El apasionante relato de un pintor naturalista que, luego de más de 30 años en la selva peruana, pudo finalmente ver al otorongo de sus obsesiones.
Por Paul Donahue
Era junio de 1976 cuando pisé la selva del Perú por primera vez. El lugar era Panguano. La estación de campo de la ornitóloga Maria Koepcke y el zoólogo Hans-Wilhem Koepcke, en el río Llullapichis, Huánuco. A pesar de que estaría solo tres meses para estudiar y pintar las aves del área, tenía grandes esperanzas de poder ver a un jaguar durante mi estadía. Estando ahí tuve un encuentro cercano con un puma. El jaguar me eludió. Esa mala suerte, de no verlos, me persiguió por muchos años. Se convirtió en una especie de bestia mítica para mí.
Pantanal. Las grandes reservas son vitales para mantener grandes carnívoros como jaguares, lobos de río y águilas arpía. Foto Creative Commoms
Al año siguiente comencé a trabajar como residente naturalista en el Explorer’s Inn, sobre el río Tambopata. En mi primer día de campo caminé 5 kilómetros hasta Cocacocha, la laguna más grande de la reserva. En el camino de regreso al hospedaje, por la tarde, encontré huellas frescas del jaguar superpuestas encima de mis propias huellas de la mañana. Durante las 12 temporadas que trabajé en el Explorer’s Inn muchos compañeros vieron jaguares. Sin embargo, lo más cercano que llegué de un jaguar fue toparme con una bola de pelos dejada por alguno en medio del sendero.
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Frustración
En 1990 me trasladé del Explorer’s Inn al Manu Lodge, en el Parque Nacional del Manu. Ésta área es conocida por sus jaguares y supuse que aquí mi mala suerte finalmente acabaría, pero no fue así. Durante las 2 estaciones que estuve ahí normalmente encontrábamos huellas frescas en los bancos de arena del río y los senderos de la selva. Una o dos veces escuchamos a uno rugir en la noche, cerca del hospedaje. La gente que viajaba por el río Manu me contaba de numerosos encuentros con un otorongo, como le dicen en Perú. Lo más irritante es que muchos de estos avistamientos fueron de turistas literalmente en su primer día de viaje. Aún más irritante era el hecho de que no tenían idea de cuánta suerte tenían.
Esta escena de caza se desarrolló en el Pantanal Brasileño. El caimán paraguayo o yacaré representa el 70% de la alimentación del jaguar.A pesar de ser el tercer felino más grande del mundo, la mordida de un jaguar suele ser letal. Foto: Paul Donahue
En el 2000 mi esposa Teresa y yo comenzamos a trabajar en el Manu Wildli- fe Center en el río Madre de Dios. Un día guiábamos a un grupo de amigos a observar aves. La mayoría de nosotros trepamos la escalera espiral a la plataforma en lo alto de un gran árbol de Ceiba, pero dos del grupo, que tenían problemas con las alturas, se quedaron en el suelo. Caminaron solo a una corta distancia del Ceiba y, cuando bajamos, nos contaron que un jaguar había salido frente a ellos. Faltó poco para ponerme a llorar.
Maleficio roto
Es raro que un jaguar ataque al hombre. Sin embargo, los jaguares viejos que no pueden cazar piezas importantes, atacan niños. Foto: Lupe Benites
No fue hasta mayo de 2007, en la última excursión de aves que guié en el Perú, donde finalmente vi mí a
primer jaguar. Viajábamos en bote a lo largo del río Madre de Dios, regresando a nuestro hospedaje después de una visita a uno de las cochas, cuando el conductor del bote de repente gritó “¡JAGUAR!”. Un hermoso joven macho estaba caminando por la orilla del río, al borde de un banco de arena.
Cuando nos acercamos, salió del agua, y se echó en la arena. Pudimos llevar el bote hacia la orilla donde colectivamente tomamos alrededor de 10 mil fotos de la magnífica criatura antes de que se levantara y desapareciera dentro del follaje.
