Un equipo periodístico de Rumbos recorrió la costa de Arequipa, Moquegua y Tacna en un viaje que trascendería al vaivén de las olas, para explorar rutas pisqueras y áreas naturales que atesoran una atrayente diversidad de flora y fauna. Una travesía intensa que reveló que el litoral del sur, tiene su encanto hasta en los días nublados.
Por Rolly Valdivia
Ciudad Blanca, llegar, partir, detenerse. Carmen Alto: el río, la campiña, los volcanes. Saludar y despedirse de un trío de montañas. Y allá está el Misti, el Picchu Picchu y el Chachani. Las primeras sonrisas, fotos y recuerdos; las primeras promesas de volver, de regresar pronto para explorar Arequipa: sus plazas, sus calles, sus conventos, sus sabores picantes, variados, exquisitos.
No hay tiempo, hay que viajar, hay que enrumbar hacia Camaná: arena y olas, caletas por descubrir, delfines y lobos marinos, zarcillos y pingüinos de Humboldt. ¿Y si no hay sol? ¿Y si hace frío?… Playas sin veranos. ¿Será divertido? Dudas, ¿desencanto?: ¡qué importa! si estará el Pacífico, la brisa, el revolotear de las aves, el gustito de los camarones y de las lapas arrebozadas.
También la inmensidad oceánica desbordándose más allá del horizonte en La Punta -hoy un balneario solitario y sereno, sin los jóvenes que la invaden los calurosos fines de semana- en La Playuela y La Miel, otras arenas y otras olas en el distrito de Quilca, un pueblo, un valle, una caleta o varias caletas. Zarpar, navegar, avistar la fauna marina de la Punta e Isla de Hornillos, una zona protegida, vital, importante.
Recalar en Honoratos y Ancumpita. Baños en un mar claro. Baños bajo un sol tímido y discreto. También un baño de anécdotas e historias. La de un policía que es guía y navegante, la de un viejo pescador que, según dicen, se ‘oxida’ si se aleja de las mareas, la de una caleta que ahora es un muelle artesanal, pero que antes -durante la Guerra del Pacífico- fue el refugio del glorioso monitor Huáscar.
Creer o no creer. Un dilema, no el único dilema: quedarse o partir hacia la provincia de Islay, allá está Mollendo, Mejía, Punta de Bombón, hacia allá iremos por la Costanera. Asfalto en el desierto que une Arequipa con Moquegua, Moquegua con Tacna. Tierra árida, orillas tentadoras, señales en el camino que exigen cuidar una vegetación que no existe. Nuevas risas, otras fotos, más playas sin multitudes.
Aguas mansas y buen sabor en la caleta Catarindo. Aguas enjundiosas en el ‘puerto bravo’ de Mollendo, con sus casas de madera -algunas maltrechas, otras bien paraditas- con su estación de trenes y su castillo sin reyes ni señores feudales. Abandonado. Vacío. Una rareza de inicios del siglo XX erigida en un promontorio natural. Un capricho arquitectónico del empresario textil José Miguel Forga.
Continuar. Salir para Ilo (Moquegua), pero jamás de frente, siempre recalando y haciendo escalas. Mejía, balneario elegante con sus edificios modernos y sus casonas de antaño, santuario nacional en sus lagunas y humedales -y vemos lechuzas del arenal, un halcón peregrino, varios huerequeques- y el Valle del Tambo que es mar y verdor, que es alfajor en La Curva y ceviche de camarón en El Fiscal.
Mar y pisco
Ilo. Atardeceres encendidos, mágicos, de ensueño en las playas Platanales y Wawakiki. Ilo. Un muelle, una glorieta, un malecón soleado. Ilo de noche. Ilo de día. Llegando de Arequipa, partiendo hacia Moquegua, la capital regional con su ruta pisquera. Dos para empezar: Biondi y Atencio Tapia, y dos más como ordena la costumbre: Don Camilo y El Mocho, y, un parcito más antes de irnos: Rayito de Sol y Parras y Reyes.
Probar, catar, degustar, repetir. Una, dos, tres veces, tantas veces un pisco Italia, un acholado, un mosto verde, un macerado de Damasco. ¿Y el mar?… nos olvidamos del mar y solo pensamos en bodegas y viñedos, en toneles y alambiques, en una tradición que se inició en la época colonial, que decayó durante la guerra con Chile, que resurgió en las últimas décadas del siglo XX.
Cada vez más productores, cada vez más calidad, medallas y diplomas para Moquegua, donde los piscos son tratados con cariño, por eso son suavecitos, por eso son menos agresivos. Lo dice un Valdivia que no es el Valdivia que escribe estas palabras. Y, como lo dice un Valdivia -el Valdivia de la bodega Don Camilo Valdivia-, hay que creerle. Los Valdivia no mienten o tal vez sí.
