Antes de navegar por las irresistibles aguas del Titicaca, aproveche su visita al altiplano para conocer Puno, la capital regional. No se arrepentirá.
Rolly Valdivia /Revista Rumbos
Las calles son para bailar. No importa el día –pero no ocurre todos los días- ni la hora, tampoco el solcito quemador o el viento helado. Lo interesante es entregarse al ritmo. Lo saben esos jóvenes que irrumpen alegremente con sus evoluciones, lo saben, también, los transeúntes que les abren paso y, finalmente, lo comprenden los conductores que esperan el paso del trepidante y rítmico desfile para reanudar su marcha.
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Pero nunca falta un apurado que derrocha su impaciencia con sendos bocinazos, aunque esas estridencias son opacadas por los trombones de la banda-orquesta espectacular que acompaña a los bailarines. Dichas melodías se convierten, además, en el soundtrack de los turistas extranjeros –por eso lo escribimos en inglés-, algunos de los cuales intentan imitar aquellos movimientos.
No lo logran pero igual disfrutan del insospechado fin de fiesta en una ciudad de altura, famosa por su lago de leyenda, pero apenas conocida por sus atractivos urbanos. Esos que suelen mirarse de soslayo, como si no valiera la pena otear el panorama de Puno (3 810 m.s.n.m) y del Titicaca desde la cumbre del Huajsapata, un mirador natural cerquita nomás de la plaza de Armas.
Jornada de descubrimiento en la Capital Folclórica del Perú. Caminando desde el arco Deustua -monumento de piedra erigido en honor a los vencedores de Junín y Ayacucho-, hasta el parque Pino y la iglesia de San Juan, el Santuario de la Virgen de la Candelaria, la mamita adorada a la que se le rinde culto en febrero. Más pasos, más hallazgos, el balcón del Conde de Lemos y la casa del Corregidor.
Atisbos coloniales, históricos, admirables como la Catedral de estilo barroco –atrae su fachada labrada con motivos religiosos e indígenas por el alarife Simón de Asto-, y las 500 piezas de oro encontradas en Sillustani que se exhiben en el museo municipal Carlos Dreyer. Parada obligada, más no la última parada. Falta acercarse al lago, siempre al lago.
El puerto lacustre y el buque museo Yavarí, una histórica embarcación del siglo XIX, tan histórica como el colegio San Carlos, cuyos alumnos son los que hoy tomaron las calles. ¿Quién lo hará mañana? Nunca se sabe en Puno.
En Rumbo
Acceso: por vía aérea hasta Juliaca. En bus por Cruz del Sur (www.cruzdelsur.com.pe). Salidas diarias.
Céntrico: salvo el buque museo Yavarí, todos los atractivos mencionados se encuentran en el Centro Histórico de Puno.
Entradas: museo municipal Carlos Dreyer (S/. 15 extranjeros; S/. 5 peruanos). En el Yavarí se aceptan colaboraciones voluntarias.
Soroche: para evitar el mal de altura no se agite demasiado los primeros días, coma ligero y beba mate de coca o de muña.
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