Lugares marcados por la tragedia y en el que muchas personas perdieron la vida. Pero a pesar de ello, cada vez ganan mayor fama entre los turistas.
BBC News Mundo
En ese hotel las habitaciones no tienen camas sino un colchón delgado tirado sobre el suelo. Tampoco hay almohadas ni sábanas. Apenas una cobija rugosa y pesada. Además, es difícil conciliar el sueño pues constantemente se escucha el sonido de disparos y explosiones.
«Si espera lujo y comodidades, por favor, no venga acá», advierte en su página web el administrador de la propiedad, Arijan Kurbasic.
Pese a ello, no son pocos los turistas que al viajar a la capital de Bosnia-Herzegovina en lugar de quedarse en los hoteles lujosos con hermosas vistas al centro antiguo de Sarajevo prefieren hospedarse allí, en el War Hostel.
La razón de esta aparentemente extraña preferencia responde a la promesa de este establecimiento de dar a los visitantes una experiencia real de cómo vivía la gente en esa ciudad cuando sufrió un brutal asedio en el que murieron unas 10.000 personas y que se extendió por 1.425 días durante la cruenta guerra de Bosnia entre 1992 y 1996.
MÁS RUMBOS:
Lugares abandonados se transforman en bellos parajes naturales
Para recrear al máximo la experiencia que le tocó vivir como niño, Kurbasic utilizó objetos reales de la época e incluso decidió iluminar las habitaciones con lámparas improvisadas con bombillos alimentados por una batería de coche como se hacía entonces.
Este hotel en la capital de Bosnia forma parte de una tendencia que se conoce como «turismo oscuro» (dark tourism, en inglés), un fenómeno en auge creciente en todo el mundo.
Pero ¿de qué se trata?
De Auschwitz al edificio Dakota
«Turismo oscuro es el nombre académico que le ponemos a los sitios que conmemoran y recuerdan desastres y atrocidades. El denominador común es el hecho de que las personas murieron allí en situaciones no naturales», explicó Peter Stone, jefe del Instituto para la Investigación del Turismo Oscuro (IDTR, por sus siglas en inglés), al programa The Why Factor de la BBC.
El concepto fue acuñado en 1996 por los profesores británicos John Lennon y Malcolm Foley, quienes aseguran -sin embargo- que pese a ser una moda en auge no es un fenómeno nuevo.
«Desde la época del oscurantismo, los peregrinos viajaban para visitar tumbas y lugares de martirio religioso. La batalla de Waterloo fue observada por la nobleza desde una distancia segura y uno de los primeros campos de batalla durante la Guerra Civil de Estados Unidos (Manassas) fue comercializado al día siguiente como un lugar de atracción para los visitantes», escribió Lennon en un artículo en el diario británico The Guardian.
«Más recientemente, la zona cero en Nueva York se ha convertido en una parte esencial del itinerario para muchos visitantes», agregó.
Y estos lugares tienen mucho éxito.
El monumento conmemorativo de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001 aparece en el tercer lugar en la lista de cosas para hacer en Nueva York de la página web especializada en viajes Trip Advisor.
En 2016, el memorial y museo de Auschwitz en honor a las víctimas del Holocausto nazi recibió la visita de más de dos millones de personas.
La lista abarca lugares como los campos de la muerte de Camboya, el memorial del genocidio en Ruanda, la plaza Dealey en Dallas (donde fue asesinado el presidente estadounidense John F. Kennedy), el edificio Dakota de Nueva York (donde mataron al exbeatle John Lennon) o el lugar donde se suicidó Kurt Kobain, líder de la banda Nirvana.
También hay otros lugares que potencialmente parecen más arriesgados,como Chernóbil (Ucrania), donde en 1986 se produjo en una planta de energía atómica uno de los accidentes más graves de la historia, que obligó -entre muchas otras cosas- a crear una zona de exclusión de 30 kilómetros alrededor que aún se mantiene vigente.
