Escondida en medio de la jungla, en el corazón del temido y enigmático VRAEM, una catarata increíble devuelve la esperanza en la belleza, en la naturaleza, en la humanidad. Las advertencias quedan de lado, entonces, se goza plenamente de la selva y su encanto. Parijaro los espera. Bienvenido al paraíso.
Por Gunther Félix
¡Qué irresponsables! y ¡locos! habrían pensado ellos, preguntándose por qué aquel terco grupo de viajeros de la ciudad se atrevió a continuar por ese largo trajín que los aguardaba al otro lado del río, pese a las advertencias del guardabosque. Pero nada los detendría. Ni los senderos fangosos ni las largas horas de caminata. Se sentían preparados, listos para explorar una selva temida y conocer esa otra cara del Perú que no queremos ver. ¿Había sido buena idea?
MÁS RUMBOS: El río NN del VRAEM
Demasiado tarde para pensar si lo fue o no. Esos locos ya habían aceptado con cumplir esa tentadora pasantía en el corazón del valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM). Un valle donde las palabras: violencia, drogas y terror siguen escuchándose en las incontables comunidades indígenas que habitan a lo largo y ancho de cada cuenca.
Por alguna razón, en Satipo, la provincia más grande de Junín, no se escucha a menudo que la gente diga “ir al VRAEM”: el VRAEM es un lugar al que se “entra”. Por eso, cuando un turista, mochilero o foráneo quiere ingresar a los recónditos bosques de estas tierras, primero debe solicitar el permiso a las instituciones u organizaciones pertinentes (Sernanp, Care o Fare). Y es que esa es la condición de una selva, todavía hostil, donde la vida prospera en todas sus formas gracias al amparo de los asháninkas, la etnia más numerosa de la amazonía peruana. Ellos protegen a la fauna y flora de la caza ilegal, la tala indiscriminada y los relaves del narcotráfico.
Lazos de selva
Sí, los rumores sobre el VRAEM eran ciertos. Pero no eran suficientes para que aquel terco grupo desorientara sus pasos de ese baño de selva que se escondía en los dominios del Parque Nacional de Otishi (entre Junín y Cusco). Y allí ibas tú, junto con otros siete viajeros y, cuatro ex reclutas del Ejército peruano —ahora guías turísticos— ansiosos por enseñarles una maravilla natural que hasta los mismos satipeños desconocían y que solo algunos ‘suertudos’ vislumbraron a bordo de un helicóptero.
Así iniciaba esta aventura por tierra, al otro lado del río Cutivireni (afluente del gran río Ene), despidiendo a esas tres comunidades nativas (Barropampa, Centro y Alto Camantavhishi) que les permitieron atravesar sus senderos y refrescar la garganta con abundante coco de la zona.
Sin embargo, lo que ellos no imaginaron al apartarse del resto que prefirió quedarse en una comunidad nativa, es que el seductor ecosistema que tenían al frente de sus narices, sería el umbral de un serpenteante camino que pondría a prueba sus resistencias y estados de ánimos.
No obstante, algo salió mal. Esos obstáculos puestos en el camino no resultaron según lo planeado. Lo que se pensó que resultaría un viaje de mal gusto, abrumador y de protesta por transitar bajo la luna llena y en la espesura de la selva, terminó por estrechar los lazos de amistad entre varios desconocidos que intercambiaban palabras y risas. No lo previeron. Estaban atónitos ante una naturaleza sin fin, tratando de imaginar si ese mismo efecto surrealista lo poseería la catarata de Parijaro.
Pues sí, esa misma magia lo sentirían ellos al llegar a sus pies. Por ahora debían acelerar sus pasos para atravesar las últimas quebradas. Cruzar los últimos puentes de madera. Y seguir por esa última trocha que tiene como desenlace una humilde cabaña asháninka, donde pernoctarán, previa cena, al lado de una acogedora fogata.
Entre el olvido y la esperanza
Otro rumbo. Amanece con el cielo despejado en la comunidad Parijaro. El día parecía sonreírles a los andariegos que lograron cumplir las expectativas del guardabosque. Pero algo no andaba bien en la comunidad: sus habitantes se mostraban indiferentes ante el grupo de forasteros. Parijaro no reflejaba esa chispa alegre que tenían otras comunidades. ¿Qué sucedía? ¿Será que no esperaban su llegada? ¿Habían hecho algo malo?
