La costa de Arequipa es la más grande del país, sin embargo, se sabe muy poco de su playas y zonas turísticas. Un equipo de Rumbos del Perú, continuando con su travesía por el litoral sur, partió desde la Ciudad Blanca para recorrer las provincias de Camaná e Islay, a través de la vía Costanera, una carretera que se prolonga hasta Tanca. Esta es la crónica de un viaje que genera pasiones y nostalgias, preocupación y alegrías con vista al Pacífico.
Por Rolly Valdivia Chávez
Pasión. Hace 60 años llegó a la caleta. Aquí formó una familia y se hizo pescador. Ahora tiene 71 y no quiere quedarse en casa, él quiere salir a la mar, siempre a la mar con sus redes y aparejos. “Si lo dejamos en tierra, el viejo se nos oxida”, entonces, ellos -sus hijos- tenían que hacer algo para que don Jorge se mantuviera fuerte, activo y sin dolores de rodilla en la “Perla Escondida del Pacífico Sur”.
Nostalgia. Como evitarla en el “Puerto Bravo” en el que pasó tantos veranos con su familia, divirtiéndose de lo lindo en ese mar frío de olas golpeadoras –‘si no estás atento te revuelca’- y en las calles flanqueadas por viejas construcciones de madera. Hoy, cada paso es un recuerdo, un retacito de su historia personal, porque allá estaba el cine y ese era el mejor hotel. “Lástima que ahora esté abandonado”.
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Preocupación. Ya son casi 20 años trabajando con y por la naturaleza y 45 de estar cerca, muy cerca de ella. Tiempo suficiente para comprender que “somos los seres humanos -usted, yo, todos nosotros- la amenaza más fuerte” para el medioambiente. De eso no tiene dudas, lo sabe, lo siente, lo comprueba en las jornadas de limpieza en las lagunas o cuando se acerca a la desembocadura del río.
Alegría. Corre, salta, juguetea, sonríe, siempre sonríe. En la orilla, en el mar o cuando espera que el cielo se pinte con los colores del atardecer. Está feliz. Muy feliz con la brisa y el oleaje de ese mar que no conocía, de esa costa que es playa abierta y caleta por descubrir, pero también reserva y santuario de la biodiversidad, valle productivo y mesas bien servidas con pescadito fresco, camarones y lapas.
Sensaciones diversas en las costas de Camaná e Islay (Arequipa), espacios geográficos que generan pasiones eternas porque es muy difícil alejarse de su mar seductor. Lo sabe don Jorge Estrada que sigue siendo inoxidable, aunque ya no pesca; ahora lleva turistas en la Albatros, la embarcación que dirige hacia Punta Hornillos -lobos, delfines, pingüinos de Humboldt- y las playas secretas de Quilca.
Sucede lo mismo con Martha, arequipeña hasta el tuétano. Ella, como muchos de sus ‘compatriotas’, se alejaba de los volcanes para veranear en Mollendo. Lo hacía de niña, lo hizo de joven (hoy lo hace en Mejía). Varias páginas de su historia personal se escribieron en la Primera Playa, en la plaza Grau, en la estación de trenes, en el Castillo Forga y en las casonas antiguas que luchan contra el abandono.
También hay recuerdos que entristecen y realidades que alarman. “Sacamos dos camionadas de desechos en una jornada de limpieza”, comenta Damián, artesano y guardaparque del Santuario Nacional Lagunas de Mejía (Deán Valdivia, Islay), un refugio de aves y uno de los humedales más importantes del país, por eso le duele tanto encontrar botellas y otros desperdicios, allá donde el río Tambo se une con el mar.
Pero las penas vuelan como ese halcón peregrino que hace un ratito reposaba en un tronco seco o aquellos zancudos que son tan sanos que no transmiten enfermedades, bromea Damián y Shirley ríe. Su risa contagia, su risa se escucha desde la partida en Arequipa, previo saludo al Misti, el Pichu Pichu y el Chachani, hasta el encuentro con los sembríos con brisa marina de Punta de Bombón.
Cuántos lugares. La Miel y La Playuela cerquita al asfalto de la Costanera (tramo Camaná-Quilca), , el puerto de Matarani con su promesa de futuro, la caleta de Catarindo serena y sabrosa como ese trío con ceviche, arroz con mariscos y perol de barquillo, La Curva con sus alfajores y El Fiscal con sus camarones, y el verdor agrícola -solo agrícola todavía- del valle del Tambo.