Pese a ello, el número de turistas que han visitado esa área aumentó de unos 7.000 en el año 2009 a más de 36.000 en 2016.
El lugar de otro gran accidente nuclear de la misma magnitud, ocurrido en Fukushima (Japón) como consecuencia de un terremoto y un tsunami que causaron casi 19.000 muertes en 2011, también se ha vuelto muy popular, al punto que -pese a que las autoridades han prohibido acercarse a la zona próxima a la planta atómica– los guías turísticos trasladan cada año a unos 2.000 visitantes hasta los pueblos cercanos a los reactores.
¿Qué hace atractivos estos sitios?
Encuentro con la muerte
En sus textos, Foley y Lennon afirman que las personas se ven impulsadas por el deseo de experimentar la realidad más allá de las imágenes que muestran los medios.
Uno de estos turistas más experimentados, Peter Hohenhaus, quien ha visitado casi 700 sitios de turismo oscuro en 90 países, considera que esta práctica ayuda a ponernos en contacto con nuestra propia mortalidad.
«Cuando visitamos estos sitios no recordamos a los otros. Nos recordamos a nosotros mismos. Por eso tenemos los memoriales. En ese sentido, el turismo oscuro nos guía a través de la muerte de otros hacia nuestras propias vidas«, explicó al programa The Why Factor de la BBC.
Stone, por su parte, también apunta a este vínculo con la mortalidad.
«Vamos a estos sitios porque estamos inherentemente fascinados por la muerte de otros y, al final, en esos lugares nos encontramos con nuestro propio sentido de mortalidad. En el mundo actual, estamos muy divorciados de la realidad social de la muerte, que está muy profesionalizada y es manejada por los médicos, por lo que se convierte en una suerte de talón de Aquiles de la sociedad moderna. La muerte es la atracción definitiva», opinó.
Pero, más allá de esas connotaciones espirituales o filosóficas, el turismo oscuro tiene unos ángulos polémicos que se vinculan con el morbo y con la mercantilización de la desgracia ajena.
¿Una práctica ética?
En 2017, pocos meses después del incendio en Londres de la Torre Grenfell, donde fallecieron 71 personas, los vecinos observaron con perplejidad cómo un autobús lleno de turistas chinos se detenía frente al edificio para hacerfotos.
Algunos decidieron colocar carteles para recordarles a los visitantes que ese lugar era un sitio de duelo pues allí perdieron la vida sus vecinos y familiares.
«Cada vez que alguien viene e intenta tomar una fotografía, esto nos golpea de nuevo. Es un recordatorio de algo muy duro. No puedes entender cómo esto puede atraer a la gente. No me importa que vengan y rindan homenaje, pero es distinto si toman fotos», comentó entonces una de las vecinas a la BBC.
Hohenhaus considera, por su parte, que los turistas siempre deben evitar visitar un lugar demasiado pronto, cuando todavía pueden estar abiertas muchas heridas.
«Tienes que estar muy consciente de las reacciones y ser discreto cuando no te encuentras en un lugar donde te cobran una entrada y te entregan un folleto», dijo en una entrevista con la revista National Geographic.
En cuanto a la mercantilización, es otro tema complejo pues puede presentarse de muchas maneras.
En ocasiones, puede que el lugar no cobre entradas pero que venda souvenirs u otros productos para ganar dinero.
Sin embargo, también hay que tomar en cuenta que con mucha frecuencia ese dinero es necesario para garantizar la preservación de los memoriales a través del tiempo y lograr que cumplan una de sus funciones: educar a las generaciones presentes y futuras sobre las tragedias del pasado.
Tras admirar Caral al norte de #Lima y grabar en nuestras retinas su singular arquitectura y legado cultural en detalles como sus pequeños instrumentos de viento, nos disponemos a recorrer cada rincón del norte chico ?❤️ #PonleRumbo #FelizLunes
? https://t.co/BTIUc1ezrj pic.twitter.com/xWFrrNk4PV— Revista Rumbos (@RumbosdelPeru) 26 de noviembre de 2018
Añadir comentario