Reaprender a convivir con la naturaleza, reducir el impacto de nuestra huella sobre ella y reconducir nuestro ritmo de vida es posible . En Oxapampa se viene gestando un modelo de convivencia.
Un cambio de actitudes y aprender a vivir confinados podrían ser dos de las grandes lecciones que nos dejan estos tiempos. Dada la situación actual, el nivel de conciencia ciudadana respecto a la ecología es creciente, pero aún no basta. Existe el gran reto de enfocar, rediseñar nuestras relaciones con la naturaleza. “Los ciudadanos también podemos cuidar ecosistemas frágiles, amenazados, y muy importantes en cuanto a los servicios ambientales que ofrecen.”, señala Eduardo Jackson, mientras examina una porción de terreno ‘desboscado’ pero retomando posesión. Los plantones sembrados de uculmanos, los árboles que junto a cedros y nogales poblaban las montañas de la ceja de selva en Oxapampa, comienzan a prosperar en un terreno que antes fue arrasado por el pastoreo y la tala.
Desde el siglo pasado, se empezaron a conformar comunidades que han vuelto al campo con el objetivo de transformar las relaciones que se tienen con el mundo natural. Alentados por la crisis social, la degradación ambiental, la desigualdad económica, la seguridad alimentaria y la pérdida de biodiversidad, han gestado una tendencia que va a contracorriente con el estilo de vida planteado en las urbes.
MÁS RUMBOS :
Desde que el término fue usado en la Primera Conferencia Mundial de Energía en 1978, las ecoaldeas se han venido desarrollando como un movimiento global de respuestas locales ante problemas urgentes medioambientales y sociales. Proponiendo una vida en comunidad, produciendo y consumiendo a nivel local y cerca de la naturaleza para de esta manera regenerar y restaurar el entorno.
Una mirada panorámica del horizonte es motivación para que Eduardo exclame: “A Lima no regreso más”, y haya tomado la decisión de abandonar la capital e instalarse en el distrito de Chontabamba para iniciar un cambio de paradigma, para resignificar el modo de vida.
Abrazar la tierra, en busca de otro modelo
Las poblaciones crecen y los recursos se agotan. Esa es la realidad a la que se enfrentan las próximas generaciones. Ante este panorama, ¿cuáles son las ideas para contrarrestarla?
Después de muchos años ligado a empresas de tecnología y negocios, Eduardo Jackson adquirió unas hectáreas de terreno que antes habían pertenecido a un ganadero, se construyó una cabaña en él y se mudó definitivamente a Chontabamba. No solo quería habitar esa porción de tierra, comprendió la urgencia de restaurarla.
Y aquí estamos caminando junto a Eduardo por los senderos del bosque de Churumazú : “¿Por qué hay que proteger los bosques? Lo que no comprendemos es que un bosque sano produce agua de la mejor calidad, y asegura la provisión, pues los árboles funcionan como una bomba de agua que la reserva en el subsuelo y que luego aflorará en riachuelos, lagunas”
En 2017 el Estado peruano reconoció al Bosque de Churumazú como un Área de Conservación Privada y que estos bosques estaban en proceso de restauración. “Desde que llegamos aquí nuestra forma de vivir cambió. Nuestros hábitos de consumo no son ya los mismos: utilizamos una matriz de energía solar y nuestra provisión de agua nos la ofrece el bosque. Entonces ya no podemos vivir como en la ciudad. Los desechos deben ser manejados y nuestro consumo de alimentos está siendo redirigido hacia agricultura sostenible. Ese es nuestro gran proyecto vivir de lo que el bosque nos brinde”.
En rumbo :
+Info: Bosques de Churumazú
Contacto: bosquedechurumazu@gmail.com
Telf: 994 606 534
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