Por Talia Lostaunau
Pasadas las nueve de la noche, después de una larga y profunda conversación, que empezó siendo sobre conservación y terminó buscándole el sentido a la vida, cada uno fue a descansar a su habitación. Preparándose para ir a dormir también, Perico apagó las luces del patio y, tras solo unos segundos, nos llamó. “Vengan a ver este espectáculo”. Debo admitir que yo, que estaba cansada y que a veces peco de pensar que lo he visto todo durante mis viajes, salí de mi cuarto por compromiso. Qué equivocada estaba. Nunca había visto nada parecido a lo que presenciamos esa noche.
Miles de luciérnagas posadas sobre los árboles y palmeras del jardín de “La casa de Doña Lola” iluminaban la noche oscurecida por las nubes de verano. Al inicio no entendíamos qué estábamos viendo. Hasta pensamos que eran luces navideñas (pues era 2 de enero y el espíritu navideño estaba aún presente), o quizás alguna broma de Perico. Hizo falta algunos minutos de absorta observación para que entendiéramos que lo que veíamos era realmente un espectáculo, uno que las luciérnagas macho dan a las hembras de su especie, con el objetivo de atraerlas y aparearse. Le llaman destello en sincronía y, aunque este fenómeno ha sido estudiado desde 1929, no es tan común verlo. El mismo Perico nos dice que hemos tenido suerte, que las luciérnagas nos han hecho una despedida especial.
MÁS RUMBOS:
Tan solo dos días en “La casa de Doña Lola”, el pequeño albergue dentro del Área de Conservación Privada Milpuj – La Heredad, no fueron suficientes para viajeros curiosos como nosotros. Quizás es por la pasión con la que Lola y Perico cuentan las historias de su bosque, que todo lo que sucede ahí parece mágico.
Madre e hijo viven en este pedacito de paraíso, ubicado en el valle del río Utcubamba, desde hace ya varios años y hoy, el proyecto de conservación que dirigen se ha convertido en su vida. A veces, Perico vuelve por cortos períodos de tiempo a Lima, ciudad en la que creció, pero esta lo expulsa y “recién vuelve a sentir los latidos de su corazón cuando está en Pedro Ruiz, ya volviendo a casa”.
Juntos, y con el apoyo y cariño de muchas personas e instituciones que han pasado por ahí, han logrado conservar 70 hectáreas de un ecosistema muy peculiar, el bosque estacionalmente seco (aunque tan solo 16 de ellas han sido registradas por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas en la actualidad).
El camino ha sido largo. Lola llegó al terreno que había heredado de su padre en el año 2000, llevando consigo tan solo “una pequeña maleta con algo de ropa, pero llena de ideas y sueños”. Lo que encontró fue un terreno degradado por la acción de la ganadería que sus vecinos habían practicado durante años, traspasando los límites de sus propios terrenos. Se encontró también con cazadores furtivos que entraban a su bosque en busca de venados y otros animales. Lola, que es de armas tomar, prendía cohetones para espantar a los venados hacia la parte más alta de la montaña, dificultando así el cometido de los cazadores. Algunos años después llegó Perico a acompañar a su madre, y quedó enamorado del lugar. Hoy, son los mejores anfitriones que su pequeño albergue podría tener.
Perico nos comenta que, para él, el área de conservación no es un negocio, lo hace por pura pasión. “Una vez que te involucras en la conservación, te vuelves adicto,” nos comenta. Sin embargo, es consciente de que, para poder seguir manteniendo ese espacio, debe hacer que sea sostenible. Es por ello que él y Lola reciben a viajeros de diferentes partes del mundo en su albergue. Lo que recaudan es reinvertido en campañas y proyectos de conservación.
Ahora, por ejemplo, están construyendo reservorios de agua que, además de brindarles agua durante todo el año, permite que los animales que viven en su bosque puedan rehidratarse durante la temporada seca. A pesar de vivir ahí más de 15 años, Perico se considera a él mismo como un invitado. Él sabe que los zorrillos, tigrillos armadillos, venados y comadrejas que son captados por las cámaras trampa instaladas dentro del área de conservación privada son los verdaderos dueños del bosque, y los respeta como tales.
Vale la pena visitar “La Casa de Doña Lola” y pasar unos días tranquilos disfrutando de la tranquilidad de la naturaleza y de la energía de estas dos maravillosas personas. Con algo de suerte y de preferencia en la temporada de lluvias, hasta podrían presenciar un espectáculo tan impresionante como el que nos regalaron las luciérnagas.
En rumbo:
Puedes encontrar la ubicación del Área de Conservación Privada Milpuj La Heredad en Google maps bajo el nombre “ACP MILPUJ”.
Para más información y reservas puedes escribir al correo peherediarce@gmail.com
Me transportaste a La Casa de Doña Lola. Y a la mágica lectura de lo que se escribe desde el corazón. Super!!