El equipo periodístico de Rumbos del Perú visitó los distritos de Pitumarca y Checacupe en la provincia de Canchis (Cusco), para conocer los emprendimientos de turismo rural comunitario promovidos Promovido por la Asociación Condor Travel-Wings y el Centro Bartolomé de las Casas (CBC) a través del El Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (PPD) es implementado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y cuenta con el respaldo del Ministerio del Ambiente de Perú (MINAM) con el objetivo de impulsar negocios sostenibles que respeten la cultura local y el medioambiente.
“Unita más, compañera”, dice Félix Sánchez en tono de excusa porque ya ha pronunciado la dichosa frasecita varias veces, alargando el momento del adiós. Y no es que la ‘compañera’ y los viajeros que la rodean -todos en estado de gloria después de un sabroso encuentro con un cuycito con papas- sean partidarios del comer y embalar, o, peor aún, del poco elegante ‘comida hecha amistad desecha’.
Todo lo contrario. Quisieran escuchar el rosario de ‘unitas más’ que su anfitrión va narrando y contando abierta y sinceramente. Sus decires -acompañados por el enérgico movimiento de sus manos- revelan sus inquietudes respecto a una experiencia inédita que empieza a desarrollarse en su comunidad y en la que él, ignorando las dudas y problemas, continuará “hasta quemar el último cartucho”.
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Y así como Félix está dispuesto a ‘sacrificarse’ por el desarrollo del turismo rural, vivencial y sostenible en su comunidad campesina, sus visitantes, recibidos con música, danza, jolgorio y collares de serpentina en el atrio de la añeja y pequeña iglesia de San José, tenían deberes sagrados que cumplir y los cumplirían hasta llegar al último atractivo de su ruta viajera (con el perdón de Bolognesi por haber recreado su histórica frase).
Pero la tarde pasa inmisericorde y el almuerzo amenaza con prolongarse hasta el lonche, salvo que la ‘unita más’ del presidente de la Comisión de Turismo de la Comunidad de Uchulluqllo (Pitumarca, Canchis) no sea igual de engañosa que el ‘aquicito’ mil veces repetido en la jornada anterior, tan extenuante que a varios andariegos se les acalambraría hasta las ideas, si nos permiten la exageración.
Fue una travesía intensa que comenzaría de madrugada en las adormiladas calles cusqueñas, que se convertiría en bienvenida de sonrisas y abrazos afectuosos en una de las casas hospedaje de la Asociación Apu Pitusiray de la comunidad de Chari (Checacupe, Canchis), que se transformaría en ritmo y zapateo en la plaza de Pitumarca, y, finalmente, en reto pedestre en Kayrahuira Alto.
Punto de partida hacia Winicunca, la montaña de colores que, hasta hace algunos años, estuvo cubierta por la nieve. Hoy todo es distinto, centenares de trotamundos se atreven a superar los 5000 metros de altura para observar ese extraño arcoíris ‘pintado’ por los minerales contenidos en la tierra. Son muchos excursionistas, quizás demasiados para un área frágil, sensible que, tal vez, solo debería mirarse de lejitos.
Alegría y pesar. El entusiasmo por conocer un lugar fabuloso e inspirador; el abatimiento al descubrir el desorden, la multitud, el bullicio que impide conectarse con la naturaleza. Se disfruta, pero no es un goce pleno, a pesar de que en el horizonte se perfila el Ausangate, el apu que inspira respeto y al que hay que pedirle permiso, ofrendándole hojitas de cocas y hablando siempre con cariño.
Pero esta mañana solo queremos decirle que nos perdone por el caos cotidiano que la avidez turística genera en sus dominios. Lo que sucede aquí es insostenible y no debe replicarse en ningún otro lugar. Lo sabe Félix quien está convencido que Wilkacunca, la montaña de los 12 colores de su comunidad, tiene que desarrollarse de una manera sostenible y armoniosa con el medioambiente.
Eso es lo que busca y por eso se esfuerza y hasta discute un poquito con sus vecinos y amigos, ansiosos de que aparezcan muchos extranjeros. “Si hasta mi mujer me quiere dejar”, exagera al concluir una de sus ‘unitas más’, dirigidas a la compañera Marilu Farfán de la Asociación Condor Travel-Wings y, a la vez, coordinadora del Proyecto PPD (Programa de Pequeñas Donaciones del PNUD).
El proyecto -en el que participa también el Centro Bartolomé de las Casas– busca que las organizaciones comunales operen negocios turísticos sostenibles, conservando su cultura y su entorno geográfico. En el caso de la provincia de Canchis, trabajan en los distritos de Pitumarca y Checacupe, donde ya existen casas de hospedajes, restaurantes y centros textiles que operan bajo esa filosofía.
Una esperanza de cambio en zonas en las que la agricultura y el pastoreo no son suficientes para mejorar los ingresos económicos de la población. Una anhelo que puede convertirse en realidad si se trabaja de manera coordinada, paciente y sabiendo que los cambios no son inmediatos cuando se busca la sostenibilidad. Una expectativa que se siente y se transmite desde el primer saludo.
