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Rumbos al Día

Una red solidaria para la pesca artesanal en tiempos de COVID-19

Las comunidades pesqueras en Perú aspiran al cooperativismo para enfrentar los efectos de la pandemia 

Cerca de la frontera ecuatoriana, más de 44 mil familias de Perú se dedican a la pesca artesanal en armonía con la naturaleza. Pese a que cumplen un importante papel para asegurar la provisión de alimentos, la emergencia de la COVID-19 está impactando seriamente sus medios de vida. Desde estas comunidades se están gestando redes solidarias de apoyo entre pescadores, pero ¿cómo podemos protegerlas ahora y garantizar su futuro sostenible tras esta crisis?

Pandemia tras la veda

Poco antes de que este coronavirus llegase al país, los pescadores artesanales acababan de cumplir dos meses de veda para proteger las especies de concha negra y cangrejo que extraen de los manglares al norte peruano. Si bien las medidas restrictivas para frenar la curva de contagio no impiden la movilización total de estos pescadores, la contracción del mercado y  las limitaciones en el transporte público están afectándolos fuertemente.

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“Las conchas que ahora extraigo con mis hijos son para nuestra alimentación. También estamos intercambiándolas por arroz o azúcar con algunas vecinas para alimentarnos”, explica Hilda León y es que las conchas negras que ella y otros pescadores extraen suelen tener como principales compradores los hoteles, restaurantes y servicios de catering de Lima. Todos nichos de mercado que hoy todavía tienen restricciones de funcionamiento.

En efecto, se calcula que la venta de concha negra y cangrejo ha caído entre 80% y 90% respecto de sus niveles normales desde que se decretó el estado de emergencia, llevando a una situación crítica a estas familias que ya eran vulnerables y cuyos ingresos netos se han visto disminuidos de 17 a 1,7 dólares diarios.

Manglares conservados

Al norte de Perú, el Santuario Nacional Los Manglares de Tumbes alberga la mayor extensión de manglar del país, un ecosistema único donde las aguas saladas se conectan con las dulces para dar vida a una gran biodiversidad y brindar oportunidades para las comunidades pesqueras que protegen esta área.

De hecho, hace unos años estas comunidades lograron que, por primera vez, el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP) firme un contrato para gestionar con ellas las 2 972,00 hectáreas de manglares. Así, las y los extractores  venían desarrollando su trabajo bajo un modelo de gestión participativo, ellos mismos participaban en la toma de decisiones para lograr el aprovechamiento de los recursos pesqueros conservando la naturaleza.

Desde una mirada ambiental, las medidas de confinamiento decretadas por la COVID-19 tuvieron efectos positivos sobre esta naturaleza. El extractor Miguel Silva así lo reconoce. “Estoy contento de que el manglar sienta un respiro de la presencia humana. Las conchas y los cangrejos deben estar reproduciéndose sin problema, las aves sin el ruido estarán volando libremente”, explica él quien a sus 58 años ha decidido quedarse en casa para cuidar de su salud y la de su familia. “Soy consciente de que pertenezco a la población en edad de riesgo, por eso no estoy trabajando. El año pasado implementé un sistema de ahorro en casa y con eso estoy subsistiendo junto a mi familia”, agrega.

Lo que esta crisis deja

A diferencia de Miguel, no todos sus compañeros y compañeras tienen ahorros. Y si bien el Gobierno peruano está liderando importantes esfuerzos para apoyar a poblaciones vulnerables como estas, tan sólo el 30% de estos pescadores ha tenido acceso al bono económico, debido a su falta de registro formal.

De esta manera, esta emergencia no sólo ha hecho evidente la escasa capacidad comercial y la absoluta dependencia de intermediarios, sino un problema mucho más complejo: la falta de asociatividad y formalización de los pescadores.

Una red solidaria

Esta crisis también está dejando lecciones de solidaridad desde el tejido social de los pescadores. Como explica Hilda, este ha sido un gran aprendizaje para “mejorar la forma de vivir, compartir más en familia, y en sociedad ayudarnos a una acción común. Esto no debe terminar cuando pase la cuarentena”.

En los últimos años la Iniciativa Pesquerías Costeras —implementada por el Ministerio del Ambiente y los Gobiernos Regionales de Tumbes y Piura, con el soporte técnico del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)— viene trabajando con estas pesquerías artesanales costeras en Perú y Ecuador para fortalecer la gobernanza inclusiva e impulsar la planificación espacial marino costera: dos caras de una misma moneda para lograr una producción que permita poner en valor la biodiversidad y generar empleos más sostenibles para las comunidades.

Desde esta experiencia y rescatando el espíritu solidario de estas comunidades, esta iniciativa reitera la importancia de construir alternativas que permitan a las más afectadas lograr su recuperación económica y productiva conservando la naturaleza. Tal como consideran ellas mismas, la recuperación de la demanda de sus productos podría tomar al menos seis meses a partir del levantamiento de la emergencia, siendo muy probable que la actividad se intensifique para “recuperar lo perdido”. Esto pondría en riesgo tanto al manglar como a la sostenibilidad de este sector.

Por tanto, para evitar que la venta actual de los pescadores se pierda, la Iniciativa Pesquerías Costeras recomienda facilitar un espacio que permita vender ahora sus productos a precios justos. Una oportunidad es el comercio directo con los hogares peruanos, por ejemplo, a través del reparto a domicilio. Así, se estimula el consumo y, a la vez, se reduce el volumen de personas que acuden a mercados de abastos.

Otra alternativa son los programas sociales como “A comer pescado” y “Del mar a la Olla” que podrían apoyar la comercialización de sus productos, asegurando una adecuada distribución. Para esto, ante todo, urge aumentar las medidas de vigilancia y control, incidiendo en los ámbitos sanitario, extractivo y comercial.

“Tenemos muchas ideas de cómo reorganizarnos. Queremos lograr mejores cosas, estar al día en los permisos de pesca y adoptar nuevas medidas al momento de realizar la extracción de conchas”, explica Hilda quien representa a la asociación Puerto Perú.

Esa misma voluntad comparte Miguel. “La reflexión de esta cuarentena es que debemos tener un sistema de ahorro que nos sirva de soporte durante la veda y en estos casos imprevistos. Tenemos que mejorar para que cuando pase la crisis realicemos nuestra actividad, sin sobreexplotar los recursos que día a día nos alimentan”.

En cuanto esta pandemia pase, por eso, es importante promover la asociatividad y la formalización de los pescadores, como base para impulsar modelos de negocios colaborativos sostenibles. Esta crisis puede ser una oportunidad para impulsar estos modelos colaborativos que permitirían recuperar y mejorar su desempeño con un enfoque de sostenibilidad económica, social y ambiental.

 

 

 

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