La historiadora del arte peruana Natalia Majluf encabeza la cruzada contra un nuevo proyecto de aeropuerto cerca de Cusco, que, según los ambientalistas, malograría el Valle Sagrado de los Incas.
Por Natalia Majluf
“Apuesto a que podríamos poner allí una pista de aterrizaje”, propone un joven Dennis Hopper en The Last Movie (1971), el insólito western andino situado en el pueblo de Chinchero, en el Valle Sagrado, territorio que vincula a la ciudad del Cusco con Pisac, Ollantaytambo y Machu Picchu, en el corazón del antiguo imperio inca. Lo dice en medio de un paisaje fabuloso, mientras mira a una montaña que no podemos ver. Como pensando en voz alta, imagina primero construir en la cima una casa de adobes. María, su amante chincherina, le pide una piscina, como las de la ciudad. Él responde sorprendido, señalando al río. Ella insiste con su sueño y él especula sobre el precio del terreno. Imagina entonces que, sobre esa montaña “plana como un panqueque”, podría construirse el aeropuerto, un hotel y hasta una pista de esquí. “No hay nieve aquí,” le recuerda María. Preocupado por la logística, él concluye que se necesitaría un teleférico para llevar a la gente a su aeropuerto imaginario.
El diálogo es una alegoría de la especulación y el absurdo, los mismos elementos que acaban de volver a movilizar un proyecto cuestionado desde sus orígenes: instalar un aeropuerto internacional en Chinchero, el pueblo construido sobre lo que una vez fue el palacio del inca Túpac Yupanqui. Es probable que, en los meses que pasó en Cusco, Hopper haya escuchado de ese proyecto, que poco antes había sido anunciado por el presidente Fernando Belaunde. Cuestionada por los expertos, la propuesta no llegaría a despegar, pero se instalaría en el imaginario local como la mega obra que solucionaría todos los problemas de la región. En las décadas siguientes, resurgiría una y otra vez, para ser inmediatamente desestimada por instancias técnicas. Tomaría otra vez vuelo con el gobierno de Ollanta Humala, para volver a estrellarse contra la incapacidad de la empresa contratista para financiarlo. Todo terminó en escándalo y acusaciones de corrupción.
MÁS RUMBOS:
Cuando el asunto parecía cerrado, a fines de 2018 el gobierno anunció que no esperaría más, que el movimiento de tierras para la construcción del aeropuerto empezaba de inmediato. Sin obtener el indispensable Certificado de Inexistencia de Restos Arqueológicos, el gobierno se disponía a destruir un paisaje cultural declarado Patrimonio Cultural de la Nación desde 2006. Se alzaron entonces las voces de los expertos, que vieron con preocupación la inminente destrucción de uno de los paisajes culturales más importantes de América del Sur. “Es como si construyéramos un aeropuerto en los jardines del Palacio de Versalles,” explicó Stella Nair, autora del estudio más completo sobre la arquitectura inca de Chinchero.
La petición lanzada en change.org alcanzó más de 104,000 firmas y una intensa campaña mediática puso el tema en la agenda internacional. La Society of Architectural Historians dirigió una carta al presidente peruano expresando su preocupación; el World Monuments Fund puso a Chinchero y el Valle Sagrado de los Incas en su lista de patrimonio en peligro. En julio de 2019, la UNESCO dirigió una carta al gobierno expresando su preocupación por los efectos que el aeropuerto podría tener sobre Machu Picchu, la ciudad del Cusco y la red de caminos incas, sitios incluidos en la lista de patrimonio mundial, y solicitó se realice un estudio de impacto patrimonial antes de continuar con las obras. A la fecha, el gobierno no ha cumplido con entregar ese estudio.
Es difícil explicar el abismo entre la preocupación de los expertos y la absoluta indiferencia de los sucesivos gobiernos y de gran parte de la población del Cusco. La promesa de más viajeros sustenta un modelo de turismo masivo ya caduco pero que goza todavía de muchos adeptos, promotores de ampliar la capacidad de carga de Machu Picchu, un sitio que la UNESCO advierte ya está saturado. Domina también una idea de progreso asociada a las grandes obras, que nunca prioriza los servicios básicos que el Estado debe a sus ciudadanos. La presión inmobiliaria sobre Chinchero y sobre la enorme extensión de tierra que dejaría el proyectado cierre del aeropuerto Velasco Astete en la ciudad de Cusco no son menos importantes. A todo esto, habría que agregar la escasa conciencia acerca de los temas medio ambientales y un pobre concepto del valor del paisaje. El asunto no se limita al Perú. Dice mucho que la prensa de América Latina sea la que menos interés ha demostrado hasta ahora por el caso Chinchero.
