Eran tres hombres y caminaban directamente hacia nosotros. Qué querían o buscaban los que se acercaban presurosos. Ya es tarde. No podemos disimular. No podemos escapar.
Voces. Se escuchan voces que interrogan y preguntan. Y es que ellos quieren saberlo todo. Son curiosos los hombres que bajaron rapidito de ese auto que quizás se haya quedado encendido al final de una curva.
Sonrisas. Se dibujan sonrisas en las caras de los tres que abandonaron el asfalto para acercarse a los otros tres que andaban fisgoneando, grabando, fotografiando una laguna de profundidades inciertas.
Silencio. Quién rompería el silencio. Ellos o nosotros. Callamos. Hasta el final queríamos hacernos los desentendidos para librarnos de ese encuentro inesperado que podía resultar incómodo.
Hablaron. Ellos rompieron el silencio. Los oímos, nos gustó oírlos. Dialogamos. Los hombres del auto se alegraron de que fuéramos periodistas. Nosotros estábamos contentos de conocer a tres comuneros.
La carretera, la curva, el auto ¿con el motor encendido? Los tres que bajan, los tres que se ponen alertas. Los pasos apurados, el silencio, las preguntas, las miradas a la laguna, siempre a la laguna, sobre todo a la laguna que está allá abajo, aunque no tan abajo. Es profunda, muy profunda, tan profunda que nadie sabe cuántos metros tiene Pultocc, cuentan, afirman, coinciden los comuneros Teodosio, Víctor y Herminio.
Y James, Brunella y Rolly –los periodistas que temían ser confundidos con abigeos, cazadores furtivos, mineros ilegales o vaya uno a saber qué otra cosa– filman, conversan apuntan todo lo que dice el presidente, el vicepresidente y el fiscal de la Comunidad Campesina Sallcca Santa Ana (Castrovirreyna, Huancavelica). Fueron ellos los que bajaron casi lanzándose del auto con la intención de contarlo todo sobre su tierra.
Encuentro fortuito pasando Choclococha, la inmensa laguna que fue la pacarina o lugar de origen de los aguerridos chancas; y antes de remontar Chonta: 4825 metros. Nieve y viento en el punto más alto de la travesía Huaytará-Huancavelica, una ruta de pasado y naturaleza en la que no es necesario apartarse demasiado de la carretera, para descubrir recintos incaicos, fotografiar parihuanas o colocar nuestra piedra en una apacheta.
Se despiden. Sonriendo e invitando a visitar su comunidad se despiden. Allá hay cuevas y pinturas rupestres, caminos incas y pampas con vicuñas, se van diciendo los tres hombres que ya vuelven el auto ¿encendido?
Otra despida. Ya son varias despedidas en la ruta. El primero fue el adiós de Florencio Torres, el encargado del museo y los monumentos de Huaytará. Él nos habló del Palacio Inca sobre el que se construyó el templo cristiano de San Juan Bautista. Él nos mostró el museo que Samuel Espinoza Lozano donaría a la provincia. Él nos animaría a visitar Incahuasi, la ciudad que habría ordenado construir el mítico Pachacutec.
Se van. En auto se van los tres. Teodosio, Víctor, Herminio; James, Brunella y Rolly. Rumbos distintos. A su tierra querida, los comuneros; a una ciudad que empezarán a querer paso a paso, los periodistas.
Partimos. Atrás queda Pultocc con su profundidad desconocida, Choclococha con sus aves, truchas y apachetas, Huaytará con sus joyas arqueológicas. Todo eso queda atrás cuando partimos hacia Huancavelica. Más imágenes, muchas historias, tantas visiones en sus plazas y sus iglesias, en el pueblo de piedra de Sacsamarca, en la mina de mercurio de Santa Bárbara, en la armoniosa ritualidad de los danzantes de tijeras.
Llegamos. De noche y con lluvia llegamos a la Villa Rica de Oropesa. La oscuridad y el aguacero nos impiden observarla con detenimiento. Será mañana, sí, mañana nos daremos cuenta si todo lo que nos han contado, si todo lo que hemos imaginamos se convierte en realidad.
Ahora, solo podemos afirmar que llegamos contentos, aunque pensando que quizá, tal vez, quién sabe señor, no hubiera sido una mala decisión acompañar a los tres hombres que bajaron del auto que se detuvo al final de una curva. Y es que Huancavelica tiene aún mucho que mostrarnos. Volveremos.
En Rumbo
La ruta: La travesía del equipo de Rumbos se dirigió a Huaytará por la vía Libertadores que se inicia en San Clemente (Pisco). Desde ese punto se dirigió a la ciudad de Huancavelica, visitando en la ruta el complejo arqueológico de Incahuasi y las lagunas de Choclococha y Pultocc. En la capital regional se recorrió el pueblo de piedra de Sacsamarca, además del pueblo y la mina de Santa Bárbara.
Reconocimiento: Huaytará es la Capital Arqueológica de Huancavelica. En los 16 distritos de esta provincia hay vestigios arqueologicos, afirma Florencio Torres Melgar.
Incahuasi: Es el mayor complejo arqueológico de la región. Se encuentra a 25 kilómetros de Huaytará.
Compartida: Choclococha, a 4605 m.s.n.m., se encuentra en los distritos de Santa Anca (Castrovirreyna) y Pilpichaca (Huaytará). Es la laguna más grande de la región y su extensión supera los 16000 km2.
Fauna: En la ruta Huaytará-Huancavelica se observan llamas y alpacas. Si el viajero tiene suerte podría avistar vicuñas.
Agencia de Viajes : Willkatours
Restaurante: Nesul Cofee
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