Y, también, una ilusión que se recupera en el Valle Rojo (comunidades de Ocefina y Japura). Un lugar sin multitudes y cercano a Winicuncua, donde nunca debería de haber multitudes. Aquí se tendría que buscar el equilibrio entre el beneficio de la población y la pureza de un escenario con pinceladas marcianas que no está cerquita de la carretera, aunque el guía afirme lo contrario.
Un poquito de lluvia, otro poquito de granizo, varios parajes sin sendero definidos, complementarían la larga jornada inicial que culminaría entre los mantos, chullos, máscaras y chalinas de lana de alpaca y oveja tejidas por las integrantes de la Asociación Agroecológica, Artesanía y Turismo de Huito; y la sabrosa trucha frita servida en el restaurante de la Asociación de Artesanas Tika Pallay de Huito.
Más colores
Despertar en la comunidad de Chiri. Desayuno con quinua y hierbas del campo. La conversación con sabor a despedida con las socias Eustaquia Quispe (66 años) y Fanny Pucho (26 años y la más joven del grupo). “Que vengan a visitarnos”, invitan en quechua y en español. Ellas, al igual que sus compañeras, han sido capacitadas para atender a los foráneos con sencillez, pero con harto cariño.
Una nueva partida. Uchulluqllo es el destino. Allá nos esperan otros caminos, otra montaña, otros colores o más colores. En Wilkacunca hay doce, se ufanan los comuneros que comparten con los recién llegados el desayuno y la merienda, además de los pasos por un camino sinuoso y con pendientes en el que no estamos solos. Un grupo de franceses se una a nuestro andar.
“Dos hermanos durmieron aquí. Uno falleció en la noche y el otro escuchaba la voz del condenado, del muerto, pues. Ellos eran los Wilcas”, cuenta Félix, después de participar en una ritual de tributo a las montañas, incluida el omnipresente Ausangate. “Si no lo hacemos bien, el Wilca grita”, grita mucho, grita, como se dice, a voz en cuello, porque “cunca significa cuello”.
Ahora no hay ni unita más. Hay que seguir andando para ganarle al cielo traicionero. Una, dos, tres horas de ir y venir, respirando aire puro, riendo con los compañeros, haciendo magia para que la merienda alcance y mostrando la mejor sonrisa para la foto grupal que nos recordará por siempre los momentos vividos en comunidad, porque hoy nos sentimos comuneros.
Comuneros de altura porque ya no nos afecta el soroche. Comuneros sin vértigo y al borde del vacío en el cañón de Ananiso (4200 m.s.n.m.), una rasgadura natural en la Pachamama de 3 kilómetros de largo y una profundidad de 150 metros. Comuneros que se despiden con nostalgia para cumplir con sus deberes de viajero en el Parque de Escalada Chacco Huayllasca y en los recintos de piedra de Machupitumarca.
Huellas del pasado. Legado arqueológico. Paredes de historia en una atalaya perfecta que permite otear el panorama andino, las ondulaciones montañosas de la provincia de Canchis, un destino de colores, de muchos colores, donde siempre se puede escuchar ‘unita más’ de la voz de nuestros hermanos, quienes buscan un futuro diferente para ellos y la Madre de Tierra que es nuestra, que es de todos.
En Rumbo
El viaje: Vuele al Cusco con Viva Air Perú. Frecuencias todos los días con los mejores precios.
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Pernocte: Muru Homely Hotel, Urbanización Lucrepata C-11, Cusco.
Buen provecho: En Fuego Burgers & Barbacue Restaurant, calle Plateros 358 segundo piso.
Facebook: https://www.facebook.com/fuegorestaurantcusco/
La agencia: Puku Puku Travel, avenida Collasuyo 896.
Facebook: https://www.facebook.com/PUKUPUKUTRAVELCUSCO/
La ruta: Cusco-Checacupe: 98 kilómetros, tiempo 2 horas por vía terrestre. Checacupe-Pitumarca: 7 km, 10 minutos. Checacupe a Uchulluqllo: 1 hora aproximadamente. Desde Kayrahuira Alto a Winicunca: 40 minutos a pie. De
Uchulluqllo a Wilkacunca, una hora en carro y 1h 30 aproximadamente.
El costo: El ingreso a Winicunca por Kayrahuira Alto cuesta 10 soles. También se puede acceder por Cusipata, pero la caminata es más larga. Es posible alquilar un caballo para evitar la camianta. Costo: 80 soles, aproximadamente.
Rumbos del Perú agradece al PNUD, a la Asociación Condor Travel Wings, al Centro Bartolomé de las Casas y a la Asociación Agroecológica, Artesanía y Turismo de Huito, Asociación de Artesanas Tika Pallay de Huito, Asociación Apu Pitusiray y a la Comisión de Turismo de Uchulluqllo, por el apoyo brindado para la realización de esta crónica.
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