Después de 31 años trabajando en la selva peruana, recorriendo incontables senderos y ríos, además de permanecer muchos meses en otros países como Surinam, Ecuador, Bolivia, Costa Rica, Belice y Panamá, también hogar de jaguares, por fin obtuve mi recompensa. Puedo decir, sin ninguna exageración, que este contacto con mi primer jaguar fue uno de los puntos más altos de mi vida.
Familia de ronsocos. Este animal es el roedor más grande del mundo, pariente cercano del cuy. Está asociado siempre al agua y es parte importante de la dieta del jaguar. Foto: Alfredo Fernández
Con ese encuentro, el maleficio se rompió, y desde ese momento tuve muchos más avistamientos de la elusiva criatura -cientos de avistamientos de hecho. A pesar de que hay muchos jaguares en Perú, son muy difíciles de observar por la tupida vegetación y accidentada geografía.
Aves de Paso
La espátula rosada (Platalea ajaja) es una pariente de las garzas de pico aplanado en forma de cuchara. ¿Cómo se relaciona con el jaguar? Debido a su posición en la cima de la pirámide alimenticia y sus tremendas necesidades de espacio, los jaguares sirven como un útil «paraguas de especies». Si se protege al jaguar, por defecto se está cuidando a todas las demás especies del mismo hábitat. Foto: Alejandro Tello
Hoy en día la mayoría de mi tiempo en el trópico lo paso en el Pantanal brasilero, donde los jaguares son mucho más comunes y mucho más fáciles de observar que en el Perú. Al cabo de algunas semanas de ver a mi primer jaguar en el río Madre de Dios en Perú, ya estaba mirando mi segundo jaguar al lado del río Tres Hermanos en el norte del Pantanal.
Yo comencé observando a las aves cuando era muy joven. Cuando tenía quince ya era un muy serio y cumplido observador de aves y cuando llegué a los diecisiete sabía que pasaría el resto de mi vida trabajando con aves y así fue. La primera vez que fui a los trópicos en 1972, fue para trabajar con aves, y las aves han sido el enfoque de mi trabajo de campo en toda Latinoamérica. A lo largo de mi camino me encontré con muchas otras fascinantes e interesantes criaturas tropicales –muchas especies de monos, lobos de río, osos hormigueros gigantes, sachavacas, anacondas, caimanes negros y más. Aunque amaba verlos, ninguno me interesaba lo suficiente como para evadir mi atención de las aves.
Hasta que vi mis primeros jaguares. No me malinterpreten. Las aves son increíbles criaturas y siempre serán parte importante de mi vida, pero los jaguares son de un orden de magnitud más impresionante que las aves más increíbles que haya visto. Entonces… ¿Qué hace al jaguar tan especial?
Atracción ineludible
El jaguar está estrechamente asociado con la presencia del agua y destaca, junto con el tigre, por ser un félido al que le gusta nadar. Foto: Flor Ruiz
Para comenzar, es el felino más grande de las Américas y el tercer felino más grande del mundo, justo después del tigre y el león. Aunque es muy similar en varias formas al leopardo de África o Asia, el jaguar es más grande y es un animal más poderosamente macizo. A diferencia del leopardo, que tiene que competir con el león y el tigre en su ambiente, el jaguar reina solo en la cúspide de la cadena alimenticia. También puede ser una criatura muy elusiva, algo de lo que definitivamente puedo dar fe. Más allá de esas cosas, hay algo más intangible que me atrae de los jaguares. Quizás sea el hecho de que es un animal que puede comerme. Fui atacado por un jaguar en el Pantanal y fue una experiencia escalofriante, por decir lo menos. Pero la atracción va más allá del miedo. He tenido el increíble privilegio de mirar, de cerca, los ojos de muchos jaguares. El sentimiento que me da no es algo que pueda poner fácilmente en palabras.
Es diferente a todo lo que haya experimentado al mirar a un ave. Soy, entre muchas otras cosas, un artista, y generalmente solía pintar aves. Ahora, sobre todo, pinto jaguares. Ellos terminaron cazándome. Capturaron mi espíritu creativo.
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