Las Lomas de Asia es un área de conservación protegida por la comunidad campesina del mismo nombre. Sus visitantes pueden explorar la belleza costera de invierno y observar una vista predilecta sobre el valle de Asia, y lomas precipitadas, verdes, y biodiversas
Por Nicolás Monteverde / Revista Rumbos
Ciento cuatro kilómetros al sur de Lima, y de ahí a la izquierda. Por la Panamericana Sur, luego de atravesar el buffet de playas, balnearios, clubes, y poblados que decoran la costa sur de Lima Metropolitana, y norte de la provincia de Cañete, se llega a la desviación.
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Un camino más bien modesto, comparado con la autopista anterior, -asfaltado y con dos carriles de doble vía-, conducirá al rumbero por los cinco poblados que componen al pueblo de Asia. Muy lejos del cliché del boulevard de Asia, o de sus clubes playeros y circuitos costeros privados, el pueblo de Asia recuerda más al típico poblado de Lima departamental, cerca al mar. Casitas pequeñas, algunas rústicas, rodeadas por cerros calatos que varían entre el marrón oscuro y el crema desértico, y parques esporádicos como lunares verdes en el paisaje.
Diez minutos, seis kilómetros y medio, y cuatro riachuelos después, se llega a la trocha. Un camino arenoso, pero bien afirmado, que conducirá a los rumberos ávidos de aventura por un paisaje desolado hasta el puesto de control desde donde la comunidad campesina de Asia, compuesta por alrededor de tres mil quinientos comuneros, administra lo que, ambicionan, será un área de conservación privada con diez mil hectáreas. Aproximadamente el doble que Lomas de Lachay.
La atmósfera húmeda y ligeramente fría refresca los pulmones con aire libre de plomo y azufre. Sin hacer nada más que proveer de aire puro, Lomas de Asia hacen reflexionar a sus visitantes sobre cómo sería una Lima sin partículas de metales pesados suspendidas. El silencio, el verde rebosante del invierno costero, y el viento ligero que susurra entre las montañas del valle nos bosqueja un poco el paisaje que alguna vez dominó cien kilómetros al norte, donde hoy se sitúa la gran capital.
Iván Reyna Ramos, el guía a cargo en esta área de conservación biodiversa, inicia el recorrido a pie por un camino de tierra afirmado y en pendiente. Adelante y al fondo, se coronan las montañas que rascan la niebla ascendente, y que se alzan hasta los 900 metros sobre el nivel del mar.
La voz de Iván conversa con una voz suave, aguda, de respiraciones cortas. Sus ojos pequeños de pupilas oscuras tienen una mirada despejada, relajada, y suelen posarse más sobre las lomas que protege, que sobre la gente a la que le habla. Todo su cuerpo pareciera adaptarse dentro de lo humanamente posible al paisaje nublado, húmedo, y frondoso por el que escala.
Lleva en la mano un bastón que parece más adornar su brazo que ayudarlo a subir por sobre el camino en pendiente. Antes de ser el guardián de las Lomas de Asia, Iván se dedicaba al periodismo. Ahora pasa sus días entre gestiones, trámites, y recorridos constantes por el área de conservación que le toca cuidar. Iván, asiano de nacimiento, es uno más de los tres mil comuneros de Asia. Y ese amor por la tierra propia se siente con cada palabra sobre el lugar.
El área de conservación privada de Lomas de Asia, patrimonio de la comunidad campesina de Asia, existe como proyecto desde hace cinco años. Desde el año pasado se abrió al público. Al invierno de 2017, Iván y el resto de su equipo de guardabosques han habilitado ocho circuitos para recorrer a pie, los cuales ofrecen diferentes atractivos.
Uno está dedicado a la observación de aves, tanto falcónidos como lechuzas (Athene cunicularia), otros tienen recorridos perfectos para ejercitarse al aire libre, otros pueden mostrar zorros costeros (Lycalopex sechurae) y andinos (Lycalopex culpaeus) si la suerte acompaña al visitante. Según Iván, para tener mayor chance de avistar a los vulpinos es mejor hacer el “Recorrido del Zorro” a horas muy tempranas de la mañana, o hacerlo al atardecer.
Allí, bajo las nubes bajas que humedecen las hojas de la vegetación lomera, pueden observarse hasta cuarentaiocho especies de aves registradas al momento, y noventainueve especies de flora, entre musgos, líquenes, hongos, árboles, y otras plantas. Una de las especies de flora más representativa es la flor de Amancaes, la que con su color amarillo pinta el paisaje una sola vez al año, durante tres o cuatro días.
Iván guía al grupo hasta el punto más alto de las lomas para mostrar las redes atrapa niebla que se colocaron en posiciones estratégicas. Allí acarician las nubes y les roban el agua que riega loma abajo, para complementar la hidratación del ecosistema. La vegetación lomera también tiene sus mecanismos para absorber el agua de la humedad en el aire, pero se complementa con los atrapa nieblas de arriba.
Los musgos goteantes impregnados en los árboles de Tara que se erigen como postes retorcidos en un paisaje surreal, con un halo de misterio, funcionan como esponjas verdes que captan la humedad. Absorben partículas de agua suspendidas en el aire y jaladas por el viento, para luego gotearlas por el tronco duro y resquebrajado de la tara. Aquel proceso simbiótico entre musgo y árbol beneficia al primero con un material firme y bien posicionado frente a la niebla; y al segundo de humedad y más agua.
No obstante, Iván y el equipo de científicos y comuneros que han sacado adelante semejante proyecto de conservación, el cual aún no se completa, no tuvieron un camino sin grandes dificultades. Una de ellas es la misma denominación de Área de Conservación, la cual sigue aún en trámite dentro de las entidades estatales. Iván contrae la mandíbula y frunce el ceño cuando recuerda que las dificultades para obtener la titulación cómo Área de Conservación tuvo promesas de ser resuelta por distintas autoridades municipales y ministeriales; promesas incumplidas.
Una flor llamada Lágrima de la Virgen (Jaltomata Aspera) segrega un néctar rojo cuando es tocada, muy similar a la sangre. Un néctar con un dulzor muy ligero, y una viscosidad que desaparece luego de entrar en contacto con la lengua. Una flor endémica del Perú que se puede encontrar en las lomas sin mucha dificultad. Entre as hierbas y las flores, pululan vizcachas y lechuzas con ojos tan grandes como fijas las miradas que clavan sobre aquellos que logran divisarlas.
Y en el cielo cuando se despejan las nubes, pueden apreciarse a los falcónidos reyes del cielo: gavilanes acanelados, halcones peregrinos, cernícalos americanos. Más allá del desierto árido pegado a la playa, la vida se abre paso por las lomas, y espera impaciente a ser re descubierta por el resto del país, y por qué no, el mundo.
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