A diferencia de la costa o la sierra, en los bosques amazónicos del Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM) el problema no es la falta de agua, sino la alucinante contaminación y no precisamente por la actividad minera. Este es el río Ene que no vemos, el desconocido, el «NN».
Por Gunther Félix
El río Ene suena, pero está muerto. Esa es la realidad que no vemos cuando surcamos sus aguas buscando aventura y sosiego, y que callan algunos centros poblados aferrándose a la pesca artesanal que “sigue rindiendo frutos”, más no lo niegan las comunidades nativas asháninkas que han sido testigos fehacientes de la agonía de un gran río por culpa de los relaves del narcotráfico.
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Una verdad que no es ignorada y se repite en las 18 comunidades y 33 anexos desperdigadas a lo largo de la cuenca del Ene: río que divide en dos a la provincia más grande de la región Junín, Satipo, y que tiene la mala suerte de formar parte del valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), cuyas aguas fueron las más contaminadas del país hace apenas siete años.
Según la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), estos resultados se debieron a los insumos químicos utilizados en la elaboración de la droga que son arrojados a los ríos de esta zona del país.
Para la venerada líder asháninka que preside la Central Asháninka del Río Ene (CARE), Ruth Buendía Mestoquiari, todo lo que ocurre en el Ene es un terrible presagio para su etnia que se viene cumpliendo desde que alertó un incremento de las amenazas que estarían ahogando a los ríos con los desechos arrojados por las actividades del narcotráfico, la extracción de petróleo y gas, además de los desperdicios de las grandes ciudades como Kimbiri y Pichari, ambos del Cusco.
El desagüe del VRAEM
“Años atrás (antes de la lucha armada) abundaban peces y animales, pero ahora los ríos grandes como el Ene están contaminados. La contaminación proviene de los desechos de Huancayo y del Cusco (Kimbiri y Pichari). Además, se suman los químicos que son arrojados a los riachuelos y que los arrastran los ríos grandes”, se muestra indignada refiriéndose a que toda la basura inorgánica proviene de los ríos afluentes del Ene: Apurímac y Mantaro.
Por más que la pesca rinda en el Ene —revela la voz de una etnia que sobrevivió al conflicto armado interno, al olvido del Estado y a la depredación de su territorio— el consumo no es apto al 100%. “Muchos de los peces que consumen directamente nuestros hermanos asháninkas tienen cromo y plomo”, advierte, respaldándose en un estudio realizado por la Zonificación Ecológica y Económica de la Provincia de Satipo (2005). Este último elemento químico provendría de los residuos arrojados por al refinería de La Oroya al río Mantaro.
Pero el impacto que tuvo la contaminación sobre la salud no fue mínimo. Adicional a lo mencionado por Buendía, DeVida ha informado que en la composición de los ríos del VRAEM se puede encontrar ácidos sustancias inorgánicas y combustibles que a largo plazo podrían ocasionar enfermedades cancerígenas en los habitantes que dependen de estos recursos hídricos cuyo nivel de impureza se elevó hasta 10 veces entre 2002 y 2010.
Agua para el (no) consumo
¿El éxodo de todo esto? La epidemia de desnutrición crónica en los niños asháninkas, los más vulnerables. Como se sabe, el plomo en proporciones altas es nocivo para la salud de las personas, sobre todo para los pequeños quienes podrían “ver neutralizada su capacidad de aprendizaje y concentración, ocasionando un bajo rendimiento escolar”, había anunciado DeVida de Ayacucho.
De no existir un cambio de actitud, los pobladores del VRAEM seguirán consumiendo los recursos de un río muerto que lo único que ofrece es peces contaminados por agroquímicos y sustancias altamente tóxicas que sólo pueden conllevar a enfermedades irreversibles —dice y no dice la presidenta del CARE, pero insinúa cuando exige la presencia de más instituciones del Estado vinculadas al tema ambiental. Parte de su granito de arena es trabajar por el acceso de su pueblo a buenos servicios de sanidad y educación.
Pero eso no todos lo sabemos porque ignoramos los relaves que flotan en el río Ene, mientras visitamos cada uno de los rincones de este pedazo de paraíso de la selva alta, de la cual sólo se habla en términos de violencia, drogas y terror. Es más, si pudiéramos volar por encima de los rápidos o correderas del gran río, tampoco veríamos las otras aristas de la cuenca de este valle que de manera alucinante engaña a nuestros ojos con su palpitar biodiverso.
Así es que tu viaje continuará, tal vez, hasta terminar donde empezaste: en Satipo o en alguna orilla de esos centros poblados que te acogió cuando se anunciaba el advenimiento de la noche y lo mejor era acampar sobre la arena al costado del río que no deja de sonar, pero que ya sabes que está agonizando o, quizás, esté muerto. La otra realidad del Ene que deberás contarla a los viajeros sin fanfarronear, mejor aún si es con un masato en la mano.
El Dato
El año pasado, un estudio efectuado por la Autoridad Nacional del Agua (ANA) en 129 de las 159 cuencas hídricas del país, permitió conocer que todos los ríos analizados están contaminados, en diversos sectores, con coliformes termotolerantes (fecales) y metales pesados.
Ruth Buendía fue galardonada con el premio Goldman en 2014 por defender las tierras de su etnia asháninka, tras truncar los planes de represar los ríos peruanos para abastecer de electricidad a Brasil.
gracias por dar cabida a la voz de la presidenta de CARE y difundir esa situación.
estuve en octubre pasado en los ríos Ene y Tambo (puerto ocopa, Pitziquía, Potzoteni, Anapati, Oviri,…) visitando iniciativas de generación de ingresos por comunidades ashaninka. Tanto CARE como CART están clarísimos en su voluntad de afianzar legalmente su territorio y controlar las actividades de extracción y explotación y lo logran bastante bien, pero no pueden controlar lo que pasa río arriba, y siguen sufriendo las consecuencias.
La opinión pública peruana y limeña en particular debe tomar conciencia, movilizarse y presionar el Estado para reprimir y erradicar las mafias y sus secuelas de corrupción.
Gracias a ustedes por permitirnos conocer esta realidad y difundirla.
Un abrazo!