MÁS RUMBOS: Peruano coronó el Everest
“Antes de subir al Valluna hay que aclimatarse”, es la advertencia que escuchan los retadores de esa cumbre, cuando llegan a la urbe enclavada en el Callejón de Huaylas. Pero nadie desanima a 3.100 m.s.n.m. Por el contrario, aprovechan su estancia por Huaraz como excusa para estirar las piernas. En la Capital de la cordialidad también hay mucho que ver como su tradicional Plaza de Armas y el Mercado Artesanal que está situada frente a ella. Estos son los primeros respiros antes de escarla el Valluna por primera y, quizá, también, por última vez.
Ese es el objetivo de los excursionistas: ascender al corazón de la cordillera Blanca y conquistar esa pequeña Antártida que pierde sus dominios a causa de los efectos del cambio climático. Según el último Inventario Nacional de Glaciares y Lagunas, realizado por el Instituto Nacional de Investigación de Glaciares y Ecosistemas de Montaña (Inaigem) en los últimos 54 años (entre 1962 y el 2016), el mundo de hielo de Perú (la cobertura de los glaciares) se redujo en un 57 por ciento. Un destino irreversible.
Ruta de aclimatación
Al igual que en las películas de aventura, los primeros pasos son fáciles. Viajar en camioneta a los dominios del Parque Nacional de Huascarán (PNH) -viendo los bosques de quenuales y alisos de la quebrada Llaca- hasta llegar al refugio de la Asociación de Guías de Montaña del Perú, son las primeras escenas de esta aventura cinematográfica que tiene como paradero un santuario para los andinistas de todo el mundo que visitan Áncash para escalar alguno de sus 660 glaciares. Solo pocos son conquistables, entre ellos el nevado de Vallunaraju.
Al llegar, es necesario una ceremonia de invocación a los Apus y un tributo a la tierra con hojas de coca. Así irían protegidos en los rumbos montañosos. ¡Fin del ritual! Es momento de darse un último respiro y ajustarse bien las botas para retar a la altura.
La trocha se amplía en el horizonte. El ichu apenas roza las rodillas de los andariegos que avanzan firmes por los empinados suelos altoandinos que, poco a poco, van convirtiéndose en accidentadas morrenas, montículos enormes de rocas.
La travesía -más ruda que nunca- empieza a dejar exhausto a los escaladores. Pero ese agotamiento pronto desvanece ante la belleza geográfica que se despliega ante sus ojos. Contemplación y conciencia a 5.686 m.s.n.m.
Un paisaje inspirador tras otear el horizonte. Tres nevados se “visten de novia”: Ranrapalca, Ocshapalca y el imponente Vallunaraju. A sus pies yace la laguna Llaca, cuyas aguas verdes son alimentadas por las lágrimas de los nevados. Los apus lloran ante las inclemencias del cambio climático.
Un sueño hecho realidad
La conquista al ‘Valluna’ ya es un sueño hecho realidad. Un sueño que ha empezado a sufrir los estragos del calentamiento global; un sueño complicado por los síntomas del soroche, aunque esas dolencias no son nada frente a la frustración de no poder salvar al gigante níveo que exclama ayuda.
La noche- aún más fría y amenazante- empieza a caer. Hora de partir, de regresar a la base. Hasta pronto Vallunaraju, la montaña que agoniza, la montaña cuya belleza solo permanecerá en los recuerdos y en las fotografías de aquellos que lograron coronar el nevado de ensueño con color a paraíso.
En Rumbo
Ruta: Viaje a Huaraz con Cruz del Sur (www.cruzdelsur.com.pe). De allí en colectivo hasta el refugio Llaca, desde donde podrá escalar al nevado Vallunaraju y contemplar sus atractivos. El costo asciende entre 30 a 50 soles.
Recomendaciones: llevar abrigos, comida, agua e ir con un guía especializado.
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