La fantasía y el reencuentro con la naturaleza austral, volcanes, lagos, ríos caudalosos y bosques está a sólo cuatro horas de Lima
Martín Vargas Barrera / Revista Rumbos
Osorno fue fundada por españoles, destruida por mapuches, reconstruida por suizos y alemanes, pero en su plaza central no hay bustos de exploradores barbudos ni paladines a caballo. Un enorme toro es la imagen tutelar de esta hermosa ciudad que vivió años violentos, tiempos de bonanza, y que hoy mira con más optimismo el futuro, pero sin olvidar su pasado.
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Tras el saqueo, incendio y desolación que parió la rabia indígena en el siglo XVIII ante la extirpación de tierras, el ultraje de sus mujeres y la matanza de sus plebeyos, Osorno quedó casi en el olvido. En realidad nunca hubo mucha población por estos lares que hoy se conocen como la Región de los Lagos.
Tanto así que el ex presidente chileno Manuel Bulnes decidió promulgar en 1845 la “Ley de inmigración selectiva», un pedido ad hoc para importar profesionales y artesanos de Suiza, Austria y Alemania, principalmente, con el fin de colonizar los territorios australes y taponear una posible invasión argentina de la naciente Patagonia chilena.
Y fueron ellos, los colonos y sus descendientes, quienes levantaron la ciudad, la impulsaron comercialmente, diseñaron nuevamente su trazo urbano, y emprendieron una industria bovina que desde entonces es la más próspera y la de mayor volumen. Según cifras oficiales, Osorno surte casi el 80% de toda la carne y leche que se consume en Chile.
La influencia y mestizaje europeo se respira en sus calles. La arquitectura residencial osornina es alemana y suiza en su ADN. Casitas de madera a dos aguas, estéticas y funcionales a la vez, crean una atmósfera, la apariencia de estar en un lugar encantado, en una ciudad de esos cuentos de hadas que nos enseñaban en la transición, y que uno pensaba que no existían hasta que se cruza el charco o se viene, aquisito nomás, a Chile.
El jale de Osorno
Si la escultura del toro en la plaza central no dejó en claro que esta es una ciudad bovina, en la esquina de las calles Freire y Bilbao, una escultura de la vaca y sus terneros reafirma el orgullo osornino por una industria que les dio casi medio siglo de prosperidad boyante, hasta que la demoledora industria salmonera, en la cercana Puerto Montt, se llevó las grandes oficinas, las ganas y lo mejorcito de un par de generaciones. La industria salmonera paga más, mucho más.
“Pero no importa. Quizá haya sido mejor así porque ya estábamos creciendo mucho y pisando huevos. Ahora seguimos y se vive bien en Osorno. No hay mucho tráfico, hay empleo, la gente come bien y estamos orgullosos de lo linda que es nuestra ciudad”, cuenta Don Patricio mientras me despacha un ejemplar de El Austral, el diario de Osorno.
La portada del periódico reafirma lo que me dice el gentil canillita. “Balean a agricultor de 75 años en frustrado robo a su hogar”, reza el titular. Sí, el asalto a una casa con herido de por medio, suceso que en Lima figuraría en la página 25 y en nota minúscula, es un notición por estos lares donde se respira tranquilidad, donde uno puede caminar sin miedo a los raqueteros y donde el río y la campiña conviven y realzan las bondades de una ciudad histórica, bucólica y pujante.
Como atractivos en su casco urbano resaltan la increíble catedral gótica de San Mateo, su Museo Histórico, sus parques temáticos como el de los dinosaurios con áreas de picnic y arrullados por la corriente del caudaloso río Rahue. Además, están las casonas históricas declaradas patrimonio como la casa Stuckrath o Lopetegui. Pero, sin duda, una de sus principales imanes y que atrae a turistas de diversas partes del mundo, es el Auto Museum Moncopulli, ubicado en la comuna de Puyehue. Un paraíso dedicado a los automóviles clásicos que fue inaugurado en 1995 por iniciativa del encantador Bernardo Egger.
Pero las grandes maravillas dignas de emprender un viaje hasta Osorno están saliendo del centro. A solo una hora y media quedan las fantásticas termas de Puyehue y el centro internacional de esquí Antillanca, desde donde pueden verse más de seis volcanes. Además, están lagos maravillosos como el Llanquihue o el Rupanco, y, cómo no, innumerables fincas con lodges donde uno puede conectarse con la naturaleza, pescar sin matar peces, ordeñar vacas, cabalgar, avistar aves y comer delicioso. Resumen: recuperar parte de nuestra humanidad. ¡Osorno es buenazo!
En Rumbo:
¿Cómo llegar?
Desde Lima vuelo directo a Santiago de tres horas y media. Luego, un trasbordo de 1 hora y 15 minutos hasta Osorno.
¿Dónde hospedarse en el centro?
Hotel Sonesta Osorno
https://www.sonesta.com/es/cl/osorno/sonesta-hotel-osorno
Tour operador local:
Rodrigo Angulo / rodrigotransporteyturismo@gmail.com
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