Perdonen la confusión. Es culpa del pisco, del vino, de los macerados. Mejor cortarla. Mejor salir, caminar, recorrer el centro con su semblante de pasado. Mejor probar las paltas de Samegua, el cuy frito con su costra maíz o el pan de Torata. Mejor, mejor, lo mejor es siempre seguir viajando, manteniendo el Rumbo sur, solo sur hasta los límites de la peruanidad. Nos vamos a Tacna. Exploraremos Tacna.
Más piscos y vinos y Tacna sour (con tumbo y licor de damasco) en las bodegas Spirit, Santa Elena, Don Miguel (o Sobraya). Más playas -Los Palos y Boca del Río-, menos sol. Mala suerte o buena suerte. El mar es nuestro. El mar también es de Jesús, un pescador que enseña sus secretos. Y se lanza el anzuelo y se espera y algo pica. No es lenguado, no es corvina. Es una lorna. Solo una lorna.
Buena o mala suerte. Buena, muy buena los días anteriores en el Área de Conservación Regional Vilacota Maure. Montañas y pampas en una zona protegida compartida por las provincias de Tacna, Tarata y Candarave. Nos alejamos del Pacífico, nos encontramos con la altura, la pampa, los nevados de la cordillera del Barroso, las cascadas de Conchachiri y los géiseres de Calientes.
Ver y admirar, respirar profundo, caminar despacio hacia unas iglesias de piedra y sillar, andar sin hacer ruido para que no vuelen las parihuanas ni las huallatas de la laguna Vilacota, quedarse quieto para no espantar a las vicuñas, las alpacas, los suris y la taruka que está a la vera de una carretera que a veces es asfalto, que a veces es de tierra, que a veces llega a una comunidad y otras veces a un pueblo.
Llegar y partir. Siempre al sur. Solo al sur. Buscando y encontrando nuevos rumbos. Sembrando recuerdos, cosechando sonrisas en el mar, en los viñedos, en las ciudades, pueblos y caletas. Prometiendo retornos que se cumplirán, tarde o temprano se cumplirán, pero seguir brindando y disfrutando de una costa sin verano y sin gente. Una costa atractiva en cualquier época del año.
En Rumbo
La vía:lLa Costanera conecta Camaná (Arequipa) con Ilo (Moquegua) y la región Tacna. Existe transporte público.
Camaná: es una de las zonas costeras favoritas de los arequipeños. Valle arrocero y de excelentes camarones, La Punta es su balneario principal.
Quilca: desde la caleta se zarpa hacia la Isla y Punta de Hornillos, un espacio marino que es parte de la Reserva Sistemas de Islas, Islotes y Puntas Guaneras.
Mollendo: capital de la provincia de Islay, conserva en su trazado urbano casonas republicanas de madera. Antes de llegar a esta ciudad, se conoce el puerto de Matarani y la caleta Catarindo, que resalta por su mar tranquilo.
Mejía: resalta por su balneario que armoniza su parte antigua con modernos edificios, condominios y casas de playa. Se debe visitar el Santuario Nacional Lagunas de Mejía que presenta totorales, pantanos, monte ribereño, gramadales y playas arenosas.
Distancias: 92 kilómetros separan a Ilo de Moquegua. Hay servicio público todos los días y en diferentes horarios.
Comodidades: en Ilo y Moquegua encontrará diversidad de hoteles y restaurantes, por lo que no tendrá mayores problemas para sentirse cómodo.
Mosto verde: es un tipo de pisco en el que mostos ricos en azúcar sin fermentar son destilados, obteniéndose un sabor incomparable. Este tipo de pisco, según la investigadora Rocío Olivas, tendría su origen en Moquegua.
Distancia: Tacna se encuentra a 160 kilómetros de Moquegua y a 371 kilómetros de Arequipa. Desde Lima se recomienda viajar por vía aérea con Viva Air.
Celebración: El 28 de agosto se realiza la Procesión de la Bandera, para conmemorar la reincorporación de Tacna al Perú.
Salud: Bodega Spirit, calle Emilio Forero Mz. 36, lte 10, Para Chica, Tacna / Santa Elena, avenida Zela 1168, Pocollay, Tacna / Bodega Don Miguel o Sobraya, Pago Sobraya s/n, Pocollay, Tacna.
Sabor: El picante a la tacneña es uno de los clásicos gastronómicos de la región. Se prepara principalmente con mondongo, chalona de cordero, pata de res, ají panca y ají amarillo.
Al natural: Las agencias de viajes de Tacna ofrecen tour de uno o dos días a la ACR Vilacota Maure. Si se anima a viajar, respete el medioambiente.
La ACR: El Gobierno Regional de Tacna administra Vilacota Maure, a través de la Gerencia Regional de Recursos Naturales y Gestión del Medio Ambiente.
Turismo: La ACR se está abriendo a los visitantes. La apertura es promovida por la oenegé Wings, Condor Travels y el Centro Bartolomé de las Casas. La propuesta se basa en el respeto al medioambiente y el desarrollo de las economías locales.
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