En Ucayali la historia de una comunidad de mujeres demuestra que, tras décadas de subversión y plantación ilícita de coca, se puede surgir cultivando cacao.
“Soy Silvia Elizabeth Iparragué Paredes, presidenta del comité de mujeres chocolateras, chocolate corazón”. Silvia tiene la mirada de quien parece dar afecto luego de la tempestad, la voz tenue —algo rajada pero armoniosa—, viste un polo rosado que dice “Miracle (milagro, en inglés)” y usa una especie de pañoleta que oculta su cabello, que parece ser castaño.
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Ella vive en un pueblo que da la bienvenida con un cartel que dice “Ciudad aromática”, porque cada uno de sus habitantes plantan puro cacao aromático como actividad económica. En una localidad donde hace unos años solo era conocido por el cultivo ilegal de coca y la deforestación maderera, sembrar cacao es síntoma de superación.
Silvia nunca tuvo una formación académica y desconoce las virtudes que tiene su cacao, pero ser un experto no es suficiente para obtener un buen producto. ¿Qué la diferencia de otros agricultores? Ella vive en una zona privilegiada por sus tierras que influyen en la fisiología de su cacao, partiendo desde la temperatura, la lluvia, la importancia de la luz solar, la humedad relativa y el viento. Plantar cacao no solo hace que dejen atrás la economía de la coca, también apoya al medioambiente porque estas captan las emisiones de carbono.
Tal vez ella desconoce gran parte de esto, pero afirma que su cacao es el mejor que hay, al no adulterarlo con químicos y trabajarlo de forma 100% artesanal. Sin embargo, esto no es suficiente. También se necesita un trabajo de expertos en el cultivo (abonamiento), por lo que ahora están trabajando con especialistas de diversas entidades del Estado para obtener el cacao que Silvia sabe que puede lograr.
Hace cuatro años, ella inició con otros 17 socios esta odisea de sembrar cacao, a sabiendas de que no existía un mercado ni la cultura de su consumo en nuestro país. Sin embargo, un ingeniero de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) llevó el cacao que producen sus tierras a Francia y tuvieron éxito. Ese fue su primer empujón para creer en ellos mismos y exportar cacao aromático.
Primero exportaron dos contenedores que sumaban 50 toneladas, luego 100, 600 y ahora firmarán por 1000 toneladas al año de cacao aromático, dice Silvia: «Acá todos siembran cacao aromático y lo mínimo que puede tener alguien es una hectárea».
El terror que no venció
Sus padres murieron en el departamento de San Martín durante la guerra interna, así que decidieron alejarse de ese pasado y reiniciar todo: nuevas tierras, nuevo trabajo, nueva mentalidad. Se alejó de las plantaciones de coca, que tanto le recordaba ese pasado funesto, y ahora pertenece a la primera generación de su familia que se dedica a sembrar cacao, a pesar del escepticismo inicial de su esposo.
Cuando se mudó a esta zona del distrito de Neshuya, provincia de Padre Abad en Ucayali, vio que varios pobladores ya plantaban cacao y decidió imitarlos.
Por ese entonces Devida, un organismo adscrito a la Presidencia del Consejo de Ministros se encargó de diseñar y conducir la Estrategia Nacional de Lucha contra las Drogas, brindando asistencia ténica para adoptar cultivos alternativos como el cacao, luego de la erradicación de los cultivos ilícitos de la hoja de coca. Silvia, al notar este nuevo ambiente, no dudó en seguir un nuevo sendero en su vida.
— ¿La decisión fue suya?
—Sí —responde con una leve mueca de orgullo.
—Entonces usted toma las decisiones del hogar.
Silvia solo carcajea. No se atreve a mostrar síntomas de superioridad hacia el “sexo fuerte”, aunque en ella se canalice toda la gallardía que puede tener una persona. Cuando el gobernador regional se acerca, parece una vecina más que corre a pedir todo lo que le falta (como agua potable, por ejemplo).
A simple vista pareciese una persona más, pero los foráneos no saben que ella fue la primera persona que se enlistó en esta iniciativa de formar una asociación, para luego ser seguida por otras tres mujeres que vieron en ella un ejemplo a seguir.
Al comienzo había mucho machismo, recuerda. No la dejaban opinar, la callaban o no le hacían caso. Había gente que abandonaba este proyecto, pero ella nunca dudó. Ahora todo ese pasado negativo ha menguado en toda esta localidad.
Cuando le preguntas qué planes tiene, ella se ruborizará pero su respuesta será tan contundente como su cacao.
—No te puedo decir el futuro, porque se hace todos los días. Tenemos el mejor cacao de la región. Estaremos en todo Ucayali, luego en Lima y de allí al extranjero. Creo que todos soñamos con salir del país, ir más allá, porque toda persona tiene sueños. Y los sueños a veces se hacen realidad.
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