La incertidumbre invade… entonces, el jefe asháninka rompe su silencio. Todos escuchan con atención. Se trata de un llamado de atención, pero no hacia los foráneos, sino hacia esos alcaldes y gobernadores regionales que hasta ahora no se han tomado la molestia de visitar su comunidad.
“Estamos olvidados. No contamos con apoyo. Nos faltan servicios básicos”, manifiesta un grupo de indígenas que tuvieron la mala suerte de establecerse casi al ‘otro lado del mundo’. Pero no porque quisieron, sino porque así lo decidió el destino. Después que los asháninkas sobrevivieron a la época del terrorismo, varios fueron desperdigados en el VRAEM. Indigna descubrir esa otra arista del Perú. Al parecer, meditas, la selva sigue siendo el “patio trasero” de un Estado que dice ser inclusivo.
Aguarda. Sabemos que te irrita escuchar esta noticia pero hay que guardar la compostura. Todo eso ya lo contarás en tu siguiente crónica, donde podrás jalonear la oreja a esas autoridades que solo se excusan de su “apretada agenda” para no visitar estas zonas del país. Descuida Parijaro, nosotros seremos ese portavoz que nunca tuviste y que quizás, no lo seguirías teniendo, si es que este terco grupo se amilanaba en continuar su viaje hasta aquí.
Tesoro del VRAEM
El tiempo vuela rápido. Aún falta llegar a nuestro destino final. Y es que cómo puedes darte el lujo de ignorar a estos guardianes de la biodiversidad sin antes haberlos escuchado, comprendido y acompañado en su ritual de bienvenida donde el masato se comparte solo cuando los asháninkas entran en confianza. Qué vas a hacer, así se forja la amistad en la selva.
Aunque eres consciente de que ya vas retrasado con la hora, continúas tu aventura por una pendiente que te conduce a la orillas del río Cutivireni. Más pasos fangosos por una última quebrada de piedras resbalosas que se abre, finalmente, en un alucinante anfiteatro rocoso cuyo único telón de fondo es la escurridiza catarata de Parijaro, una caída de agua con más de 250 metros de altura.
Todo es disfrute en la catarata, un antídoto natural que revierte los ecos del narcoterrorismo que todavía se oye en estos parajes. Pero no hay que dejarse vencer por el temor, como lo hicieron aquellos viajeros de la ciudad, quienes, sin darse cuenta, habían llegado al mismo lugar que un grupo de ‘gringos’ cincuenta años atrás: el entonces lado desconocido de la cordillera de Vilcabamba (catarata Parijaro) quedaría inmortalizada en la prestigiosa revista National Geographic (1964). Todo un hallazgo que aún permanece en el anonimato más cómplice y sitiado por la pobreza y la indiferencia.
Los Datos
Para el ingreso a la catarata Parijaro se requiere los permisos de: Sernanp (carretera Marginal Satipo Río Negro Km.1.5), Central Asháninka Río Ene (jirón Francisco Irazola 1401, Satipo) y la Federación Ashaninka del Rio Ene (jirón Ricardo Palma 930, Satipo)
Contacto: Dril Bustamante Teléfono.: 064 81369 (Satelital)
Recomendaciones: Llevar pomadas, agua embotellada, gorros, lentes de sol y sus documentos de identidad, además del permiso.
OJO: En la comunidad Parijaro solo llega la línea telefónica de movistar, así que a prevenir.
En Rumbo
Viaje: De Lima a Satipo. Tiempo: diez horas. Arme su viaje con Turismo ZumagPerú (correo: tours@zumagperu.com) / Gaspar tours (contacto: 954662222) / la Municipalidad Provincial de Satipo (www.munisatipo.gob.pe/)
Felicito al autor de tan admirable crónica-reportaje que me ha traído, muy bien descrito y muy periodísticamente redactado, un paisaje tan digno de admiración en su vertiente humana (población), natural (paisajes únicos e inigualables) y crítico- positivo (abandono de los políticos).
Miguel Ángel García Brera
Abogado y Licenciado en Periodismo y en Imagen
Profesor Asociado de la Facultad de Ciencias de la Información
(Universidad Complutense).Hoy Jubilado.
Fundador del Seminario de Análisis del Mensaje Turístico
y director hasta su jubilación, en la misma Facultad
Presidente de FIJET ESPAÑA.
Miembro del Comité Director de la World Federation
of Travel Journalists and Writers (FIJET)
Gracias Don Miguel, en la revista Rumbos seguiremos publicando ese tipo de contenidos. No dejes de leernos. Un abrazo.
MUchas gracias, Miguel! Un fuerte abrazo!