La diseñadora Anabel de la Cruz encabeza un movimiento de reivindicación de la indumentaria y el diseño textil amazónico y que tiene como protagonistas a los herederos de una tradición gráfica que hasta ahora parecían ocultos.
En la Lima de los años 30 Elena Izcue revalorizó los motivos precolombinos y las trasladó al diseño y las artes decorativas. Fue una pionera en la recuperación de las imágenes y símbolos prehispànicos en los cuales se inspiró para hacer sus trabajos y hallar su lugar en las casas de moda europeas.
Una de las actuales herederas de la recuperación gráfica de nuestra identidad es Anabel de la Cruz. Pero lo que diferencia a De la Cruz de Izcue y de muchas otras diseñadoras interesadas en resaltar nuestro pasado iconográfico y textil es su interés por desentrañar el misterio que se oculta en el legado amazónico. El vestido no solo cumple la función de cubrir o proteger. Es también un libro abierto que nos cuenta las historias de nuestros antepasados.
“Cuando trabajo los diseños, cuando se hace moda, con las culturas andinas o amazónicas, es importante respetar. Respetar las formas, respetar sus diseños, sus creencias, sus iconografías y, a partir de todo eso, recién puedo comenzar a hacer moda que contenga identidad y cultura. Pero el respeto es importante pues los motivos les pertenecen finalmente a ellos”.
La identidad como segunda piel
La cushma es un vestido de una sola pieza que usan los pueblos asháninca, amuesha-yánesha, matsiguenka y yine, de la Amazonia peruana. Todos ellos pertenecen a la familia etnolingüística arawak. Sus vecinos, los shipibos, hablantes de la lengua pano, también usan esta prenda, adornándola con trazos de su peculiar iconografía.
“La cushma es una prenda que otorga libertad al cuerpo y al diseño. Su forma rectangular es un lienzo para los ashánincas que recrean con sus teñidos naturales y sus peculiares iconografías, que los diferencian de otros pueblos amazónicos. Los nomatsiguengas, en cambio, emplean otro tipo de plantas, otro tipo de color, no tienen iconografía pero van decorando con aves, plumas y semillas. Entonces las distintas etnias personalizan el traje” , comenta Anabel y agrega, “Mis trabajos son una fusión de lo aprendido en mi acercamiento con muchas comunidades, a partir de ese encuentro nace una propuesta de una cushma citadina que juega con las formas, el acabado. Utilizó telas como el denim que es una tela adaptada a la ciudad”
A veces la sociedad nos cohíbe en la forma de vestirnos, ganan casi siempre los estereotipos: si eres mujer ya tienes asignado un color. Si eres hombre otro. En eventos especiales hay un atuendo diferente. La moda sigue tendencias, la moda nos atrapa “Lo que he aprendido es que cada una de las diferentes etnias que hay en el Perú y que tienen un legado textil imponen una propia paleta de color, ejercen su propia teoría del color. En ese sentido las culturas amazónicas trabajan con tintes naturales, no pintan sus prendas con acrilico, trabajan con barro, corteza, raíces…En general, la mayoría de estas culturas tienen un equilibrio con la naturaleza en el vestir y en su forma”.
Con los pies en la Tierra
En el año 2011, Anabel inicia un ambicioso proyecto de ahondar más en el textil y el diseño decorativo nativo y para ello hizo su base de operaciones en Cantagallo a través de los talleres que reunió a colaboradoras que aún hoy la acompañan.
El proyecto buscaba revalorar, los textiles amazónicos y recuperar las técnicas ancestrales de los pueblos indígenas. Para aterrizar este proyecto, las mujeres de las comunidades shipibas de Cantagallo y Cashuahuacra se convirtieron en sus aliadas en este proceso de recuperación y reformulación de su identidad a través del diseño. Más de 100 mujeres aportaron en el rescate de estas técnicas que habían heredado y a cambio se tendió puentes para que ellas comercializaran sus productos libremente y sin intermediarios, que obtuvieran un pago justo y lo más importante: que se reconociera su autoría. “Todo ese conocimiento, toda esa técnica, no se puede tomar nada más. Esa inspiración, esos motivos tienen dueños. Cuando una artesana trabaja conmigo en la elaboración de una prenda ella es coautora, la prenda no me pertenece, es un préstamo y debe ser reconocido. Eso es lo que llamo diseño con alma.”
Con los Pies en la Tierra ha inoculado en todas sus participantes el autorespeto, la propia valía del conocimiento tradicional y continúa difundiendo la idea que los artesanos no son mano de obra barata nada más. Sino que detrás de ellos hay todo un pensamiento, toda una cosmovisión, todo un acervo que hay que preservar y difundir “una técnica que debe tener un reconocimiento y precio justo” apunta Anabel.
La falsa creencia que nuestros textiles nativos amazónicos sólo pueden ser artesanía barata porque es rústica, y no tienen lugar en el mundo de Alta Costura entra en crisis, cuando una de sus creaciones brilla en New York como en las pasarelas de la Semana de la Moda a nivel internacional. Pero a Anabel eso no le agita el ego, sus estilizados diseños, quieren gritarle al mundo aquí estamos, estas son nuestras raíces, esta es nuestra cultura, estábamos ocultos, pero ahora nos mostramos, queremos hacer contacto. Ella sabe que su trabajo es el rescate y, porqué no decirlo, el empoderamiento de uno de los grupos humanos menos favorecidos e ignorados en nuestro país. Cada prenda, cada accesorio, es el redescubrimiento de un talento comunitario que se estaba extinguiendo, que agonizaba en solitario pero que ahora lleva la firma de una artesana que representa a la comunidad amazónica, que pisa firme y sin miedo. Que tiene los pies bien puestos en la tierra.
Hermoso, único, mil felicitaciones.