Es también cierto que el sueño del aeropuerto se vendió con argumentos falsos. En realidad, no tiene ventajas sustantivas frente al actual aeropuerto del Cusco: está ubicado a mayor altura, en una orografía más compleja y a mayor distancia de la ciudad. Apelando a la rivalidad con Lima, se dijo que permitiría vuelos internacionales directos sin parada en la capital, pero el gobierno ya admitió lo que los expertos habían advertido, que el de Chinchero no permitiría mejorar el alcance del actual aeropuerto. No se quiso ver tampoco que la construcción se proyecta en una zona de humedales, parte de un sistema hídrico asociado a la laguna de Piuray, que provee de agua potable a los distritos de Chinchero, Huayllabamba y a la ciudad del Cusco. La propia Contraloría General de la República señala serias inconsistencias en la formulación del proyecto. Lo que es más grave, los aviadores denuncian que no se ha consultado con las aerolíneas, que no hay rutas de salida validadas, y que el aeropuerto sería inoperable.
Entre tanto, la venta de terrenos de las comunidades de Chinchero al gobierno para la construcción del aeropuerto ha desatado ya un crecimiento urbano descontrolado, comparable al desastre urbanístico que se cierne sobre el resto del Valle Sagrado. El proyecto revela así fallas sistémicas, como son la ausencia de procesos de ordenamiento territorial y la incapacidad del Estado para administrar los bienes comunes.
La pandemia lo puso todo en pausa. Parecía improbable que, ante las urgencias que enfrentaba el gobierno de transición de Francisco Sagasti, se pudiera persistir con el proyecto. Súbitamente, sin embargo, se anunció que en febrero se iniciaría la segunda etapa del movimiento de tierras. De inmediato se interpusieron dos demandas en la Corte Superior del Cusco, una en defensa del derecho al agua, otra en defensa del derecho al patrimonio, ambos con amparo en la constitución.
El deseo de más turistas, movido por la especulación, produce el absurdo de destruir todo lo que hace posible la premisa inicial. Lo que el aeropuerto traerá no es más viajeros, sino la destrucción del destino. El Chinchero que aparece en la película de Hopper, con sus paisajes espectaculares y sus tradiciones, no es ya el mismo, aunque una búsqueda sencilla en internet arroja todavía imágenes impresionantes. Si esta irracional idea prospera, pronto esas imágenes no corresponderán ya más con la realidad.
World Monuments Fund, solicita al Perú retrasar obras de aeropuerto
La organización internacional World Monuments Fund, dedicada a la preservación de sitios patrimoniales en el mundo, envió una carta dirigida al presidente interino, Francisco Sagasti, para solicitar al Gobierno peruano se postergue el inicio de las obras de la segunda etapa de remoción de tierras para la construcción del aeropuerto de Chinchero, ubicado en Cusco.
Como se conoce, el inicio de las obras fue programada para el presente mes de febrero y abarca 446 hectáreas, pese a que el Ministerio de Transportes y Comunicaciones no cuenta con el informe de impacto patrimonial que Unesco solicitó en julio de 2019, para evaluar una posible afectación en Machu Picchu y la red de caminos Qhapaq Ñan.
En su carta, World Monuments Fund señala su preocupación por el anuncio del gobierno y que la remoción de tierras «significará la destrucción irreversible del paisaje cultural de Chinchero». Es así que exhorta se suspenda hasta que el estudio de impacto patrimonial sea evaluado por la Unesco y los resultados puedan ser de acceso público para los ciudadanos y la comunidad internacional.
Por su parte, el Ministerio de Cultura manifestó que las observaciones de Unesco «no son vinculantes», sin embargo, la asociación civil“Unión Ciudadana por la Defensa y la Valoración del Patrimonio Cultural y del Ambiente” ha presentado dos demandas de amparo ante el Poder Judicial con el fin de detener el proyecto; así lo informó Wayka en una anterior publicación.
El medio británico The Guardian, en mayo de 2019, publicó un artículo con la opinión de arqueólogos e historiadores sobre los riesgos que ocasionaría la construcción del aeropuerto a la ciudadela inca y al complejo arqueológico de Chinchero. Pese a los reclamos y a las firmas recolectadas en una petición organizada por la historiadora peruana Natalia Majluf, el gobierno de Vizcarra mantuvo el proyecto y la actual gestión parece seguir el mismo camino.
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