Tantas experiencias e historias. Y es que todo es nuevo para ella, desde el encendido atardecer en el retorno a La Punta, el principal balneario de Camaná, hasta la incursión en un campo de paprika en el valle del Tambo, pasando por el baño espanta mareos en la caleta Honoratos, el avistamiento de lechuzas y garzas en Mejía, y la experiencia gastronómica con las ligosas lapas arrebozadas.
Sin olvidar los encuentros con don Jorge, el capitán de la Albatros, y su hijo César, que fue pescador, que es policía, que es guía en sus días de franco; las conversaciones con Martha Concha, profesional del turismo que reparte bendiciones y recuerdos en cada esquina mollendina; y los cambios de humor de Damián Chahuayllo, quien va de la broma a la indignación por lo que pasa en el mundo.
Sus rostros y sus palabras son parte del mar de vivencias que el viajero atesora en su memoria y en su corazón. Esos recuerdos apasionados, nostálgicos, preocupados y alegres, lo llevarán -tarde o temprano- a seguir explorando Arequipa y su Costanera, esa pretenciosa cinta de asfalto que une las provincias de Camaná e Islay, con las regiones de Moquegua y Tacna -más mar, mucho pisco-.
Una travesía en la que se impone el desierto, el océano, las playas desoladas, las ciudades, los pueblos, las caletas y los valles milagrosos. Un viaje que no terminaría en Punta de Bombón, el distrito arequipeño que limita con Ilo (Moquegua), que seguiría hasta Tacna, pero esa es otra historia.
Una historia sin don Jorge, Martha y Damián, pero sin con Shirley quien seguirá descubriendo -con ustedes, con nosotros- los nuevos Rumbos del Sur.
En Rumbo
La ruta: Arequipa-Camaná / Camaná-La Punta-La Playuela-La Miel- Caleta de Quilca-Quilca Pueblo / Quilca (provincia de Camaná)-Matarani-Catarindo-Mollendo (provincia de Islay) / Mollendo-Mejía-Santuario Nacional Lagunas de Mejía-La Curva-El Fiscal-Punta de Bombón (provincia de Islay).
La vía: La Costanera carretera que conecta Camaná (Arequipa) con Ilo (Moquegua) y la región Tacna. Existe transporte público. Se recomienda pernoctar en Camaná y Mollendo, ciudades que cuentan con todos los servicios. Esta ruta es perfecta para hacerla en movilidad propia, para ir haciendo paradas y disfrutar al máximo del mar.
Vuelos: www.vivaair.com/pe
Planea tu viaje: www.ytuqueplanes.com
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A tener en cuenta:
*Camaná: capital de la provincia del mismo nombre, es una de las zonas costeras favoritas de los arequipeños. Valle arrocero y de excelentes camarones, La Punta es su balneario principal.
*Quilca: es una caleta, un pueblo y un valle de la provincia de Camaná. Desde la caleta se zarpa hacia la Isla y Punta de Hornillos, un espacio marino que es parte de la Reserva Sistemas de Islas, Islotes y Puntas Guaneras. Durante la navegación se observan lobos finos y chuscos, pingüinos de Humbdoldt, zarcillos y diversidad de aves guaneras. Con un poco de suerte, grupos de delfines acompañan a la embarcación. La salida permite conocer y refrescarse en caletas preciosas como Honoratos y San José. Una experiencia altamente recomendable. Contacto: César Estrado 958954860.
*Mollendo: capital de la provincia de Islay, conserva en su trazado urbano casonas republicanas de madera, además de su estación de tren y el Castillo Forga, una curiosidad arquitectónica que se encuentra en un promontorio entre la Primera y Segunda Playa. Antes de llegar a esta ciudad, se conoce el puerto de Matarani y la caleta Catarindo, que resalta por su mar tranquilo.
*Mejía: distrito de la provincia de Islay que resalta por su balneario que armoniza su parte antigua -bellas construcciones de pino oregon- con modernos edificios, condominios y casas de playa. Pero eso no es todo, aquí se encuentra en Santuario Nacional Lagunas de Mejía. Con 690.6 héctáreas presenta totorales, pantanos, monte ribereño, gramadales y playas arenosas. Aquí se han registrado 210 especies de aves entre residentes y migratorias.
Sabor: la gastronomía marina resalta nítidamente en la ruta. Un plato muy recomendable es el Perol, un clásico mollendino que se prepara con pescados o mariscos, mezclado con una salsa que trae ciertas reminiscencias de la ocopa.
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