La costa arequipeña esconde tesoros. Descubre una caleta en la que habita la armonía y la tranquilidad.
Cuando Huáscar enrumba HACIA la caleta San José, le asalta una desesperación por aventarse al mar, confundirse con los peces y huir de las gaviotas que siempre están pescando o haciendo alguna coreografía en medio del cielo.
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El bote lleva consigo a unas ocho personas que no dejan de mirar a Huáscar, que amenaza con aventarse durante la hora y media de recorrido de Quilca hasta la caleta San José, en la provincia de Camaná en Arequipa. Si Huáscar avista tierra a lo lejos, se desespera y expulsa unos alaridos cuando ve a lo lejos a Tritón, su eterno rival, vigilando desde la orilla.
Huáscar y Tritón son hermanos. También son perros. En la caleta San José es difícil no ver algo que se aleje de la vida marina, lo cual se refleja hasta en el nombre de las mascotas.
En San José hasta el aire se impregna de perfumes marinos y da la impresión de que todos están mojados o acaban de salir del mar. Para qué estar secos, si bajo el sol el cerebro no funciona y no dan ganas de salir. Acá, luchar contra el sol es sencillo cuando te puedes dar un chapuzón en cualquier momento o engullir un cebiche fresco.
En estos lares, los piqueos son fuentes de erizo natural, conchitas a la parmesana o chicharrón de pulpo. Los almuerzos son platos hechos a base de huevera, mariscos, tal vez un pulpo al olivo, y una serie de pescados como corvina o lenguado. Las cenas pueden ser parrilladas de maji maji o perico dorado. Y lo mejor es que todas sus carnes se mantienen jugosas.
Hace unos cinco años, llegó a estas tierras Gastón Acurio, uno de los chefs más importantes del Perú, en busca del cebiche perfecto y se quedó encantado por el sabor del chicharrón de erizo y el choro negro (español).
El periodista y escritor Rafo León reseñó este lugar en su libro de crónicas Viajes de perro. Gonzalo Llerena y Mauricio Mendoza, socios y dueños de la Caleta San José, señalan que el nombre de su libro tiene mucho que ver con Kayser y Machita, las mascotas del albergue, antecesores de Huáscar y Tritón.
Al caer la noche, nuestro abrigo es una fogata. Si nos levantamos, nuestra televisión es la vista al mar. Y si buscamos aventura, nadamos, zarpamos en kayak o hacemos trekking.
En San José, que no es una isla pero tiene todas sus propiedades, los turistas se desconectan del exterior para adentrarse en un camino espiritual que los vincula con la naturaleza tanto como consigo mismos. Si no fuese una caleta, sería un templo budista o una reserva de biósfera.
El dato
La caleta San José ganó tres veces como la mejor eco-playa natural del Perú en el 2007, 2009 y 2011. Un premio otorgado por la oenegé Ecoplayas.
En Rumbo
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